Fue, durante mucho tiempo, la noticia más cantada en el mundo financiero: el Banco Central de Estados Unidos pondría fin a la política de compra masiva de la deuda pública norteamericana, la cual se ha desarrollado mediante una emisión monetaria gigantesca. El objetivo perseguido -apalancar a la economía norteamericana e incluso a la del resto del mundo- se habría alcanzado. Esa emisión había logrado mantener la tasa de interés de referencia a poco arriba del cero por ciento, así como transferir las inversiones en deuda pública a las acciones de empresas, lo que promovió un ascenso espectacular de las bolsas. Sin embargo, cuando llegó la hora de la verdad, la Reserva Federal pestañeó: la cancelación gradual de la política de emisión de moneda quedaría para más adelante. La vacilación de los banqueros centrales dejó al desnudo la profundidad de la bancarrota capitalista mundial, cuando se han cumplido más de seis años desde su inicio.
Es que, a pesar del ‘estímulo’ monetario gigantesco, la esperada reactivación de la economía apenas se hizo notar. En relación con el desempleo ocurrió lo mismo: la reducción del 9 al 7,5% se debió a la baja en la gente que dejó de buscar trabajo -bajó la población activa, no la desocupación. Los empleos que se han creado durante la crisis son, por otra parte, de peor calidad y el salario medio no creció, lo cual implica el desplome de quienes ocupan la parte inferior de la escala. “La lectura más reciente -dice The Wall Street Journal (27/6)- muestra un escenario inestable. Las inversiones de las empresas norteamericanas avanzaron apenas un 0,4% en el primer trimestre. El ritmo de inversiones está un 4% abajo del período pre-recesión. La producción total de las fábricas norteamericanas, el mes pasado, fue un 5% inferior al promedio de 2007″.
Nuevo ciclo especulativo
El dinero emitido no fue a la inversión ni al crédito, sino a la compra de activos y papeles que ya se encuentran en circulación, cuyos precios se habían abaratado en relación con el aumento de la deuda pública. Una periodista británica (Gillian Tett, Financial Times, 20/9) tuvo que aludir a la “baja productividad del dinero”, para justificar que tanta plata sólo hubiera logrado producir un incremento del 2% del PBI de Estados Unidos y virtualmente nada en Europa. El fracaso del ‘estímulo’ puso de manifiesto que los fundamentos de la crisis han empeorado: la tasa de beneficio industrial no se ha recuperado, como tampoco la demanda de los consumidores; el nivel de endeudamiento mundial apenas se ha movido de los 500/600 billones de dólares; el sistema bancario está atiborrado de créditos incobrables -los principales bancos europeos tienen un déficit de capital de cien mil millones de euros. Grecia y Portugal reclaman nuevos rescates; Italia, España y Francia se encuentran en un completo impasse. La ya mencionada periodista señala: “Hoy, en el Reino Unido, apenas el 15% del total de flujos financieros es canalizado efectivamente hacia ‘proyectos de inversión’; el resto sustenta activos empresarios, inmobiliarios o finanzas personales no garantizadas, que existen para estabilizar el ciclo de vida del consumo”.
La emisión descomunal de la Reserva Federal de Estados Unidos (a la que acompaña, desde mucho antes, la mayor aún del Banco de Japón) ha operado, en realidad, como una provisión de ‘dinero fácil’ para financiar una especulación financiera, la cual ha superado a la que llevó al derrumbe de 2007/9. Con una expansión de su balance, de casi cero a cuatro billones de dólares, el Banco Central norteamericano desplazó a China y a Japón como los principales tenedores de deuda pública de Estados Unidos. Frenó, de este modo, la amenaza de un retiro de fondos de esos países, motivada por el temor a que la deuda norteamericana no encontrara financiación. Una reducción de los gastos y de la deuda pública de Estados Unidos se encuentra bloqueada en el Congreso norteamericano, aunque el avance de un ‘ajuste’ tendría como resultado un retorno directo a la recesión. Es claro, entonces, que la Reserva Federal tuvo que recular de la intención de poner fin una política que no lleva a ningún lado, porque su cancelación (incluso si fuera gradual) habría acentuado la crisis económica en Estados Unidos e incluso agravado la crisis financiera con un derrumbe generalizado de las bolsas. La caída persistente de la cotización del oro, desde que se anunció el propósito de disminuir el ritmo de emisión monetaria, dejó planteado el recrudecimiento de la deflación que acosa al conjunto de la industria mundial.
Países emergentes
La ‘madre de todas las crisis’ se asomó, sin embargo, en los llamados ‘países emergentes’. Ocurre que la reducción de la tasa de interés norteamericana, como resultado de la compra masiva de deuda pública por medio de emisión de moneda, movilizó los capitales especulativos hacia inversiones de mayor rendimiento, en especial a las de aquellos países -sea para deuda pública, la bolsa, préstamos de todo tipo o la financiación del consumo interno. El endeudamiento público y privado de los ‘emergentes’, a través de toda clase de instrumentos financieros, adquirió desde 2010 proporciones colosales y, en especial, el uso de esa financiación para apalancar la deuda doméstica. La deuda de las familias en Brasil (la cual está financiada por créditos internacionales a los bancos) es del 52% de sus ingresos y ha producido una incobrabilidad del 10/12%. El gobierno brasileño ha llegado al ridículo de protestar contra este retiro de fondos internacionales, luego de haberse quejado por lo contrario -el ingreso de fondos- dos años antes, lo cual calificó entonces como una ‘guerra monetaria’. Es también lo que ocurre en Indonesia y la India, en la misma escala. La incobrabilidad, por un lado, y la perspectiva de aumento del costo del crédito internacional -en anticipación al retiro de los ‘estímulos’ de la Reserva Federal- por el otro, han desatado una salida de capitales en gran escala y, por lo tanto, la devaluación de las monedas de esas naciones. Lo mismo pasa en Argentina, donde el crédito con tarjeta ha crecido sin parar, a pesar de que tiene menor exposición al mercado internacional de capitales. En junio pasado, cuando el retiro de los ‘estímulos’ por parte de la Reserva Federal planeaba como una posibilidad, Le Monde (26/6) titulaba: “El costo de los empréstitos inquieta de nuevo a Europa: la tasa de las deudas soberanas de Irlanda y Portugal ha aumentado en forma neta en los últimos días”. Los fondos estadounidenses, que habían inundado de dólares a Europa, luego de la ‘sequía’ de 2011, amenazaban con un nuevo retiro, precisamente por el encarecimiento del crédito a la metrópoli. En efecto, antes del anuncio que después no se produjo, la tasa a largo plazo en Estados Unidos se aproximó al 4%, a pesar de los ‘estímulos’. A finales de junio pasado, una “venta record de títulos públicos de Estados Unidos” obedeció a “la liquidación por parte de países en desarrollo, para financiar la salida de dólares” (Financial Times, 28/6).
La vacilación del Banco Central norteamericano para eliminar en forma progresiva su política de estímulos se explica por el temor a provocar un derrumbe financiero de alcance internacional. Las críticas al recule no se hicieron esperar, desde los que aseguran que sólo servirá para amplificar la especulación en desarrollo y desatar una crisis aún peor en un futuro próximo, hasta los que aseguran que el derrumbe de la especulación al interior de los ‘países en desarrollo’ es imparable sin importar qué se haga al respecto más allá de sus fronteras. Por eso, es interesante el abordaje de esta crisis por el nuevo presidente del Banco Central de la India, el cual ha elevado en forma drástica la tasa de interés interna para contener la devaluación de la rupia y ha indexado los créditos-deudas -esto para contener la salida de capitales. Es por este camino que rumbea también el kirchnerismo, en especial si se confirma el establecimiento de un nuevo índice de precios que sirva, precisamente, al ajuste por inflación. Podría ser, no hace falta decirlo, la ‘salida’ de los Massa-Lavagna-Nielsen en el marco de una devaluación del peso.
Todo esto ocurre cuando disminuyen la producción y la demanda de China y se desarrolla -especialmente en ese país- una crisis bancaria formidable. Aunque China es acreedora internacional por un monto bruto de cinco billones de dólares, frente a un pasivo bruto de tres billones (Valor Económico, 4/6), tiene un elevado déficit de inversiones, debido a la diferencia de rendimientos de uno y otro: mientras las inversiones extranjeras en China obtienen rendimientos del 22 al 33% anual, el de las inversiones chinas afuera “es casi nulo”.
La salida de la crisis con métodos especulativos ha desatado una crisis de alcance mayor a la que estalló en 2007/8; el mercado financiero internacional (incluidos sus mercados domésticos) ocupa el lugar que hace seis años ocupó la crisis hipotecaria y la de los bancos vinculados a ella. El ‘pestañeo’ de la Reserva Federal es la manifestación política del nuevo derrumbe que se encuentra en desarrollo.