No me da buena espina lo que sucede en el Congreso en torno a las llamadas reformas político-electoral y energética, pero supongo que conviene esperar hasta el desenlace para pronunciarse sobre el contenido, y no el mero enunciado, de dichos cambios legislativos. Me sigue persiguiendo el leve temor de que en estos dos casos sucederá lo mismo que con otros en este sexenio: el gobierno ha adquirido la insólita habilidad de transformar buenas ideas y buenas intenciones en malos resultados. Pero aguardemos.
Lo que sí conocemos ya es el resultado de las encuestas al año de haber tomado posesión Enrique Peña Nieto. Además de la de esta casa, se pueden consultar la de Ulises Beltrán, en Excélsior; la de Francisco Abundis y Parametría; la de Jorge Buendía, en El Universal, y algunas otras de radio o privadas. Todas reflejan la misma tendencia, con campos de variación mayores o menores según la ficha técnica de cada sondeo. Los números son malos y deben ser preocupantes. La aprobación y calificación del presidente y del gobierno han caído entre una cuarta y quinta parte; la evaluación del desempeño gubernamental en temas específicos también, y los augurios negativos para el futuro se han elevado.