Luego del entusiasmo inicial en los países occidentales, al que se plegaron muchas voces optimistas alrededor del mundo, las declaraciones recientes del Ayatollah Alí Khamenei, quien tiene la última palabra en Irán respecto de la aprobación de la negociación nuclear, resultan un baño de realidad respecto de las posibilidades de éxito del acuerdo cuyo marco se esbozó el pasado 2 de abril en Lausana.
Una cuestión preocupante tiene que ver con las sustanciales diferencias de interpretación de los parámetros que fueron acordados. En este sentido, Khamenei desmintió rotundamente aspectos centrales que figuran en la detallada ¨”Fact Sheet” emitida por la Casa Blanca, a la vez que sentó sus propias bases de lo que es aceptable o no.
Algunos de los puntos fundamentales de disenso respecto tal marco político son los siguientes:
-EEUU afirma que Irán acordó reducir su inventario de uranio de bajo enriquecimiento – LEU de 9.000 kg a 300 kg de uranio enriquecido al 3.67% y que no lo convertirá en combustible nuclear mientras que Teherán ha indicado que lo mantendrá para una facilidad propia de producción de combustible.
-Respecto de las sanciones por el programa nuclear, Irán pretende que se levanten el mismo día en que se firme el acuerdo definitivo mientras que EEUU espera que se reduzcan gradualmente una vez se que compruebe el cumplimiento de la República Islámica respecto de los aspectos fundamentales acordados.
-La interpretación respecto de la duración de las restricciones impuestas al programa nuclear también varía: Irán señaló que se extenderán por 10 años mientras que EEUU considera que se han acordado por 15 años.
-Por otra parte, el líder supremo de Irán señaló el carácter no-vinculante del acuerdo y la necesidad de preservar el honor de su país como resultado de la negociación nuclear.
-Khamenei puso de manifiesto la existencia de dos “líneas rojas” que Irán no aceptará traspasar bajo ningún concepto: por un lado el levantamiento de totalidad de las sanciones el mismo día que se firme el acuerdo definitivo, que se ha previsto para el 30 de junio, y por el otro, la República Islámica no dará acceso a Occidente a ninguna de sus instalaciones militares.
Mirando hacia atrás, un denominador común han sido las dificultades con la República Islámica para hacer valer los términos acordados en negociaciones diplomáticas. Argentina ha vivido en carne propia las experiencias desconcertantes del caso AMIA y en particular de la concepción e implementación del Memorándum de Entendimiento con Irán para investigar dicho atentado. Si bien éste fue aprobado por la mayoría oficialista en el Congreso Nacional en marzo de 2013, a pesar del alto nivel de oposición de la sociedad argentina, Irán perdió interés y nunca lo ratificó. Este proceso carente de transparencia cuya génesis se halla actualmente bajo investigación judicial, representó para al gobierno argentino un descrédito significativo e innecesario en el país y en mundo.
Ante el estado de cosas cabe preguntarse entonces cuales son las verdaderas chances de lograr un acuerdo que aleje a Irán del arma nuclear. La respuesta es bastante sombría ya que no se trata solamente de acordar un texto, que de por sí estará plagado de aspectos técnicos, sino de arbitrar las bases de una implementación adecuada. Se impone así la necesidad de maximizar la efectividad de los controles por parte del Organismo Internacional de Energía Atómica – OIEA cuyas capacidades de inspección se verán puestas a prueba quizás como nunca antes ante un Irán que, se estima, no hará fácil tales controles.
Un punto clave para analizar es si los esquemas de sanciones tal cual los conocemos hoy son efectivos para persuadir a gobiernos autoritarios para que desistan de su intención de proliferar, ante la realidad de que privilegian más sus ambiciones que el bienestar de sus pueblos. Los casos de Irán y Corea del Norte nos pueden dar la pauta de la respuesta.