Existen personas capaces de resaltar entre sus similares. Son los casos de Steve Jobs y Steve Wozniak, líderes de toda una generación tecnológica. Ambos tuvieron visión de futuro y apostaron por lo que luego se convertiría en una nueva época del mundo.
Hace ahora cuarenta años que Apple se estrenó como compañía. ¿Qué sucedió entonces? Que se unieron dos mentes brillantes, dos líderes que buscaban marcar la diferencia. Wozniak, por ejemplo, siguió el consejo de su padre, quien le dijo que un ingeniero debía marcarse como objetivo mejorar la calidad de vida de la sociedad, gracias a sus inventos. Y eso es lo que hizo junto a su compañero. El verdadero liderazgo no nace de la necesidad de saciar el ego, sino de desarrollar un propósito de servicio hacia los demás.
La gran creatividad de ambos rompió paradigmas en áreas ya predefinidas por otras compañías. Jobs fue el primero en hacer más atractiva la tecnología, uniendo la calidad con algo entonces tan descuidado como el diseño.
Ellos no son excepciones. Todos podemos ser líderes de nuestra época. O de nuestra oficina, casa, familia o vida. Cada uno centrado en sus cualidades. Convertirnos en líderes nos permite descubrir quiénes somos y cuál es nuestro camino.
Jobs argumentaba: “Estoy convencido de que, por lo menos, la mitad de lo que separa a los emprendedores exitosos de los que no lo son es mera perseverancia”. Los verdaderos líderes tienen un potencial transformador del destino, pueden llegar a poner en práctica sus enfoques y alcanzar el éxito con esfuerzo. El liderazgo no es un don que se hereda, sino que se desarrolla. Continuar leyendo