Usted puede llamarlo como desee: ‘iniciativa rusa o repliegue estadounidense’. Como quiera que la llame, esta realidad llevó a Bashar Al-Assad a encontrar sobre la hora un milagroso acuerdo diplomático en el que prometió renunciar a sus armas químicas, evitando así un ataque militar que hubiera significado la caída de su régimen. Lo mismo para el caso de la República Islámica de Irán, que ha demostrado, en la profesionalidad de sus diplomáticos, estar muy por encima del actual ‘amateurismo diplomático norteamericano y europeo’.
Sin embargo, la realidad a la que nos enfrentamos no es más que a una debilidad Occidental nunca vista en materia de Oriente Medio. Tanto es así, que Moscú ha propinado a Washington y Bruselas, pero en particular el presidente Obama, una paliza diplomática inolvidable no sólo en lo referente a la crisis siria, también está ocurriendo lo propio en las posiciones que Irán está recuperando con apoyo diplomático ruso en materia del levantamiento de sus sanciones económicas, de la continuidad de su programa nuclear y del afianzamiento político regional.