“Todo es igual, nada es mejor”, decía Enrique Santos Discépolo en su legendaria obra “Cambalache“, cuando intentaba describir el pasado siglo XX. Pero Don Enrique no vió el XXI. Su letra seguramente hubiese sido más dramática y es probable que se le complicase contener su indignación en un formato poético. La política del siglo XXI, en la Argentina, es inadmisible, inviable.
El 15 de junio de 1996, la revista Noticias publicó una extensa entrevista a la diputada Cristina Fernández de Kirchner, esposa del gobernador de Santa Cruz. Se tituló “Una chica al rojo vivo”. Carlos Menem acababa de ser reelecto luego de la reforma constitucional y la actual presidente había llegado a la Cámara baja en la misma boleta que el riojano. Una de las preguntas es muy interesante: “¿A Menem lo votó en el ’89 y en el ’95?”. Pero más interesante es la respuesta: “Sí, absolutamente, y creo que no me equivoqué”. La historia más reciente es conocida. El ex caudillo se transformó en una suerte de Nosferatu con patillas, Néstor Kirchner se tocó sus partes pudendas cuando el riojano asumió como senador en pleno recinto, pese a que alcanzó la gobernación de Santa Cruz de la mano del ex presidente y luego de apoyar o al menos guardar absoluto silencio sobre los indultos, igual que su señora esposa.
El sábado 20 de septiembre de 2003, el diario Página/12 publica una nota donde cuenta la celebración del triunfo de Néstor Kirchner realizada en la residencia del gobernador de la provincia de Buenos Aires en la ciudad de La Plata. Dice el artículo que “con efecto teatral” uno tras otro ingresaron el ganador, Eduardo Duhalde (su artífice) y Felipe Solá, su gobernador, quien jugaba de local. Reproduce el periódico la frase de Néstor en su discurso triunfante, sobre “el esfuerzo transformador que llevaron adelante Solá y Duhalde durante el tiempo más grave y duro de la Argentina”. La nota rescata algunas presencias en el evento como la de Florencio Randazzo al que se mencionaba como hombre de Solá (hoy ministro del Interior y Transportes del kirchnerismo y mañana quién sabe).
Como con Menem, al poco tiempo el kirchnerismo sindicó a Duhalde de diversos intentos golpistas y de ser una de las mayores desgracias argentinas. Solá se enojo cuando no lo dejaron reelegir como gobernador y comenzó un saltimbanqueo ordinario, De Narváez y el PRO, luego otro vez con los K, ahora con Sergio Massa.
En 1997 Daniel Scioli es elegido diputado nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Se le adjudica la siguiente frase: “Éste es un triunfo del presidente Carlos Menem que ha llevado a la Argentina en el camino del crecimiento sostenido”. Ahá, mirá vos. Previo a eso Scioli había enfrentado una interna en el PJ Capital, liderando una lista de menemistas contra una de duhaldistas. En una entrevista con el diario La Nación del 15 de junio de 1997, ante la pregunta del periodista sobre qué haría en caso de perder dicha interna, el actual gobernador espetó: “Voy a seguir apoyando a Menem como hice siempre”. Chupate esa mandarina. Después, se sabe, el ex motonauta era el gran rival de ajedrez del presidente provisional Eduardo Duhalde, granjearon una profunda amistad y se halagaron recíprocamente. Para despejar dudas Scioli declaró en los últimos tiempos su kirchnerismo a ultranza, su apego por el proyecto nacional y popular y se la jugó por la candidatura de Martín Insaurralde como nadie. Un puro, de la primera hora.
Con Sergio Massa no vamos a tomarnos la molestia de buscar declaraciones públicas. En 2009 fue candidato a diputado “testimonial” de los K. Dos veces electo intendente por el Frente para la Victoria y jefe de gabinete de ministros de Cristina Fernández. En su equipo “renovador” (¿?), lucen el ya mencionado Solá, Ignacio De Mendiguren (duhaldista luego kirchnerista), el ex ministro de economía de Cristina Miguel Peirano, el ex titular del BCRA de Néstor Martín Redrado, el jefe de gabinete del matrimonio y autoproclamado fundador del kirchnerismo Alberto Fernández, el ex menemista-duhaldista-kirhcnerista Juan José Álvarez, entre tantísimos otros.
Todo es igual, nada es mejor. “Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache, ves llorar la Biblia junto a un calefón”. Discépolo vio el siglo XX, pero no el XXI. Su poesía dice que, en ese mundo que ve, van juntos “Carnera y San Martín”. Evidentemente la cosa estaba mejor, había al menos un San Martín mezclado con el resto. Ya no “es lo mismo ser derecho que traidor”, querido Discepolín, hoy el traidor tiene una enorme ventaja sobre el resto.