Aunque Yaumara, psicóloga, lleva tres noches haciendo cola en una feria del municipio 10 de Octubre, a ver si logra comprar un pavo pequeño por 170 pesos (8 dólares), para la cena de fin de año, ella espera grandes cosas de 2015.
En medio del bullicio de vendedores ambulantes, tenderetes portátiles de lona ofertando pan con lechón, papel sanitario o pintura, rodeada de estantes de hierro oxidados con boniatos, yucas y otras viandas y el suelo lleno de tierra rojiza, Yaumara no pierde la fe de poder comprar un pavo y festejar el nuevo año con su familia.
“Si no es así, no puedo comprar pavo. En las tiendas por divisas un pavo congelado cuesta entre 42 y 55 cuc (44 y 60 dólares), que representa dos meses y medio de mi salario. Soy optimista, pienso que en 2015 las cosas van a cambiar para bien. Peor no podemos estar”.
Entre varios cubanos de a pie consultados, nadie supo argumentar con una narrativa coherente por qué los próximos doce meses serán diferentes. Tal vez un reflejo condicionado. Una corazonada. Continuar leyendo