La creación de empleo informada de modo oficial deriva de los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares. El ciudadano recuerda el período de cautiverio que sufrieron dichas estadísticas entre comienzos de 2007 y fines de 2009. Durante ese lapso -por ejemplo- el Ministerio del ramo penaba por la falta de datos, aunque no expresara el malestar públicamente. Por eso se inició una etapa en la que sólo se procesaban los datos del Sistema Previsional (que por definición comprende sólo al sector del trabajo protegido).
Según lo informado por el INDEC al momento de la reaparición de la EPH, aquella ausencia se originó en la necesidad de superar los “errores” que se cometían anteriormente. Sin embargo, debe decirse, los nuevos datos publicados no contenían diferencias relevantes con los previos (es decir, los que supuestamente estaban errados). Pero de allí en adelante ya no hay con qué comparar y, por tanto, a la convicción de la manipulación del IPC que todos percibimos regularmente, se agregaba la intriga acerca de la verosimilitud de los valores de la serie nueva.
Nunca se explicó, por ejemplo, cómo pudo acrecentarse el empleo en un cuarto de millón en los finales de 2008 luego de más de un año y medio de virtual estancamiento y en momentos que a nivel gubernamental se ponían en marcha diversos programas para mantener el nivel de actividad y proteger el empleo de los despidos (REPRO) . Esos son los datos que se disponen.
Este tipo de consideraciones (que podría intentar ser relativizado por algún funcionario argumentando que dicha serie debe ser “limpiada” de los beneficiarios de planes sociales que engrosaban la categoría de ocupados al inicio de la gestión de Néstor Kirchner) conducen a dos cosas.
Una de ellas es más impactante y alude al cuestionamiento o aceptación del argumento, repetido desde hace dos años, acerca de la creación de cinco millones de empleos.
Es notable, pero a excepción de los funcionarios y algunos núcleos cercanos al gobierno nadie sostiene tal mensura.
El CEPED (Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo) en la UBA o el CIEPYC (Centro de Investigación sobre Economía Política y Comunicación) en la Universidad de La Plata han mostrado objetivamente -con los datos oficiales disponibles- que es menester forzar en extremo la información para admitir tales valores. Incluso CIFRA (Centro de Investigación y Formación de la República Argentina, perteneciente a la CTA “oficial”) comparando 2002 con 2010 tampoco llega a los cinco millones pese a que el cálculo lo hace contra los pésimos valores de comienzos de 2002 y no con los de 2003.
La segunda cuestión -menos mediática pero más trascendente- refiere al cambio en la dinámica de funcionamiento del mercado laboral. El fuerte ritmo de creación de empleo fue propio de los primeros años de la salida de la crisis que se correspondieron con la gestión del Dr. Kirchner. Pero ya en 2007 comenzó una etapa en la que la absorción de trabajadores se hizo cada vez más lenta.
Varias cuestiones no permitieron captar a tiempo dicho proceso. Por un lado la intervención al INDEC y la desaparición de las bases de datos de la EPH. Por el otro la conflictividad desatada en 2008 en torno de la apropiación de la renta agraria.
A todo ello se agregó, en ese mismo año, el inicio del impacto de la crisis internacional que cobró más vigor en 2009. De tal manera, al argumentarse que las “dificultades” sólo derivaban de la crisis internacional y/o de los temas agrarios (incluida la sequía) se suprimía la posibilidad de reflexionar acerca de las posibilidades de mantener el ritmo de creación de puestos de trabajo.
Una manera alternativa de observar la misma cuestión consiste en el análisis del empleo asalariado no protegido, precario o comúnmente denominado en negro.
En los últimos dos años la proporción de empleo precario casi no ha sufrido modificación lo cual es posible interpretarlo como expresión de las dificultades de funcionamiento del mercado de trabajo. Otra opción pasa por comparar los porcentajes de empleo o de producto industrial: los actuales no difieren de los de la época de la crisis.
De tal manera, lo más importante en la actualidad no es tanto determinar con precisión el número de nuevos trabajadores incorporados en la primera década poscrisis sino en la determinación de la posibilidad (o no) de recuperar una dinámica de intensa creación de empleo y si los puestos que se agregan son o no de buena calidad. Eso seguramente es más relevante para los trabajadores sin despreciar las cuestiones numéricas. No vaya a ser que como con el IPC subestimemos el hecho de ser un dato falso y cuando nos demos cuenta pueda ser tarde o, al menos, mucho más doloroso.