La tortuga y la liebre de la economía latinoamericana

Es conocida la fábula de la tortuga y la liebre. La liebre rápida se reía de lo lento que caminaba la tortuga, hasta que un día la tortuga la desafió a correr una carrera. Para sorpresa de los animales del reino, la tortuga, que iba lento pero a paso sostenido terminó ganando el desafío.

Algo parecido sucede en la economía latinoamericana. A principios de la década pasada, fundamentalmente luego de la crisis argentina, nuestro país se volvió la estrella del crecimiento emergente. Incluso premios Nobel alabaron nuestro modelo enfocándose solo en el crecimiento de nuestro PBI. Lo mismo le pasó a Venezuela, que crecía a tasas altas ayudada por los precios del petróleo y una política económica marcadamente expansiva.

Si observamos el gráfico de más abajo, que muestra el crecimiento de algunos países sudamericanos (se toma un promedio móvil de tres años para suavizar las líneas), se ve claramente que Argentina y Venezuela eran, hasta el 2006-2007, la liebre.

Éramos los más rápidos y nos reíamos de los demás. El gasto público crecía, también la emisión monetaria y manteníamos un tipo de cambio competitivo para estimular el crecimiento. La idea fundamental: impulsar el consumo y el mercado interno. Las instituciones, que afectan principalmente la inversión de largo plazo, no eran una variable importante.

La tortuga (en nuestro caso, Chile, Colombia y Perú) optó por un camino diferente. Los países vecinos se preocuparon mucho más que nosotros por sus instituciones, empezando por sus monedas, que se apreciaron frente al dólar durante todo el período. Por otro lado, saludaron y le dieron una cálida bienvenida a las inversiones del exterior, a la espera de que eso fuera lo que, gracias a la mejora de la productividad, estimulara el consumo y la balanza comercial.

Además, mantuvieron a raya las cuentas públicas. Con aumentos de gasto, sí, pero siempre dentro de las posibilidades de un financiamiento razonable.

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En nuestro caso y en el venezolano, el gasto se financió con emisión monetaria y finalmente las variables se descontrolaron. Hoy la inflación es el peso más importante que acarrea la economía. Porque distorsiona los precios relativos y genera malas inversiones, y porque achica el horizonte de planificación, llegando incluso a paralizar la actividad económica. A esto se le suma, además, una batería de innumerables controles y regulaciones que solo sirven para ahogar aún más a los sectores productivos.

No es extraño que hoy hasta el INDEC reconozca la recesión y que las perspectivas para los años venideros tengan a Argentina y Venezuela en los últimos puestos del ránking regional de crecimiento. Viendo las cosas desde esta perspectiva, parece mucho más razonable recorrer el camino de la tortuga. En ese contexto, tal vez no volvamos a tener “tasas chinas” de crecimiento. Pero ¿quién las necesita? Lo que necesitamos es un crecimiento sostenido y sostenible, algo que solo se logra con apertura económica, respeto por la propiedad privada y equilibrio fiscal.

Lo demás es el camino de la liebre, que luego de tanto ensayarlo, ya debería tenernos cansados.

Las PASO, mejores que Moreno para frenar al “blue”

Desde que se implementó el cepo cambiario en octubre de 2011, el precio del dólar libre (el que se consigue sin autorización burocrática) subió casi un 100%. Queda en evidencia que los llamados telefónicos y los enojos del secretario Guillermo Moreno son fracasados intentos por controlar el precio del billete verde.

Sin embargo, luego de las PASO 2013, el dólar blue cedió levemente y se muestra ahora relativamente calmo.

¿Qué pasó?

A partir de la implementación del control de cambios en octubre de 2011, el gobierno fue, por un lado, “perfeccionándolo” (cerrándolo cada vez más) y, por el otro, tomando nuevas medidas que avasallan la libertad de los ciudadanos.

Más allá del fundamento macro de inflación y atraso cambiario, medidas como la expropiación de YPF, la prohibición de comprar dólares para “atesoramiento”, el decreto que intentó anular la venta del predio de La Rural, y la suba del 15% al 20% del recargo por utilizar la tarjeta de crédito en el exterior, contribuyeron directamente a hacer subir el dólar, ya que éste protege el patrimonio de los ciudadanos frente al desborde del gobierno.

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Por el contrario, el blanqueo anunciado en mayo de este año, una medida que en lugar de perseguir evasores los seducía a traer sus dólares al país, generó expectativas favorables y tumbó la cotización del dólar blue (con ayuda de la ANSES, que vendió bonos para influir en el mercado del “contado con liquidación”). Sin embargo, la percepción de que –como se advertía- el CEDIN y el BAADE no serían exitosos, volvió a presionar al alza al billete verde.

 

¿Y qué hicieron las PASO?

 

Si bien ningún candidato es la panacea, la derrota del kirchnerismo en las primarias anuló la posibilidad de la re-reelección. Por otro lado, generó expectativas de que en el futuro (cualquiera sea la opción elegida tanto en las legislativas de octubre como en las presidenciales de 2015) se moderará el rumbo de la política económica de manera que evitaremos el vuelo directo hacia la Venezuela chavista.

 

Esta expectativa de moderación no hace que ahora haya una euforia vendedora de dólares, pero probablemente haya afectado la demanda y bajado los niveles de ansiedad. Evidentemente, lo que ahora se ve como el fin de la venezolanización Argentina ha relajado las tensiones en el mercado (verdaderamente) libre (pero no único) de cambios.

 

¿Qué puede pasar?

 

Si bien ahora las expectativas son mejores, lo cierto es que las expectativas no son todo lo que importa.

 

Si una persona le teme a las víboras y se convence de que ninguna víbora se le aparecerá en el cuarto mientras duerme, probablemente baje su nivel de ansiedad. Sin embargo, cuando vea que efectivamente hay una víbora en su cuarto, saldrá corriendo de su casa.

 

Con el dólar pasa lo mismo. Después de las PASO se moderó porque muchos están pensando que el futuro será más tranquilo que el presente. Pero, mientras tanto, la inflación sigue siendo altísima y no podemos descartar que el gobierno saliente siga “profundizando su modelo” en lo que le quede de gestión.

 

En el futuro, entonces, la tendencia no cambia, pero no deja de ser elocuente que las PASO y las expectativas funcionaron con mucha más eficacia que la prepotencia y la arrogancia de Guillermo Moreno y otros funcionarios del gobierno.