La carta que el oficialismo utiliza en defensa propia se conoce como “década ganada”. Es cierto que el país creció, eso no puede negarse. Sin embargo, la pregunta clave es cuánto contribuyó el gobierno a ese crecimiento o si dicha tasa podría haber sido mucho mayor sin sus políticas intervencionistas. Los mandatos de Cristina se caracterizaron por tener un viento de cola a favor formidable, pero el crecimiento no fue el esperado. Ante el crecimiento magro, se excusó echándole la culpa a la crisis internacional y alegando que el mundo “se nos cayó encima”. Sin embargo, a nuestros vecinos no parece que les haya ocurrido lo mismo.
En el período 1998-2002, la Argentina sufrió una recesión, lo que permitió mostrar mejores tasas de crecimiento, en promedio, en 2003-2007. Este quinquenio fue caracterizado por el favorable contexto internacional. Sin embargo, en el período 2008-2012 fue de los que menos creció en la región.
A muchos vecinos no se les ha caído el mundo encima como argumenta la presidente. Es cierto, hubo expansión en el PBI, pero se creció poco en los últimos años y los recursos del país son más que suficientes para lograr un mejor desarrollo con un precio de soja alto y un Brasil que nos favorece con su tipo de cambio. Afirmar que a la Argentina le va bien porque logró crecer es como afirmar, salvando las distancias, que el equipo de fútbol español Barcelona hizo una buena campaña porque ganó una copa de verano cuando en realidad tiene material para ganar la Liga Española y la Champions League.