Israel no es el problema

En esta columna de hoy, bien podría compartir con ustedes algunos hechos históricos fascinantes de la milenaria cultura árabe. También pensamientos y magníficas experiencias acerca de esa antigua cultura. Pero claro, en estos días, todas las personas parecieran estar en carne viva, hablan, entienden y hasta pareciera que tienen la solución a lo que está sucediendo en Gaza, con el conflicto Palestino-Israelí. Me referiré a ello solamente de paso y, en todo caso, será tema de un próximo análisis.

Hoy prefiero dedicar la mayor parte de mi artículo a pensar con ustedes sobre la amplitud del escenario geográfico de aquella región que conocemos como “mundo árabe” y al impacto de los hechos que allí se producen, algo que abordé en varios de mis artículos y análisis por los últimos años. Para ello, le solicito como lector localizarse específicamente en la zona que va de Marruecos a Pakistán, un área predominantemente árabe y musulmana, pero que también incluye significativas minorías de otras creencias.

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Integrismo: “Es la ideología, no el comportamiento”

El problema con el terrorismo de índole religiosa es que se basa, fundamentalmente, en un dogma estrecho y fuera de cualquier posibilidad de ser contrastado. Su discurso es un diálogo ‘de suma cero, violento, represivo y maximalista’. Sus defensores y adherentes jamás reflexionan y sólo estarán satisfechos cuando los que consideran sus enemigos se conviertan a su creencia o sean vencidos. Sus seguidores creen que todo lo que los demás deben hacer es reconocer la legitimidad de la espalda con la que amenazan al diferente. Los discursos que se oyen por parte de los líderes de Al-Nusra (brazo de Al-Qaeda) en la Siria actual muestran claramente la inexistencia de la racionalidad y la ausencia de su legitimidad. El silencio que esgrimen aquellos que apoyan a los radicales en la guerra civil siria hace que la inmoralidad que los islamistas encarnan se permita y se siga oyendo. Esta gente no está allí para liberar a los ciudadanos sirios de Assad ni de nadie. Ellos están tratando de destrozar lo que queda en pie del Estado y las instituciones sirias para instaurar su proyecto de califato islamista, al tiempo que asesinan sin miramiento a civiles inocentes de todas las edades.

Durante décadas, incluso antes del 9-11, cuando el terror fundamentalista mostró lo que estaba dispuesto a hacer, una corriente perversa de análisis sobre el fenómeno del terror fundamentalista fue tomando cuerpo en la voz de intelectuales y académicos occidentales, y de ellos se valió la prensa para confundir a la opinión pública sobre el significado real de lo que encarna este tipo de terror. Estos intelectuales y analistas esgrimen una débil y absurda explicación sobre el llamado terrorismo religioso, al que sindican como el resultado de la pérdida de libertades políticas, la hegemonía occidental y la ocupación israelí de Palestina. Tal explicación configura una vulgaridad disociada de la realidad que no resiste análisis alguno.

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