Es cierto que la isla de Chipre no fue nunca, en el último siglo y medio, un lugar especialmente pacífico, cruzada por dos guerras mundiales, el desmembramiento del imperio turco, las crisis de Medio Oriente y las revoluciones y guerras civiles en los Balcanes. ¿Podría ahora añadir a sus laureles el desencadenamiento de una corrida bancaria en Europa y un poco más allá? Es lo que creen muchos que no tienen el hábito de dejarse llevar por el pánico. Por de pronto, las autoridades chipriotas han decidido no correr más riesgos, por lo que establecieron un corralito bancario, que ha sido prorrogado en forma sucesiva hasta el próximo martes. ¿Pero cuál es el ‘tamaño’ del problema? En principio no debería ser inquietante, pues el PBI de la isla es de apenas 20 mil millones de euros, un 4% del de Argentina -y, como sabemos, la humanidad sobrevivió al ‘defol’ criollo del 2001.
Ocurre, sin embargo, que Chipre no solamente es un paraíso de la naturaleza sino también un “paraíso fiscal”. Por eso, los depósitos en sus bancos son superiores a los 80 mil millones de euros, un 350% del PBI-¡un monto superior al del sistema bancario de Argentina, en 2001! Así que en materia de magnitudes, el sistema bancario de la isla equivale al de toda la Argentina en la época de la convertibilidad. En Chipre se lava dinero ilegal de todo el mundo: unos 25 mil millones de euros provienen del extranjero- sin incluir a Rusia, que suma otros 30 mil millones. Es plata de la evasión fiscal y del narcotráfico. Una buena parte de los fondos restantes responden a ciudadanos griegos, que cruzaron el mar para curarse en salud. Precisamente porque opera más como un ‘paraíso fiscal’ que como una nación, ese dinero se encuentra invertido en cualquier lado menos en Chipre, incluida la deuda pública de Grecia.
Parte del ‘defol’ bancario obedece a esto, ya que la deuda pública de Grecia fue ‘defolteada’ varias veces. El capital financiero es un sistema de vasos comunicantes, no solamente cuando se empina sino especialmente cuando se desploma. A toda esta hipoteca, hay que añadir la deuda pública de la propia Chipre, apenas inferior a los 20 mil millones de euros de su PBI- lo cual excluye la posibilidad de que las finanzas chipriotas puedan ir al rescate de los bancos. En tanto la deuda bancaria en títulos privados es reducida -menos de dos mil millones de euros- con la deuda pública ocurre lo contrario. No es casual entonces que la Comisión Europea se haya lanzado, para enjugar la bancarrota, sobre los depósitos bancarios, dejando a los bonistas fuera de la tormenta.
Impuesto a los depósitos
Lo que desata el alerta roja en el sistema bancario mundial, es la decisión del FMI y del Banco Central Europeo de financiar el rescate de los bancos con un impuesto a los depósitos, incluidos aquellos inferiores a cien mil euros, que se encuentran asegurados por ley en los países de la zona euro. El monto necesario para el rescate fue evaluado en 17 mil millones de euros, de los cuales los depositantes deberían poner siete mil millones. La carga establecida inicialmente fue de 9,70% sobre los depósitos no asegurados y un 6,5% sobre los que sí lo están. Para casi la totalidad de los analistas financieros la medida rompe un compromiso legal en toda Europa y amenaza con producir una corrida bancaria, como la que ya ocurre en Chipre, en las naciones más golpeadas de la zona monetaria del euro. El primer ministro de Rusia, Medvedev, anticipó que tomaría represalias por los perjuicios que debería ocasionar a los ciudadanos de su país -sin la menor mención a que serían evasores impositivos de su propio Estado. La población chipriota ha vaciado las cajas automáticas de los bancos hasta lo posible, y ha empezado a salir a la calle. Es que nadie asegura tampoco que la cifra estimada del rescate sea la final, lo cual proyecta nuevas confiscaciones. El banco Laiki, por ejemplo, segundo en tamaño, está quebrado sin remedio. En estas condiciones, el corralito bancario deberá convertirse en definitivo y Chipre deberá arreglarse con ‘patacones’. Sería una salida indecorosa y anárquica del euro, sin que medie una decisión soberana ni un plan alternativo.
La crisis chipriota deja en evidencia que los depósitos bancarios han quedado a merced de la crisis y que el Estado tampoco puede cumplir con su promesa de rescate con los depósitos inferiores a los cien mil euros. “El rescate de Chipre ha demostrado -dice un columnista del Financial Times (18/3)- que las naciones acreedoras insistirán para que de ahora en más cualquier rescate bancario deba ser co-financiado por los depositantes”. Esta conclusión es una invitación al retiro en masa de los depósitos en los bancos. Los casos de España e Italia son contundentes, pues no tienen la menor posibilidad de salir a un rescate de sus propios bancos; a falta de dinero público, el rescate del Bankia en España, por ejemplo, se realizó mediante garantías ofrecidas por el Estado español al BCE – que una correcta contabilidad debería incorporar al monto de la deuda pública española. Desde el lanzamiento del rescate, sin embargo, el Bankia no hace sino perder dinero. Existe, por otro lado, una relación simbiótica entre bancos y Estados, pues los primeros tienen en sus tesoros las deudas públicas de los gobiernos que deberían encargarse de rescatarlos.
Una corrida bancaria dejaría a los bancos y al Estado colgados de un pincel. La deuda pública española, bien contada, supera el ciento por ciento del PBI, mientras que la privada es de arriba del 250% del mismo. Los depósitos asegurados en toda Europa alcanzan la friolera de siete billones de euros (siete millones de millones). “Desde la crisis de 2007, el endeudamiento de los gobiernos, las empresas no financieras y las familias aumentó en treinta billones de dólares -informa el diario paulista Valor (18/3)- (lo cual) representa un 40% del PBI mundial”. Como ocurre con el cuento del kirchnerismo, el pregonado desendeudamiento mundial (‘deleveraging’) resultó en un aumento fenomenal de la deuda pública y privada.
Unión bancaria
La confiscación chipriota tampoco es un rayo en cielo sereno. La ‘troika’ constituida por la Comisión Europea, el FMI y el BCE, ya venía advirtiendo que el dinero público y la emisión de moneda no podían seguir asumiendo las operaciones de rescate. En España, por ejemplo, fueron confiscadas unas llamadas acciones preferentes del Bankia, que no eran otra cosa que dinero de depositantes que fueron ‘persuadidos’ de convertirlas en acciones. En Holanda, el gobierno no pagó los bonos no asegurados cuando procedió en febrero a la nacionalización de uno de sus bancos. El rescate del Anglo Irish, en Irlanda, se financió en parte con el dinero de bonistas ‘senior’- o sea asegurados. Es cierto que, en algunos casos, la quita a los bonistas es ficticia, porque sus bonos ya se cotizaban a nivel basura como consecuencia de la crisis. Lo de Chipre es, sin embargo, un gran salto hacia adelante, y por eso no es casual que se experimente con una economía menor.
Lo que está en juego en todo esto es el diseño del sistema bancario europeo en el curso de la presente crisis. Los países de la zona euro están discutiendo una “unión bancaria”, que por un lado es predicada como el establecimiento de un seguro continental de los depósitos de los bancos, pero por el otro apunta a establecer una ley de quiebras para el conjunto bancario de la zona euro. Chipre es un conejillo de Indias de la “unión bancaria”; por eso el Financial Times (18/3) asegura que “el destino de la Isla fue sellado en Alemania”. Lo que se busca es concentrar el negocio bancario, o sea liquidar a la entidades que no puedan financiar el seguro contra quiebras, y a partir de aquí proceder a una “unión fiscal”, que colocaría la deuda pública bajo la supervisión de los grandes bancos. Una corrida bancaria, en las circunstancias actuales, podría dar por tierra con estos planes, pero al mismo tiempo sería la vía ‘rápida’ para concretarlos.
La época de las concentraciones bancarias graduales está superada. El capital no tiene otra alternativa que jugar con fuego. Un editorial del Financial Times advierte que la confiscación de depósitos en Chipre, “no va a llevar a los bancos a una reestructuración inmediata”.
Es cierto que los diarios traducen optimismo cuando se trata de Estados Unidos y China, pero se trata de una operación de ‘lobby’. Un ex funcionario de finanzas de Clinton y de Obama observa que “en el recuerdo, las crisis son un concatenamiento de desastres. Pero en los hechos se desenvuelven como momentos de pánico separados por espacios de tiempo largos separados por una calma aparente” (FT, 18/3). Alude a la supuesta calma que se adjudica al momento actual, y aprovecha para advertir sobre el peligro inminente que representa Francia. El Banco de Basilea, que supervisa al sistema bancario internacional, es menos condescendiente, pues advierte que sus “datos están señalando una continua debilidad macroeconómica en las economías más avanzadas”
(Financial Times).
Vasos comunicantes
Las crisis de la envergadura de la que se inició en 2007 tienen una lógica interna que no es reconocida por la mayoría de los observadores. Desde el momento en que plantean una reestructuración en profundidad de las relaciones entre las clases (o sea, un sometimiento en mayor escala de la fuerza de trabajo), los períodos de ‘calma’ o incluso de ‘recuperación’, además de inevitables, entran en contradicción con la necesidad íntima de la crisis. Es que al debilitar la ofensiva de ajuste, austeridad y reestructuración, las llamadas ‘calmas’ o ‘recuperaciones’ ofrecen una posibilidad de recuperación al movimiento obrero, allí donde este no haya podido enfrentar con suceso, hasta ese momento, la ofensiva capitalista. También otorga algún respiro a la pequeña burguesía, mientras prepara, por esos medios, los nuevos estallidos. Lejos de ser un anticipo de la salida a la crisis, anuncian por el contrario su agudización. Los vasos comunicantes también valen para las masas: después de haberse convertido en refugio para el dinero que escapaba de Grecia, la bancarrota de Chipre, cuya población es en su mayoría griega, ha reanimado la crisis política en Grecia. En el plano político ocurre otro tanto: los regímenes políticos acentúan su corrosión en los periodos de aparente tregua.
Como diría un cuervo convertido en Papa de los cuervos: la procesión va por dentro.