Mi columna “Equilibrio y liderazgo emocional”, publicada recientemente, suscitó algunos comentarios sobre las malas intenciones de ciertos líderes.
Es evidente que algunos seres humanos capitalizan los malestares económicos, políticos o sociales, se aprovechan del desencanto y logran acaparar la simpatía y el respeto de un grupo. Se caracterizan por ser personas con cierto carisma, así como por un discurso casi perfecto, con, aparentemente, ideas nuevas.
Ejemplos sobran en todo el mundo. Algunos obtienen un poder respetable y se dejan arrastrar por su fortaleza. Sin embargo, mientras más se embriagan de autoridad y se envanecen, más se alejan de las características reales de un líder. Liderazgo es servicio a los demás. Si comienza a prevalecer el autoritarismo, se esfuma completamente la virtud.
En estos días, el papa Francisco dijo en un foro, organizado por CNN en Español: “Un líder es buen líder si es capaz de hacer surgir entre los jóvenes otros líderes. Si un líder quiere ser líder él solo, es un tirano. El verdadero liderazgo es fecundo”. Continuar leyendo