“Se nos acabó la paciencia con Amado. Ahora el gesto tiene que ser de él. No podemos hacer una campaña presidencial con el vicepresidente de la Nación procesado por corrupción. Es imposible”. El que me dijo esta frase forma parte de la mesa chica de uno de los candidatos más fuertes que tiene el kirchnerismo para el 2015. Me lo dijo con resignación. Como si en su interior supiese que la Presidente de la Nación no iría a tomar esa decisión que hoy tiene en vilo al arco político nacional. ¿Qué significa el procesamiento de Amado Boudou? En términos electorales, se constituye como el obstáculo más grande con el que se encuentra el kirchnerismo en los últimos 10 años.
En la larga lista de pruebas que el juez federal, Ariel Lijo, tiene en contra del vicepresidente todavía no está claro cuál fue la pieza fundamental de todo el entramado que se formó para poder quedarse con la ex Ciccone. ¿El ex presidente de la nación, Néstor Kirchner, sabía de las negociaciones que estaba realizando el vicepresidente? ¿Boudou se “cortó solo”? ¿Era posible intentar un negocio de esas características sin haber tenido encima los ojos del ex mandatario? ¿Boudou lo mantenía al tanto de cada una de las acciones? Es extraño o al menos particular que el nombre de Néstor Kirchner no aparezca en este entramado de rufiandad corrupta. ¿Cuál es el miedo a aceptar que no existía chance alguna de realizar irregularidades de estas características sin tener el aval del ex presidente?
Cinco meses antes de la explosión del caso Ciccone, recuerdo un llamado de una fuente muy importante de Santa Cruz. Una fuente alejada de la mesa chica política pero con contactos directos con empresarios y hombres fuertes del kirchnerismo. ¿Cuál es la ventaja de una fuente que no tenga un día a día en la toma de decisiones? Que su información está despojada de las estrategias de la coyuntura política y de los intereses de esas personas con acceso irrestricto a la Casa Rosada. “Juan. Lupín se está quedando con Ciccone, la máquina de hacer billetes. Están haciendo una movida con Moneta. Metete que vas a encontrar cosas”, me dijo en un llamado telefónico mientras, recuerdo, cruzaba la avenida Corrientes, una tarde de marzo. ¿La verdad? No la vi. No tenía muy claro el papel de Ciccone en la estructura de la Casa de la Moneda, no encontraba la forma de meterme en una investigación de esas características y más aún, me parecía inverosímil. Uno, día a día, recibe información de corruptela y negociados nacionales y transnacionales, con miembros del Gobierno involucrados como ladrones de guante blanco de características insólitas. Ocurre que muchas veces esos rumores solo quedan en eso o se vuelve imposible chequearlos y eso se constituye como un mito que arraiga en los círculos políticos. Pero un mito es mito hasta que deja de serlo, y las investigaciones de Jorge Asís, Hugo Alconada Mon y Nicolás Wiñazki desentramaron el trabajo de “los descuidistas”, como en forma brillante los definió el Turco Asís. A mí, nunca me mencionaron a Amado. Ahí entendí todo.
Boudou, Nuñez Carmona, Vanderbroele, actuaron con la impunidad de un asesino a sueldo que sabe que mata, recibe su dinero y desaparece. Al sicario no le interesa ponerse a pensar en los rastros. Sube a un auto o moto, se pone una capucha, va, identifica, mata y se va. La sensación de impunidad de alguien de esas características se reflejó en cada uno de los pasos de la banda de los marplatenses. Los dedos pegados en todas las cerraduras. Nada de cada una de las cosas que pasaron en el medio de la ex Ciccone pudo haber ocurrido sin la aceptación de Néstor Kirchner. “Vos ya estás haciendo boludeces con Kirchner. Cuidate”, le dijo a Boudou un ahora ex amigo y uno de sus principales “inventores”. A Amado le bastó un trimestre en la vicepresidencia para meterse en las negociaciones habituales a las que Néstor Kirchner solía llevar a sus funcionarios.
El viernes pasado, participé del programa Intratables, que conduce Santiago del Moro por el canal América. Afirmé que cada uno de los pasos de Boudou fue avalado por Kirchner. Sentí unos segundos de silencio, como si se tratase de algo de lo que no se habla. No se trata de hablar de alguien que no puede defenderse. Esto no es opinión, esto es información: Néstor Kirchner lo sabía.