En la vida hay que elegir. Eso está claro. También sabemos que gobernar implica tomar decisiones. A veces esas decisiones son difíciles. Implican elegir algunas cosas por sobre otras igualmente necesarias, o prescindir de algún fin buscado y dar prioridad a las cuestiones más urgentes dejando de lado proyectos de futuro.
El pulso de la política tiene que estar guiado por las necesidades de la gente. Cada decisión tiene que contemplar que gestionar, gobernar, significa afectar directamente sobre la vida de las personas.
Elegir que la clase media y media alta de la Ciudad de Buenos Aires pague 4 veces menos el gas que la gente en las villas y barrios carenciados es una definición política.
Subsidiar el transporte a todos por igual, a los que lo necesitan y a los que no lo necesitan, es una declaración de cómo uno elige administrar los recursos públicos.
Mentir con datos oficiales y esconder millones de pobres bajo la alfombra es una elección también, durísima y repudiable.
Al Gobierno le gusta comparar su gestión con el 2001. Pero si comparamos cualquier año de los que gobernó Cristina con el 2007, veremos que en estos 6 años no se lograron avances hacia un país más inclusivo, más desarrollado o con mejores indicadores sociales. Y ese deterioro es producto también de elecciones.
El gobierno se ha encerrado sobre su propio eje. Las decisiones están cada vez más concentradas y eso se refleja en que las líneas de mando están cortadas. Es usual escuchar en los despachos de funcionarios nacionales “dejame que lo consulte con la presidenta”. Doy fe de que en la Ciudad el camino es completamente inverso. Quienes toman decisiones suelen escuchar a sus equipos, que están justamente para asesorar y estudiar el impacto de las decisiones.
Las comparaciones son odiosas y en mi caso podrían ser poco objetivas por mi pertenencia al Gobierno de Mauricio Macri. Aun así me animo a marcar algunas diferencias. Cuando no tuvimos respuestas del kirchnerismo para trasladar la policía a la Ciudad, creamos la Policía Metropolitana, una fuerza que sigue creciendo y en los lugares en donde ya trabaja cuenta con el apoyo de los vecinos.
Otro ejemplo es el Metrobus. El transporte en el área metropolitana es una cuestión que compete a la Ciudad, Provincia y Nación. Pero el diálogo con el kirchnerismo nunca es fácil. No obstante el gobierno porteño se propuso llevar adelante una nueva obra de la magnitud del Metrobus. Prioridad al transporte público. Esto va a mejorar la calidad de vida de cientos de miles de personas por día.
10 años de gestión K nos dejan por un lado la falta de una mirada a futuro pero por otro la oportunidad de construir algo nuevo que se anime a trabajar para que la gente pueda volver a tener sueños. Hay una Argentina que despierta.
Cierro con una anécdota. Hace poco me reuní con un amigo K que me dijo “nuestro gobierno tiene un 40% de chorros, un 40% de inútiles y un 20% de gente que trabaja. Ustedes hacen las cosas bien, podrían ser buenos gerentes de nuestro proyecto nacional”.
Agradezco la invitación. Pero justamente a los líderes se los mide por la calidad de los equipos que lo acompañan.
Por eso elijo seguir de este lado, porque como dice el slogan “en la vida hay que elegir”.
Y yo elijo ser parte de una nueva Argentina.