Las virtudes son rutinas hermosas de la vida. Se es virtuoso de forma natural. Ellas fluyen espontáneas y sacan a la luz toda la bondad y el amor que llevamos dentro los seres humanos. No podemos fingir ser virtuosos, pues nos convertiríamos en hipócritas.
Giacomo Casanova, escritor veneciano, nos regala una idea bella e interesante: “Los verdaderos virtuosos son aquellos que practican la virtud sin el menor esfuerzo, son los que no cultivan, en lo absoluto, la idea de la intolerancia”. La frase sostiene una gran verdad: ¡un intolerante jamás puede ser virtuoso!
Basta con hojear un diario o dedicar unos minutos a los medios electrónicos de comunicación para darnos cuenta de que la intolerancia es un mal profundo y contemporáneo, a pesar del desarrollo científico, técnico y cultural de la sociedad moderna. Es una enfermedad brutal, porque brutales son las emociones destructivas de las que se alimenta. Continuar leyendo