Me han preguntado muchas veces por qué, si los docentes estamos en disconformidad con tantas cuestiones relativas a nuestro trabajo, no tiramos el guardapolvo y nos dedicamos a otra cosa. ¿Cómo es que si tu salario es bajo, si las condiciones edilicias y de higiene no son apropiadas, si tu obra social es insatisfactoria, si te ves en la situación cotidiana de cumplir con tareas que no tienen que ver con tu formación ni tus expectativas, seguís adentro de la escuela?
Son preguntas lógicas, desde la teoría. Los docentes somos personas que elegimos trabajar enseñando disciplinas que nos apasionan a chicos que no son nuestros hijos. La palabra “apasionan” no suena a nada sensato. Más aún cuando, en esta sociedad violenta y caótica por momentos, explicar un “para qué hacés tal cosa…” se vuelve ininteligible si no viene acompañado de “para ganar X dinero”.
Hoy se festeja el Día del Maestro. Vos sos papá, mamá, hermano, abuelo, abuela, amigo. Seguramente tenés algún vínculo con un chico o chica que es alumno: estás invitado, naturalmente, a la ceremonia escolar que se llevará a cabo en su escuela para conmemorar el fallecimiento de Sarmiento. Te propongo descubrir en la práctica la respuesta a las preguntas planteadas en el primer párrafo: animate, aceptá la invitación y entrá en la escuela por un ratito.
(Podés entrar sintiéndote parte: pertenecés a la comunidad educativa. Podés entrar en calidad de espectador. Elegí vos).
Te cuento lo que va a pasar. Ingresarán las banderas, con sus abanderados y escoltas. Se entonarán las estrofas del Himno Nacional Argentino, y luego, las del Himno a Sarmiento. Se pronunciarán palabras, seguramente algún alumno o alumna leerá algo que escribió para la ocasión. Quizás un profesor de música tocará el piano o la guitarra y los chicos de algún curso cantarán. Se despedirá a las banderas y luego los chicos entregarán, a modo de souvenires, regalitos artesanales a los docentes presentes. Y habrá aplausos.
Vos preguntabas, papá, mamá, hermano, abuelo, amigo, por qué los docentes seguimos en la escuela a pesar de todo. Ahí, estimado interrogador, está ante tus ojos la respuesta, en el acto escolar sencillo que te estoy describiendo. Mirá bien: ¿viste a la preceptora, corriendo presurosa para colocar la escarapela olvidada en la solapa de uno de los escoltas? Sus ojos brillaban de orgullo; el chico, emocionado, le agradeció con un gestito de afecto. ¿Oíste cómo cantaron los chicos? Salió todo muy bien. Mirá al director de la escuela, dirigiendo unos ojos emocionados al profesor de música, que está tan contento con el desempeño de sus alumnos que disimula unas lagrimitas haciéndose el que guarda en su estuche la guitarra. Unos minutos de canción que llevaron meses de ensayo. Contentos los chicos, su profesor, los presentes. Todos.
Los souvenires entregados fueron realizados con la profesora de plástica, que logró con esfuerzo conseguir gratis el material y está aplaudiendo allá, al fondo (también fue ella la que hizo la cartelera que está pegada en la puerta, que tanto admiraste al entrar). La profesora de Prácticas del Lenguaje (bueno, sí, tenés razón, la de Lengua), se deshace en sonrisas, souvenir en mano, escuchando la lectura de la alumna que produjo un texto bello y coherente, y que levanta la vista al terminar de leer, tímida y satisfecha, buscando su aprobación. La encuentra, cómo no la va a encontrar. Todos la aplauden fervorosamente, sonriendo, felices.
Estimado papá, abuelo, mamá, hermano, amigo: la docencia es una profesión que excede tus preguntas, aunque las formules desde el más descarnado sentido común. Se trabaja de docente porque se es docente, y porque cada logro de los alumnos (de tus hijos, de tus nietos, de tus sobrinos, de tus amigos), por pequeño e intrascendente que parezca desde afuera, para nosotros es un objetivo cumplido que nos hace felices en nuestro día y todos los días.
Preguntás de nuevo: ¿Y por qué, entonces, si estamos tan felices con nuestros pequeños logros, no nos dejamos de protestar de una buena vez?
Te contesto yo, sin descripciones idílicas ni imágenes inventadas. Protestamos porque hoy somos docentes en el “mientras tanto”. Queremos mejorar la educación que reciben los chicos argentinos. Queremos mejorar las condiciones de trabajo de los docentes argentinos. Esperamos cambios, queremos ser herramientas activas de esos cambios. Uno de los más importantes es terminar con el quiebre de nuestra relación con vos: incorporar activamente a las familias a la comunidad educativa y educar conjuntamente a los chicos. Si viniste al Acto del Día del Maestro y lograste ver qué hace felices a los docentes, tu percepción va a significar para nosotros un objetivo cumplido. Porque para transformar esta realidad hay que comprender, en primer lugar, y luego actuar, participar y ayudar. Dejá de ser espectador y asumí tu rol dentro de la comunidad educativa: demos a nuestros chicos, juntos, una educación mejor. Este 11 de septiembre, acercate a la maestra de tus nenes para acompañarlos a desearle “Feliz día”. Puede ser un buen inicio, ¿qué te parece?