Desde 2001, en Estados Unidos todo intento de modificación del esquema migratorio reviste tres características: la legalización del universo indocumentado; la regulación de flujos migratorios futuros y el supuesto aseguramiento de la frontera. A partir de 2007, los gobiernos de México decidieron no involucrarse en el debate que se diera en EEUU en estos tres capítulos, a pesar de ser obviamente un actor principalísimo en los tres. Sobra repetir que más de la mitad de la población sin papeles en EEUU es mexicana; que más de la mitad de los flujos actuales y futuros son y serán mexicanos y que la frontera es también nuestra.
Siempre estuve en desacuerdo con esta opinión sobre los dos primeros puntos, pero entiendo la lógica de prudencia, temor o reflejo antiintervencionista trasnochado para adoptarla. La postura a propósito del tercer punto ya no es un asunto de opinión sino de hechos. Así como en 2006, Bush con los senadores McCain y Kennedy, lanzó el anzuelo de la construcción de los primeros 480 km de barda, muro o cerca para obtener los votos conservadores tanto en el Senado como en la Cámara Baja para aprobar la reforma migratoria integral de entonces, hoy ”La banda de los 8’‘, con el consentimiento tácito de Obama, ha aprobado la enmienda Corker-Hoeven de sellamiento de la frontera.