Cuando una sociedad se constituye en un foro de propagandistas se embrutece. Y en eso estamos los argentinos, al menos una parte de nuestra dirigencia. Mientras tanto, la corrupción se pavonea entre nosotros. Está en el seno mismo del gobierno, que la tolera, la protege y, en algunas ocasiones, pareciera fogonearla. Está en ámbitos de la Justicia. Está en la actividad empresaria y sindical. Está, en fin, como enquistada en nuestra identidad como país. Y lo peor, la impunidad apañada de los que mandan.
La Argentina necesita corregirse. Necesita urgentemente recuperar la posibilidad de pensar el futuro. Necesita dejar de ser lo que es. La honestidad de la gestión pareciera ser una característica anormal para la sociedad argentina. Como si fuera una extravagancia. La transparencia se vuelve entonces en algo como demasiado exigente para una sociedad que se administra a sí misma con ilegalidad. En este verdadero desvarío de corrupción, aprietes, ineficacia, inmoralidad, incoherencias y mentiras, estamos a punto de perder a la República.
Estamos en presencia de dirigentes inescrupulosos que pretenden que creamos en sus “cambios”, cuando no hacen la más mínima autocrítica sobre sus pasados más que recientes en términos históricos. El ex jefe de Gabinete, Sergio Massa, anda por la vida intentando cooptar a dirigentes del radicalismo en un afán incalificable por hacer creíble que en verdad constituye una alternativa. Pretende que creamos que ha nacido anoche mismo y que no tiene responsabilidad pasada sobre lo que hoy pasa. Nada dice sobre cómo solucionará los problemas energéticos; ni la pobreza; ni la educación de nuestros hijos; o de nuestro sistema de salud pública que destruyeron los gobiernos de su mismo signo político. Ejemplo concreto: la provincia de Buenos Aires, gobernada por sus compañeros durante más de un cuarto de siglo.
También observamos actitudes similares en el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el ingeniero Mauricio Macri. No muestra ningún plan que pueda convencer que hay en ese espacio algún proyecto serio de gobierno para la Nación. Los dos, en materia de seguridad, sólo prometen más represión, más policía. Parecen desconocer que la matriz de la inseguridad en la sociedad argentina está en la exclusión social de millones de compatriotas que hoy viven bajo los límites de la pobreza y la indigencia, sin derecho a la salud y a la educación públicas.
Siempre recuerdo, cuando se habla de estos temas, una entrevista que le hicieron al presidente Raúl Alfonsín durante el menemismo. Le preguntaron si la UCR no debería “modernizarse” y seguir los “lineamientos” que en ese momento imperaban para poder ganar una elección. Contestó con una frase contundente: dijo que la UCR no debía subirse a ese tren sino más bien prepararse a perder muchas elecciones hasta que se demostrase que ese no era el camino. Bienvenidas sean las alianzas para salir de donde estamos. Bienvenida la unión de quienes tienen una visión progresista de las cosas, de quienes tienen una visión social demócrata de la realidad, de quienes tienen la decisión de transformar el futuro.