No sólo los golpes son maltrato

La mayoría de los adultos vemos como maltrato infantil (*) sólo aquel comportamiento que supone violencia física. Y esa forma de maltrato corporal recibe, con toda justicia aunque no en la medida deseable, la reprobación social y legal correspondiente. Pero hay otras formas de maltrato como los gritos, los insultos y la indiferencia que, aunque no dejen marcas visibles en el cuerpo, lastiman la confianza, la seguridad y la autoestima, y afectan el desarrollo sano de nuestros hijos e hijas.

Todos los padres y madres nos vemos enfrentados diariamente a la difícil tarea de educar a nuestros hijos e hijas para que sean adultos plenos, felices y  capaces de desarrollar todo su potencial. Pero en esa cotidianidad pasamos por alto formas de maltrato psicológico que están naturalizadas, incorporadas en el trato hacia nuestros hijos e hijas, sin advertir las consecuencias actuales y futuras que tienen y tendrán en los seres que más amamos.

Este tipo de maltrato, justamente por estar naturalizado, se vuelve invisible, pero no por ello deja de sentirse. Cuando les gritamos a nuestros hijos para que entiendan algo, no entienden, nos temen. Cuando los comparamos con otros chicos o chicas, no están comprendiendo su falta, se sienten disminuidos. Cuando los ridiculizamos, no están riéndose, se sienten humillados. Cuando los acusamos de “llorar como un bebé”, en realidad les transmitimos que no es bueno expresar cómo se sienten..

Cuando ponemos más énfasis en marcar sus errores que en felicitarlos por sus aciertos, estamos volviéndolos personas inseguras y con menos recursos internos para quererse y respetarse a lo largo de su vida. Cuando no los escuchamos, se sienten solos y desprotegidos.

No es lo mismo etiquetar a un chico de egoísta que explicarle la importancia de aprender a compartir. Porque es muy probable que de tanto repetirle que es egoísta, termine convirtiéndose en un adulto con incapacidad de compartir y de ponerse en el lugar del otro.

Sabemos que no fácil la tarea de ayudar a crecer a  nuestros hijos e hijas. Señalar los límites, construirlos en conjunto, acompañar el desafío de aprender a vivir responsable y solidariamente, es sin duda nuestro más importante objetivo como mamás y papás. Por eso, es necesario que como adultos reflexionemos qué clase de modelo somos para nuestros hijos.

Un buen ejercicio es preguntarnos:

¿Cómo les explicamos a los chicos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal?

¿Conocemos qué piensan y qué sienten nuestros hijos/as?

¿Cómo les transmitimos nuestro enojo?

¿Somos capaces de trasmitirles confianza y seguridad?

Es importante  recordar que no es cierto que las palabras o los insultos se olvidan sin dejar marcas.

Escuchar la palabra de un niño, una niña o adolescente ayuda a conocer sus emociones y a construir límites y acuerdos claros en un ambiente de cuidado y de respeto que van a constituir valores centrales de su vida adulta y en sus relaciones familiares y con sus semejantes.

Cuando educamos a nuestros hijos construimos la sociedad de adultos del mañana. Necesitamos entonces guiarlos, para que puedan formarse como personas plenas, solidarias, que elijan el diálogo en lugar de la violencia, el respeto y la tolerancia, en lugar de la discriminación, porque así estaremos construyendo una mejor sociedad, para nuestro presente y nuestro futuro.

 

(*) Hoy es el Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil