Los miembros del movimiento cívico cubano llaman “corresponsables” extranjeros a los periodistas acreditados ante el gobierno de Cuba, porque rara vez cubren noticias que estén fuera del ámbito oficial. Este mote siempre me pareció demasiado fuerte, pero en vista de la cobertura realizada por la prensa argentina, y en buena parte también la latinoamericana, acreditada ante la Cumbre de la CELAC en La Habana, vale la pena analizarlo un poco mejor.
El profesor de la Universidad Austral, Fernando Ruiz, suele decir que el periodismo es una de las dos profesiones evidentemente democráticas, en el sentido de que ni el periodismo ni la abogacía pueden ejercerse bajo una dictadura. Por supuesto, no voy a entrar aquí en el rol de los abogados, pero sí me interesa analizar el de los periodistas.
Está claro que donde no existe libertad de expresión no puede existir periodismo, ya que esta profesión por naturaleza debe ejercerse en un marco de libertad y debe tener siempre presentes al menos dos claves: está para servir a la ciudadanía y siempre debe ser un perro guardián del poder. Estas dos claves son en realidad una misma cosa, ya que al vigilar al poder (político, económico, social) cuida los intereses de los ciudadanos a los que busca informar. Y es por estos motivos que jamás el periodismo puede conformarse con lo que informa una sola voz, en especial cuando esta voz es precisamente la de quien detenta el poder.
En los últimos días en Cuba se realizó la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con la participación de casi la totalidad de los jefes de estado de la región. Consiguientemente, participaron más de 400 periodistas acreditados, varios de ellos enviados desde la Argentina. Estos últimos enviados especiales tenían el objetivo de cubrir las actividades de la CELAC con un especial interés en los temas que incumben a nuestro país y las actividades de nuestra Presidente. ¿Pero allí terminaban sus obligaciones? ¿Puede un periodista de un país democrático llegar a una dictadura e irse sin informar sobre nada de lo que sucede en dicho país?
En los días previos al comienzo de la cumbre y aún hasta el momento actual, cuando ya casi todos los mandatarios extranjeros han regresado a sus países, los miembros del movimiento cívico cubano sufrieron una muy fuerte represión por parte del régimen de los hermanos Castro. Esto llevó a organizaciones internacionales como Amnistía Internacional a lanzar un comunicado de alerta exigiendo que “las autoridades cubanas deben detener su campaña de represión contra opositores y disidentes y permitir la celebración de actividades pacíficas durante la segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeño (CELAC)”.
Al momento de lanzar este comunicado, el lunes 27 de enero, se habían registrado 43 casos de personas detenidas y al menos 18 advertidas de no viajar a la capital cubana. En la mayoría de los casos se trataba de personas que habían confirmado públicamente su participación en el II Foro Democrático de Relaciones Internacionales y Derechos Humanos, organizado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina con sede en Buenos Aires, junto a instituciones locales que son permanentemente perseguidas por el régimen castrista. Entre otros, el objetivo de este Foro era dar voz a estos cubanos que permanentemente son asediados y que jamás tienen espacio en los medios de prensa locales (todos dependientes del Partido Comunista Cubano).
Todos los medios argentinos acreditados ante la CELAC recibieron la información del acoso del cual eran víctimas los activistas pacíficos, ya sea a través de CADAL, Amnistía Internacional o incluso a incluso de algunas agencias de noticias internacionales que se dignaron a cubrir estos hechos. Sin embargo, ninguno de los medios argentinos acreditados ante la CELAC, ninguno de los periodistas enviados especialmente a Cuba, dedicó ni una línea a este atropello a los derechos humanos.
Podemos criticar a nuestro gobierno por no haberse reunido con miembros de la oposición pacífica cubana, como sí lo hicieron el gobierno de Costa Rica y el de Chile. Podemos criticar a nuestro Canciller por haber hecho un cambio tan radical de ser un férreo defensor de la democracia a pasar a ser un “cómplice de dictaduras” que él mismo criticaba. Claro que, para poder hacer esa crítica, como ciudadanos necesitamos de la información que deberían habernos brindando los periodistas acreditados en Cuba.
Si nuestros periodistas consideran su trabajo cumplido simplemente por haber cubierto el evento al cual fueron y no haber ido un poco más allá, no haberse solidarizado con los sufrimientos de sus colegas en la isla, entonces de algo podemos estar seguros: nuestra democracia está más frágil que nunca, y los cubanos los seguirán considerando “corresponsables”.