Al dólar futuro lo pagamos con inflación

La presencia de la ex presidente Cristina Kirchner en tribunales de Retiro la semana pasada tuvo su notoria impronta política, pero ésta no disimula que la causa por la que se la citó a declarar tiene un fundamento económico. Los negocios del dólar futuro promovidos por el Banco Central en los últimos meses de su gobierno causaron una pérdida de $77.000 millones para la entidad, una vez ejecutada la devaluación de diciembre.

Ese costo es el que se calculó al instruir la causa que se tramita en el juzgado de Claudio Bonadío, quien considera que esas operaciones se concretaron “en condiciones dañosas para el erario público”.

La inyección de pesos con la que el BCRA debió compensar a los inversores que apostaron a un dólar en 2016 más alto que los $10 a los que se acercó en el cierre de la gestión de Alejandro Vanoli contribuyó a expandir la masa de pesos en la economía e incentivar la inflación.

En marzo y la primera mitad de abril de 2016 la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente del BCRA) aumentó casi $30.000 millones (+4,8%). La devaluación y la suba de las tarifas de servicios públicos tuvieron un fuerte costo inflacionario, pero a éste se le añadió el de los pesos emitidos para compensar futuros. Los precios minoristas escalaron en promedio casi diez puntos, del 28% anual en diciembre al 38% anual estimado para abril.

Para cuantificar el impacto de los vencimientos de los contratos de dólar futuro transados en 2015 y que todavía se están terminando de pagar, esos $77.000 millones representan hoy unos USD 5.400 millones o 1% del PBI. También equivalen al 13% en la Base Monetaria.

La inflación es la principal preocupación económica de la sociedad, todavía por encima del estancamiento económico y la caída del empleo. Desde que Mauricio Macri asumió, hace poco más de cuatro meses, la inflación acumulada alcanza el 20 por ciento.

Por esa razón el Banco Central se enfrenta al difícil reto de absorber la liquidez excedente en el sistema financiero, a cambio de una tasa de interés del 38% anual, récord desde la crisis en 2002. Esta tasa es recesiva, porque quita pesos a la actividad económica y encarece el crédito frente a colocaciones a plazo más rentables. Pero, además, implica un fuerte desembolso de pesos más adelante y más presión inflacionaria cuando se deberán cancelar los títulos.

La deuda contraída por el Banco Central a través de LEBAC y NOBAC totaliza unos $550.000 millones, monto casi igual al de la Base Monetaria, en torno a 590.000 millones de pesos. Hace diez años le relación era de dos pesos en la economía por cada uno de deuda “cuasi fiscal”.

Algunos analistas financieros aseguran que esta “bomba monetaria” por la acumulación de pasivos será muy compleja de desactivar en los próximos meses si la entidad que preside Federico Sturzenegger necesita bajar las tasas para no deprimir la actividad, a riesgo de no poder renovar la montaña de vencimientos de Letras, que se concentran en el corto plazo.

Cesa la preocupación por el dólar

Es curioso que el problema del BCRA en el presente no es la escasez de dólares, después de años de acelerada caída de reservas, si no qué hacer con los pesos, que pierden valor por la inflación, pero que el Tesoro reclama con avidez creciente por un déficit fiscal en torno al 7% del PBI.

Hasta julio el Banco Central contará con dos potentes impulsos para reforzar su posición de divisas: la liquidación de exportaciones del agro en el período de cosecha gruesa y el crédito e inversiones externas que puedan ingresar tras el acuerdo con los holdouts.

La Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron en el transcurso de 2016 ventas al exterior por unos USD 6.300 millones, un 60% más que en el mismo lapso de 2015. Si a estos dólares los absorbe el sector privado y quedan en el sistema aumentarán las reservas. Si los adquiere el BCRA también sumarán a reservas, aunque a cambio debe emitir pesos para comprarlos. Al ser ingresos genuinos y no emisión espuria, el efecto de estos pesos es neutro en cuanto a inflación.

En el caso de los títulos soberanos, se calcula una colocación de al menos USD 15.000 millones, de los que una porción menor quedará en el país, pues en su mayor parte les serán girados a acreedores externos. Las divisas financieras que queden en el país sumarán a las reservas, con un aumento de la deuda pública como contrapartida.

En medio de las noticias sombrías que llegan de Brasil -la crisis por el juicio político a Dilma Rousseff y una recesión económica estimada en 4%- llega otra alentadora: la revalorización del real. Desde que Argentina eliminó la restricción cambiaria el 16 de diciembre pasado el precio del dólar subió 44%, mientras que en Brasil cedió 10%, relación que mejora la competitividad de los productos argentinos para venderle a nuestro principal socio comercial.

Hay que seguir de cerca a las reservas

Comienza el último cuatrimestre del año, el período que presenta mayores dificultades para el ingreso de divisas comerciales, ya finalizada la liquidación de la cosecha gruesa, y con la inestabilidad potencial que contagia a los mercados financieros la proximidad de las elecciones presidenciales.

En ese marco se comprende el empuje alcista del dólar paralelo, que sondeó los 16 pesos el mes pasado, en máximos históricos, y que sintió el influjo de la incertidumbre financiera por la volatilidad de las acciones en el exterior, el descenso de los precios de las materias primas y la decidida devaluación de las monedas de países emergentes.

Mientras que el petróleo se recuperó con firmeza y volvió al nivel de u$s50 por barril del final de julio, la soja, principal producto de exportación nacional, fue la gran perdedora del mes, con un declive de 8,5%, a u$s325,40 por tonelada en el mercado de Chicago para los contratos más operados. A la par se profundizó la devaluación en Brasil, el principal importador de productos argentinos: allí el dólar alcanzó su valor más alto en 12 años, a 3,63 reales, con un incremento acumulado de 37% en 2015, que contrasta con una apreciación de 8,7% del dólar oficial en Argentina.

A $15,47, el dólar “blue” acumuló una ganancia de 3,5% en agosto, desde los $14,94 del cierre de julio, una tasa que triplicó el 1,2% que ganó el dólar mayorista en el segmento oficial, hoy a 9,2975 pesos.

La tensión financiera deriva de las dudas sobre las cifras oficiales de la economía y de algunos indicadores puntuales del Banco Central. Por eso no es extraño que en los dos últimos meses el dólar informal haya trepado 15%, con un techo probablemente más elevado si se observa que desde que empezó el año la suba se reduce a 10,1%, inferior a la inflación real.

El disparador local para las alertas del mercado vino desde la política el 16 de junio, con la confirmación del actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, como compañero de Daniel Scioli en la fórmula del Frente para la Victoria. La brecha cambiaria entre el dólar oficial y el “blue” se amplió de 41 a 65 por ciento desde entonces, por el temor de los operadores financieros a una eventual continuidad de un esquema económico perimido.

La entidad que preside Alejandro Vanoli redobló sus esfuerzos para contener al dólar, pues acumuló ventas netas cercanas a u$s800 millones en su intervención en el mercado mayorista durante agosto. Con un saldo negativo en 17 de las 20 ruedas cambiarias del mes, el Central sufrió el debilitamiento del ingreso de divisas comerciales, a la vez que debió abastecer de divisas a los bancos por la creciente demanda de dólar “ahorro”, que repitió en agosto las ventas récord de u$s680 millones registradas en julio.

Sólo el ingreso de los yuanes chinos por el “swap”, que analistas privados calcularon en el equivalente a unos u$s9.000 millones desde octubre de 2014, sostienen a las reservas del Banco Central. Estos activos internacionales no son más que un préstamo de hecho, que deberá devolverse en el corto plazo, y no representan ingresos genuinos, sino un respaldo endeble e insuficiente para la emisión constante de pesos.

Esta fragilidad se percibe más acuciante si se consideran los más de u$s6.000 millones que se prevé desembolsará el Central para cumplir el pago del Boden 2015 el 3 de octubre próximo, a tres semanas de los comicios. Por eso la evolución de las reservas internacionales, junto con la de la Base Monetaria, será la principal variable a seguir para definir el precio del dólar, tanto presente como para 2016.

Las reservas cedieron casi u$s350 millones en agosto, aún con el aporte del “swap” con el Banco Central de China. Con datos actualizados al 26 de agosto, el BCRA informó que la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y cuentas corrientes en pesos) suman $517.694 millones, frente a u$s33.606 millones de reservas, que resultan un dólar implícito de $15,40, muy similar a los $15,47 del “blue”.

La sobre emisión anticipa más inflación a fin de año

El Banco Central informó que al 21 de julio pasado la Base Monetaria (billetes y monedas en poder del público, depósitos a la vista y cheques cancelatorios) sumaba un monto récord de 531.382 millones de pesos. En apenas tres semanas de julio el indicador creció un 10,1% desde el cierre de junio, en 482.719 millones de pesos.

La expansión de los pesos en la economía está alcanzando en las últimas semanas un nivel sin precedentes, con un ritmo de incremento interanual de 39,6% si se lo compara con los datos del 23 de julio del año pasado ($394.680 millones).

La inflación tiene múltiples causas, pero es la emisión de moneda sin respaldo el principal cimiento para que aumenten los precios en forma generalizada y esta expansión es promovida por el Gobierno para financiar el déficit de las cuentas públicas.

Es habitual una correlación entre el aumento de la Base Monetaria y la tasa de inflación. En una comparación interanual, el incremento de la Base Monetaria al cierre del primer semestre fue de un 30%, desde los $370.611 millones del 30 de junio de 2014 a los $482.719 millones en 2015. La inflación acumulada en doce meses fue de 27,9% hasta junio último, según promedió el índice “Congreso”.

Por ese motivo, mantener el ritmo de expansión de la Base Monetaria en torno a 40% anual dará un fuerte impulso a la inflación hacia fin de año, más si se tiene en cuenta que el déficit fiscal se multiplica por cuatro este año respecto a 2014 y no hay alternativas financieras suficientes para cubrirlo.

El incentivo al consumo con una importante inyección de liquidez es un propósito del Gobierno de cara a las elecciones presidenciales. El 10% de aumento de la base monetaria en el corriente julio es sólo superado por el alza de 12% de diciembre de 2014. El último mes del año es el que mayor demanda de pesos registra por las necesidades de pago de salarios, medio aguinaldo, cierre de balances y pagos de bonos empresarios, y por estacionalidad exige mayor emisión monetaria. Este año electoral apuró los tiempos y diciembre se adelantó a julio.

Menos esterilización, más inflación

El Banco Central utiliza la emisión de deuda “cuasi fiscal”, las LEBAC, para “esterilizar” la liquidez de la economía. No es un instrumento neutro, pues al tomar pesos del mercado se compromete a pagar una tasa de interés cercana al 30% al vencimiento, pero permite que la expansión monetaria no se cristalice plenamente en inflación, al menos en lo inmediato.

En 2014 la emisión de letras fue crucial para evitar una espiralización inflacionaria: el crecimiento de la Base Monetaria se redujo a un 22,6% anual (de 377.196,5 a 462.564,5 millones de pesos) debido a que la deuda de la entidad trepó 155% (de 110.546,6 a 282.135,2 millones). El resultado fue que la inflación anualizada (38,5% según el índice Congreso, un 37,6% según el sitio Inflación Verdadera) se desaceleró sensiblemente hasta quedar debajo del 30% anual en el transcurso de 2015. Los números de julio dan señales claras de que esta tendencia se está revirtiendo.

Para no causar un deterioro mayor en la hoja de balance del Central, este año el Tesoro empezó a contribuir al financiamiento de su propio déficit, con la colocación de bonos en pesos. Y el BCRA aflojó con la licitación de LEBAC. En los últimos cuatro meses se tomaron $42.200 millones en Bonos del Tesoro Nacional (BONAC) y la deuda del Central subió desde enero un 22% o $64.446,8 millones, a 346.582 millones de pesos.

Una diferencia principal es que los pesos absorbidos a través de BONAC regresan al mercado en pocos días, pues son utilizados para cubrir gastos corrientes, por lo tanto no surten el efecto antiinflacionario de las LEBAC. Apenas sirven para el financiamiento del Tesoro en el corto plazo.

¿Qué inflación tendrá 2015?

El fenómeno inflacionario no tiene una causa única, aunque la variable monetaria es un indicador fundamental para deducir en qué proporción y dirección evolucionarán los precios minoristas. Así lo demuestra la relación entre el incremento de la Base Monetaria informada por el Banco Central y los reportes de inflación que elaboran algunas consultoras privadas y organismos estadísticos provinciales.

En 2013, la Base Monetaria, es decir el efectivo en circulación más los cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente, aumentó 22,7% (de $307.352 millones a $377.197 millones), con una inflación que según estudios privados totalizó 28,38% según el denominado “índice Congreso”, y 23,28% según el sitio especializado Inflación Verdadera.

En 2014 el índice Congreso determinó que la inflación trepó al 38,53% anual, e Inflación Verdadera registró un 38,48%, mientras que a lo largo del año pasado la Base Monetaria se incrementó sólo un 22,6% (de $377.197 a $462.564 millones). La inflación sacó ventaja luego de que en enero del año pasado se aplicara una devaluación del peso del 18% (una suba del dólar oficial del 20%).

En parte dicha diferencia se explica porque en el año anterior el entonces presidente del BCRA, Juan Carlos Fábrega, emprendió un programa de absorción de liquidez a través de instrumentos de deuda (LEBAC y NOBAC), que desde octubre fue flexibilizado por su reemplazante en el cargo, Alejandro Vanoli. En 2014, el monto acumulado en letras y notas de la autoridad monetaria saltó 155%, de 110.546 millones a 282.135 millones de pesos.

En el 2015 estas variables aparecen más alineadas. La Base Monetaria progresa a un ritmo del 27% en la comparación interanual, semejante a la tasa de interés licitada en LEBAC. Significa que el BCRA viene renovando prácticamente los vencimientos de títulos, pero la deuda igual crece por un efecto de tasa de interés.

Según el Estado Resumido de Activos y Pasivos del BCRA, al 7 de abril pasado, la Base Monetaria creció 27,3% respecto de abril del año pasado (de $360.888 millones a $459.329 millones). En sintonía con esa tasa, el denominado índice Congreso reflejó que los precios minoristas entre marzo de 2014 y el mismo mes de 2015 acumularon un alza del 29,81 por ciento. Según inflación Verdadera, la inflación anual en ese período fue de 32,39 por ciento.

Ambas mediciones privadas coinciden en una desaceleración de la inflación anualizada respecto de los registros de 2014. No obstante, la tasa de interés de las Letras del BCRA –que coincide con la expansión de la Base Monetaria- es un “piso” para la inflación que el Gobierno establece en forma implícita.

De la misma forma, puede estimarse que la brecha entre el dólar oficial y el “contado con liqui” es la expectativa de devaluación que el mercado financiero percibe para el peso respecto de la divisa norteamericana, a través de la cotización de acciones y bonos, pues este dólar implícito se calcula al dividir los precios en pesos de los activos por su valuación en dólares en Wall Street.

En este caso dicha expectativa devaluatoria asoma como un horizonte de “techo” para el incremento de precios. Hoy la brecha entre el “liqui” y el dólar en el mercado mayorista es de 34,5% ($11,93 y $8,87, respectivamente). Si no hay sobresaltos y la Base Monetaria crece a lo largo del año al mismo ritmo que las tasas del BCRA, la inflación se sostendrá por debajo de la de 2014 y en nivel similar a la de 2013, aunque dentro de los registros más elevados desde la salida de la convertibilidad y con un costo creciente para un BCRA cada día más endeudado.

Una recesión que desacelera la inflación

El último dato del IPC Nacional Urbano del INDEC reflejó un incremento de precios minoristas de 1,2% en octubre. El resultado oficial resultó un punto porcentual por debajo del 2,2% del cálculo de inflación que difunden legisladores de la oposición en el Congreso, que promedia los datos suministrados por las consultoras privadas.

A pesar del ampliamente anunciado cambio de metodología con el que el ente estadístico prometió normalizar sus mediciones de 2014, la realidad es que la brecha entre sus datos y los de los estudios privados -y otros oficiales de distritos como San Luis y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- ya se amplía por encima del 10% en el año.

El INDEC calculó que en diez meses el alza acumulada fue 21,4%; la inflación “Congreso” sumó un 33,3 por ciento. El Índice de Precios al Consumidor de Buenos Aires (IPC CABA), elaborado por la Dirección de Estadísticas del Gobierno porteño, aumentó un 1,9% en octubre y avanzó un 33,6% en diez meses de 2014 y un 39,9% en la comparación interanual.

El flamante director del INDEC, Norberto Itzcovich, defendió los cálculos del ente intervenido desde enero de 2007 y desestimó un nivel de inflación del 40% anual que, a su juicio, se da en productos que se venden en los “barrios top” de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el economista Paul Krugman, un premio Nobel que goza de la simpatía oficial, afirmó que “la Argentina realmente parece tener una inflación mucho mayor que aquella que el Gobierno admite”.

Los datos cruzados impiden definir con exactitud la evolución de los precios minoristas en el país, aunque la manipulación de los números oficiales evidenciada en los últimos siete años permite inferir que la inflación está más próxima a los informes privados y de provincias que no gobierna el Frente para la Victoria.

De todos modos, los cálculos coinciden en un punto: después de la brusca devaluación del dólar oficial en enero, que detonó una suba intempestiva de precios en el primer trimestre, los incrementos tendieron a moderarse con el transcurrir de los meses. Y aunque el aumento acumulado de 2014 es muy superior al de 2013, en los últimos meses empieza a observarse una inflación en un rango similar a la de los mismos períodos del año pasado. Así como el salto del dólar oficial replicó inmediatamente en los precios, el actual atraso cambiario explica parte de este período de estabilización de la inflación.

Si se analiza el IPC Congreso, en los últimos meses hay una progresión alcista pero tendiente a moderarse en agosto (de 2,14% en 2013 a 2,65% en 2014), septiembre (2,2% en 2013 a 2,48% en 2014) y octubre (2,1% contra 2,25%).

El IPC CABA muestra incluso que la inflación de julio de 2013 (2,5%) fue mayor a la del mismo mes de 2014 (2,2%), mientras que subió levemente en agosto (2,3% en 2014 frente a 2,1% en 2013) y en septiembre (2,2% en 2014 frente a 2,1% en 2013). En octubre de este año (+1,9%) fue inferior al año pasado (2,2%).

El IPC elaborado por la Dirección de Estadísticas y Censos de San Luis mostró una desaceleración en junio (2,3% en 2013 contra 1,8% en 2014) y julio (2,3% en 2013 frente a 2,0% en 2014), y una aceleración en agosto (1,9% en 2013 y 2,5% en 2014) y septiembre (1,9% en 2013 y 3,1% en 2014). Todavía no hay datos de octubre último.

La suba de precios de este año es, según los datos oficiales, la mayor del período de gobierno del matrimonio Kirchner, y según las consultoras, superior a la de 2002, durante el gobierno de Eduardo Duhalde, que acumuló entonces un 40,9% en doce meses. Para el sitio Inflación Verdadera, el alza interanual de octubre de 2013 a octubre de 2014 es de 41,86%, mientras que en el IPC Congreso fue de 41,25 por ciento.

La actual escalada alcista se produce en el marco de una recesión de la economía, que no es comparable a las crisis de 1989-91 y 2001-2002, pero asoma como un límite para que el público convalide incrementos de precios que alcanzaron un récord desde la hiperinflación de 1991.

Absorción del excedente de pesos

Además del modesto efecto del plan de Precios Cuidados, contribuyen a contener los aumentos un medidas de corte ortodoxo, como la fuerte emisión de Letras del BCRA (las LEBAC) para absorber pesos excedentes, complementa con la emisión de deuda del Tesoro, iniciativas que no se implementaron el año pasado con esta magnitud.

En lo que va de 2014, el monto de LEBAC se incrementó 117,8%, a 240.764 millones de pesos. Esto es $130.217 millones más, que representan un 31,2% de la Base Monetaria (billetes, monedas y cheques en circulación más depósitos en cuentas corrientes). Además, el Ministerio de Economía colocó deuda en pesos por unos 200 mil millones a través de diferentes instrumentos, como los recientes Bonad 16 y Bonad 18. Es casi la mitad de la Base Monetaria, que en el año se expandió 10,8% (un tercio que la inflación) a 417.909 millones de pesos.

En forma indirecta, la flexibilización del “cepo” cambiario, con ventas de divisas a particulares para atesoramiento y turismo por unos u$s2.850 millones, también significó el retiro de pesos que antes se destinaban al consumo. Al efecto recesivo de la pérdida de ventas en comercios también le correspondió un efecto disuasivo para eventuales remarcaciones. Esto se produce incluso con una pérdida de poder adquisitivo del salario, con alzas promedio (29,7% según las paritarias) inferiores a la tasa anualizada de inflación.

La recesión resultó ser una barrera más contundente que los controles para evitar una espiralización inflacionaria, a falta de medidas específicas de política económica no sólo contra la carestía de precios, sino contra el déficit fiscal que debe ser financiado con emisión. O como sintetiza el mismo Krugman, “la Argentina tiene un déficit presupuestario persistente que se está monetizando porque carece de acceso a los mercados de capitales”, a la vez que “se mantuvo heterodoxa demasiado tiempo, lo que lleva a la inflación persistente y problemas de balanza de pagos”.

Dólar: el “frente interno” incide más que el “externo”

A la pregunta “¿por qué sube el dólar?”, la respuesta puede ser otra pregunta: “¿por qué no debería subir?”. Con precios en baja para las materias primas, el futuro próximo traerá una caída en el ingreso de divisas comerciales. Y además, habrá más pesos. Con ese contexto, el mercado paralelo reacciona hoy por la falta de oferta más que por una excesiva demanda de moneda extranjera.

El impacto del default, soslayado en los despachos oficiales, refuerza la convicción de que habrá menos dólares por el vedado acceso al crédito externo y la escasa inversión extranjera directa, postergados hasta que no haya una solución con los “buitres”. También desalienta la llegada de dólares el tipo de cambio oficial visiblemente atrasado y el “cepo”, que no sólo perjudica a los ahorristas. Las empresas están impedidas de girar dividendos y deben ingresar divisas a $8,415 –valor mayorista-, pero sacarlas del país a $13,66, a través del “contado con liquidación”.

Tras la cesación de pagos del 30 de julio por el bloqueo del juez Griesa a la cancelación de bonos Discount, el “blue” y el oficial, que estaban subiendo en forma pareja y por encima de la inflación, empezaron a divergir. El dólar informal avanzó en seis semanas un 22% (de $12,38 a $15,10) y el formal, apenas 2,6% (de $8,205 a $8,415 en la cotización mayorista).

Las valuaciones financieras también reflejaron la “fuga del peso”: el “contado con liqui”, para hacerse de dólares en el exterior, escaló 37,5% (de $9,93 a $13,66) desde el 30 de julio. El dólar “bolsa” o MEP, para obtener billetes dentro del sistema financiero local con la compraventa de bonos, aumentó un 19,6% (de $11,40 a $13,64). Esta última cotización es intervenida con la venta de títulos públicos en cartera de organismos oficiales.

Las “cuevas” se adelantaron. El “dólar a 15” es un 5% más caro que los $14,40 que resultan de la “convertibilidad” de la Base Monetaria ($406.000 millones) y las reservas (en u$s28.200 millones). Hoy se impone la incertidumbre antes que los fundamentos, en un mercado insignificante para el tamaño de la economía argentina, pero de mucho peso como termómetro de las expectativas.

Estudios de consultoras señalan que hacia fin de año será necesaria para financiar al fisco una fuerte emisión de pesos, que no se va a replicar en un acrecentamiento proporcional de las reservas. El rango es amplio e impreciso: se estima que el Estado necesitará que el BCRA emita entre 100 y 200 mil millones de pesos extra. Con una Base Monetaria por encima de los $500 mil millones, la relación de “convertibilidad” llevará al dólar teórico más cerca de los 20 pesos. Para el año que viene, la salida de dólares agregará presión: el proyecto de Presupuesto reconoce que se usarán u$s11.900 millones de las reservas para pagar deuda.

A la vez, la recesión cuenta y mucho. A los asalariados les cuesta cada vez más afrontar sus gastos domésticos y les sobran menos pesos para ahorrar en moneda dura. Así como la retracción económica es un dique de contención para un salto inflacionario mayor al actual, también lo es para el dólar informal, que igual tiende a subir por una oferta casi inexistente, pues nadie quiere vender.

El “frente externo” aceleró los tiempos: el dólar sube en el mundo, caen los commodities y Brasil, el principal importador de manufacturas argentinas, también está en recesión. Pero no es todo viento en contra: la demanda de China sigue firme y como la economía de EEUU todavía no crece suficiente, las tasas de interés globales seguirán en su nivel mínimo por un tiempo indeterminado.

Más grave es el “frente interno”, la desconfianza de los propios argentinos, sobreadaptados a las crisis recurrentes de la economía nacional. Desconfianza que los Gobiernos se empecinan en alimentar cíclicamente. En el “colchón”, cajas de seguridad o en el exterior los argentinos mantienen “fugados” unos u$s210 mil millones, que de ingresar al sistema financiero local permitirían holgadamente cumplir con las obligaciones de deuda, planchar el tipo de cambio y reanimar la imprescindible inversión para que la Argentina retome la senda de crecimiento.