El 90% de los cubanos no tienen acceso a esa batalla digital de criterios donde, con más o menos serenidad y vehemencia, se debate sobre el modelo a seguir en el futuro de la nación.
La censura informativa es un arma de doble filo. La absurda decisión del régimen verde olivo, de controlar las noticias, editar audiovisuales y hacer pulpa con novelas y libros contestatarios, ha forjado una base formidable de corresponsales independientes y comunicadores sociales dentro de Cuba.
No ocupan espacio en el diario Granma. En otros medios estatales no podemos leer sus reportes sobre las duras condiciones de vida en las prisiones cubanas o una brutal paliza a un grupo de mujeres que gritan libertad y democracia.
Según los cintillos oficiales, la isla es un remanso de paz y concordia. Pero en calles y bateyes de la Cuba profunda, un segmento amplio de ciudadanos está al límite en su descontento. Continuar leyendo