Parece haber llegado la hora de la inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés). A partir del éxito de sistemas como Watson de IBM (el primero de AI en ganar el juego Jeopardy! contra contrincantes humanos) y más recientemente el programa Amelia, de IPsoft, la tecnología está precipitando cambios que pueden tener efectos de largo alcance sobre la naturaleza del empleo.
Emprendedores e innovadores insisten en que estas transformaciones marcarán el fin de la monotonía en el trabajo, pero las consecuencias podrían ir más allá. Según pronósticos de la consultora McKinsey, para 2025 la automatización podría reemplazar a unos 250 millones de trabajadores en todo el mundo. Esto podría significar una reducción de tareas repetitivas y tediosas, pero también implicaría que, sin una formación complementaria, muchos trabajadores quedarían despojados de los medios para desarrollar nuevas habilidades o bien comenzar su propio negocio. La mayoría de los análisis pone foco en los sectores obvios: trabajos de línea, ensamble u otros rutinarios, pero también impactará sobre otros trabajos basados en la interpretación de datos predecibles, fácilmente reemplazables con inteligencia artificial. La tercerización sentirá los efectos, gracias a que los costos de tecnologías de la información (IT, por sus siglas en inglés) se recortarán en un 60% hacia 2017 a partir de estas nuevas herramientas, según estimaciones de la firma Gartner, por lo que menos empresas trasladarán estos costos fuera de sus países.
Esto ha motorizado una enérgica conversación en los Estados Unidos. El libro Rise of the Robots: Technology and the Threat of a Jobless Future del emprendedor Martin Ford ha llamado la atención de todo el espectro político. Algunas publicaciones de referencia como The Atlantic y Foreign Affairs han puesto el tema en sus portadas más recientes.
Para Ford, un futuro definido por la inteligencia artificial es inevitable. “Cambiará definitivamente una de nuestras presunciones básicas sobre la tecnología: que las máquinas son herramientas que incrementan la productividad de los trabajadores”, escribe en su libro. “Sin embargo, son las máquinas las que están convirtiéndose en trabajadores, mientras la línea divisoria entre capital y trabajo se desdibuja como nunca antes”.
Pero aun quienes se encuentran a la vanguardia de esta revolución tecnológica advierten sobre los potenciales riesgos. “Pienso que tenemos que ser muy cuidadosos sobre la inteligencia artificial”, dijo el cofundador de Tesla y SpaceX, Elon Musk. “Si tuviera que adivinar cuál es nuestra mayor amenaza existencial, posiblemente diría que es esta. Con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio”. Estos comentarios hacen eco de las advertencias de Stephen Hawking y otros científicos e inventores.
Del otro lado del debate, los defensores de la inteligencia artificial dudan que los robots sean alguna vez capaces de sustituir a los seres humanos, por la creatividad, el liderazgo y la resolución de conflictos que solamente nosotros pueden proveer. Otros señalan que las disrupciones que ya ocurrieron por efecto de este tipo de tecnologías no son nada comparadas con la invención de la electricidad, la luz o el teléfono. Más del 80% de los estadounidenses solía ser granjero, por ejemplo, pero la tecnología les ha permitido dejar los campos e invertir su tiempo en otras cuestiones.
Esta conversación no ha tenido mucha cabida en América Latina, a pesar de que la inteligencia artificial podría tener un efecto negativo para la región. Mientras el comercio se expandió en los noventa, gran parte de la industria textil latinoamericana viró hacia Asia. Este patrón podría repetirse con la automatización si los call centers, los consultores en sistemas y el resto de la industria regional de tercerización de procesos (BPO, por sus siglas en inglés) deciden que es más barato “volver a casa”, a los Estados Unidos.
Es por eso que es tiempo de que los líderes de América Latina presten atención al potencial impacto de estas tecnologías, especialmente los funcionarios educativos y sanitarios, dos de los principales generadores de empleo en la región. Luciano Tourn, un director ejecutivo del proveedor argentino de servicios Grupo Gamma, señala que los sistemas de salud necesitan una gran cantidad de capital humano altamente calificado. Para el sector, el desafío no es la falta de trabajos, sino la escasez de trabajadores calificados. “En los próximos años, será cada vez más importante para los proveedores de salud poder atraer y retener a los principales talentos”, dice Tourn.
Aún no podemos saber si la inteligencia artificial exaltará los desafíos de la humanidad, como aventuran algunos, o si será capaz de solucionar algunos de sus problemas más acuciantes, como los tecnooptimistas argumentan. Lo que está claro es que estas tecnologías traccionarán cambios transformadores de uno u otro tipo en todo el mundo, especialmente en América Latina. Los líderes de la región deben empezar a prepararse.