La elección del señor Carlos Zannini por parte de la Presidente de la Nación puede dar lugar a algunas opiniones opuestas: algunos sostendrán que la intención presidencial fue “ningunear” al candidato; otros entenderán que su intención se endereza a controlarlo; unos creen que arrastrará los votos del riñón duro de la “K”, otros (la mayoría, piensa con modestia este autor) suponen que correrá a los votantes moderados, que esperaban un cambio sin saltos al vacío.
La historia nos enseña que el impar Sarmiento tuvo como vice a Adolfo Alsina. El gran sanjuanino estaba disgustado con que le hubiera tocado nada menos que ¡un caudillo! Y por si fuera poco, un individuo de una personalidad fascinante, conmovedora, cuyo arrastre merece un comentario que excede los alcances de esta columna. El notable Sarmiento dijo entonces: “¡No voy a permitir que ese compadrito gobierne. Ése solo va a tocar la campanilla del Senado!” Sin embargo, tendría que haber sabido que ese “compadrito”, además de caudillo popular y de arrastre, barbudo, corpulento, valiente y mujeriego había sido un intelectual de nota cuya tesis al doctorarse en Derecho, dejó atónito a su mentor, el doctor Peña.
Es verdad que son desiguales el señor Zannini de Alsina y tal vez la distancia supere a la que provoca el viaje “De la Tierra a la Luna” (como dijera Julio Verne), pero las funciones son las mismas no obstante los diferentes edificios y que el trayecto entre un Gran Maestro y un motonauta se expande más allá de las letras mayúsculas. Sin embargo (nunca fue desmentido), el señor Zannini tiene una gran influencia sobre la Justicia, su proximidad a Jaime y De Vido son visibles, la cercanía con La Cámpora es palpable y por si esas virtudes no fueran suficientes, la señora de Kirschner dio su bendición a su unión electoral con el émulo de Dardo Rocha.
El señor Macri ha contrariado la historia al designar como compañera a la señora Michetti, una capitalina nata a pesar de haber nacido (y criado, como solía decir un viejo amigo) en la ciudad bonaerense de Laprida, privilegiando la Ciudad de Buenos Aires. Es cierto que esta decisión del PRO implica una respetable desesperación para quienes ansiaban con ver unida la oposición, y en ese sentido hubieran deseado que el compañero de fórmula fuera el radical Sanz, pero Macri y el ecuatoriano Durán Barba se supone que saben lo que hacen, frustrando las expectativas de Lousteau, el más perjudicado con esa fórmula.
Michetti, Zannini, Sáenz, versus Alsina, Pellegrini, Figueroa Alcorta sirven para explicar la distancia que existe entre la Argentina del Centenario y la actual.