Los mosquitos (“zancudos” para otras latitudes de América Latina) matan a más personas que cualquier otro insecto o animal sobre la tierra. Su nocividad se debe a la transmisión de varias enfermedades tropicales imposibles, hasta ahora, de erradicar: dengue, fiebre amarilla, paludismo, malaria y encefalitis, entre otras. Pero hay algo más desalentador: según un estudio publicado recientemente en la revista Proceeding of the National Academy of Sciences (PNAS) de la Universidad de Stanford, los repelentes son cada vez menos eficaces. Al parecer, estos insectos que pican mucho antes de que Aristóteles les diera prensa en su Historia Animalium, hoy poseen una resistencia al protector más común, cuya base es un compuesto químico identificado con las siglas DEET. Según los especialistas, esa inmunidad se está propagando a gran velocidad entre los Aedes aegypti, única especie de las 3500 reconocidas que transmite el dengue y que el año pasado contagió en nuestro país a 2218 habitantes.
Si bien en la Argentina, ante la invasión de mosquitos en diferentes localidades del Gran Buenos Aires y del interior del país aún no se han detectado casos de gravedad por el virus del dengue, no hay certeza de que no ocurran contagios que revistan peligro de vida (en 2011 se produjo en Salta la muerte de un adolescente). O lo que es peor, una epidemia.