Sobre la Guerra, el célebre tratado de Karl Von Clausewitz, recuerda que la primera obligación de todo gobernante o estratega consiste en identificar, cuantificar y evaluar al enemigo. Si el gobernante desconoce su propia posición, quién es, con qué herramientas cuenta, cuál es el daño que puede hacer el enemigo a su país y a sus gobernados, tiene la batalla perdida antes de comenzar.
Cuando el presidente de la República Oriental del Uruguay, José Mujica, inició al asumir su mandato sus contactos con su par argentina, Cristina Elisabet Fernández Wilhelm de Kirchner, con miras a solucionar los diferendos entre las dos naciones, si bien quien esto escribe afirmó -desde diversas columnas- que los mismos no se solucionarían teniendo en cuenta los personajes que integran el equipo ejecutivo del gobierno de Buenos Aires, estimé que Mujica sabía a quién se enfrentaba. Especialmente teniendo en cuenta sus afirmaciones en el tan comentado reportaje Pepe Coloquios.
Es que, releyendo en su momento dicha entrevista, obsequié mayor importancia a la opinión que tenía el mandatario uruguayo, sobre todo porque supo expresarla en forma pública. Se refería a los Kirchner y a los peronistas en general.
Creí que, por estos días, Mujica -al verse obligado a negociar el aumento de la producción de UPM con la mandataria argentina- recordaría sus propios conceptos sobre el matrimonio Kirchner. A Néstor y Cristina, José Mujica los definía como: “peronistas (…), y los peronistas son patoteros”. Declaró también: “Los Kirchner son de izquierda. Peor, son una patota”, reafirmando que procedería a encaminar las negociaciones de acuerdo a las sugerencias de la obra del prusiano Clausewitz, que sabemos Mujica estudió y analizó a consciencia.
Siguiendo su diálogo con el periodista (que, grabador en mano, no salía de su asombro), el ahora jefe de Estado uruguayo explicaba su estrategia para negociar en Argentina y la defendía con firmeza: “En la Argentina tenés que ir a hablar con los delincuentes peronistas, que son los reyes. Son tipos que están ahí y tienen el poder: son verdaderos señores feudales”.
Hoy es fácil concluir que estas dos citas sirven de argumento para percatarnos de que Mujica se ha equivocado en la estrategia utilizada para lidiar con el gobierno argentino. Se olvidó, pues, de elaborar un curso de acción para enfrentarse en las negociaciones a los “delincuentes peronistas”.
Como resultado de este “olvido” de Mujica respecto de las cualidades morales y éticas de sus amigos, Uruguay se encuentra ahora soportando el embate permanente de la reconocida política peronista de “primero, un sopapo y, después, una caricia”. Así lo traen al presidente del Uruguay: a los sopapos y a los mimos.
Al igual que el 9 de octubre del 2013, el canciller Héctor Timerman remitió otro mensaje mafioso a Mujica, expresando: “Le mandamos dos mensajes a Uruguay, este es el tercero”; “Voy a esperar un par de días antes de ir a La Haya”. Y continúa: “El gobierno argentino reclama por mi intermedio que el gobierno uruguayo deje de inmediato sin efecto esta nueva resolución y se atenga al cumplimiento estricto y de buena fe”. El canciller Timerman finaliza, amenazando: “Le comunico que el gobierno argentino procederá a reevaluar todas las políticas de relacionamiento bilateral con el Uruguay, así como el funcionamiento de las respectivas comisiones binacionales”.
Recuerde sus propias palabras, Señor Presidente Mujica, sobre los Kirchner y sobre los peronistas: mafiosos, delincuentes, patoteros, señores feudales. En base a estos conceptos, elabore un plan para hacer frente a su enemigo, y siempre tenga bien presente el tratado de Clausewitz. En especial cuando invita a identificar, cuantificar y evaluar al enemigo.