En la Bolsa se apuran a rearmar las carteras

Los datos electorales conocidos en la medianoche del domingo 25 sorprendieron a los políticos, encuestadores, analistas y también a los operadores financieros. En gran parte del 2015 la cautela inversora se pronunció por la “dolarización” de portafolios, de la mano de las conjeturas que ubicaban a Daniel Scioli, cara visible de la continuidad del esquema económico del oficialismo, como el candidato con más chances para ser Presidente hasta 2019.

La falta de rigor en los últimos sondeos había desorientado a los traders. El indicador líder Merval alcanzó un máximo del año de 12.438 puntos el 16 de julio, cuando crecieron las especulaciones acerca de una pelea electoral más disputada en las PASO. Tras los comicios primarios del 9 de agosto, en los que Scioli (con 38,4%) se impuso con ocho puntos de ventaja sobre los tres candidatos de Cambiemos sumados (Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, con 30,7%), el desarme de posiciones, resumido en la sentencia de wait and see, arbitró desde acciones y títulos públicos en pesos a bonos en dólares o divisas cash en el exterior, a través del “contado con liquidación”.

El Merval en pesos recortó 25% desde el máximo del año hasta los 9.288 puntos del 24 de septiembre. Traducida su puntuación en dólares, la caída tuvo la misma tendencia, de 937 puntos a 694 puntos, según el “contado con liqui” de ese período. Paulatinamente, en las últimas cuatro semanas, y en forma más evidente el lunes, con el resultado electoral como driver palpable, el Merval consiguió recuperarse a 11.828 puntos, un 27% en un mes, cerca de los precios de julio y con posibilidad de un recorrido alcista extra frente a un inminente cambio de escenario político y económico. Medido en dólares, el Merval (hoy en 854 puntos) debería subir 10% para alcanzar su valor de julio.

El componente local sustentó esta expectativa y se reflejó este lunes en la brecha de ganancias entre el índice Merval de empresas líderes, que subió 4,4%, y el Merval Argentina, que saltó 9,4 por ciento. En el primero, hubo un recorte de beneficios por la incidencia de Tenaris y Petrobras Brasil, con negocios establecidos en el exterior y que registraron nítidos descensos por el contexto internacional. En el segundo jugaron exclusivamente los papeles locales: en promedio duplicaron la ganancia del panel líder.

Otro aspecto a considerar es el equilibrio entre los distintos activos que integran las carteras inversoras. Los últimos 12 años de “modelo” kirchnerista expandieron la injerencia del Estado en la economía y en el mismo sentido, el peso del Estado en el PBI. Por eso, los bonos públicos fueron los grandes protagonistas de la plaza por sus rendimientos en dólares a una tasa cercana al 10% anual y por la voluntad de pago de la que se ufanó el Gobierno como una consigna política. Esa tendencia se observó en los volúmenes operados: los negocios bursátiles en títulos soberanos movieron seis veces más fondos que las acciones de las empresas.

Al aumentar las chances de Macri en una definición electoral el 22 de noviembre, los inversores comenzaron a redoblar sus apuestas por una política económica más abierta al mundo, dispuesta a captar financiamiento externo para impulsar la actividad y a promover la inversión y los negocios privados como motor de ese crecimiento. Con esta perspectiva, el equity (acciones) podrá disputarle volumen negociado a la renta fija, pues los títulos corporativos, aún con mayor riesgo y volatilidad, tienen todo el potencial para ofrecer en los próximos cuatro años mejores rendimientos que los bonos, esta última una posición más conservadora, que los operadores comparan con un plazo fijo.

La campaña electoral pisa fuerte en el mercado

La semana financiera mostró la firme la influencia de las expectativas de cambio de política que traerá un nuevo Gobierno a partir de diciembre. En particular, el nombramiento de Carlos Zannini, actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia, como compañero de Daniel Scioli en la fórmula oficialista fue el que mayor movimiento produjo en los precios.

La figura de Zannini, un abogado de entera confianza de la presidente Cristina Kirchner y mentor de las iniciativas jurídicas promovidas por el Gobierno en los últimos 12 años, representa una señal de continuidad plasmada en la fórmula presidencial única que presentará el Frente para la Victoria en las PASO. Los operadores financieros lo interpretaron a la vez como un aval al esquema económico vigente.

Como principal referente opositor, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, ratificó, con la elección de Gabriela Michetti como compañera en la fórmula presidencial del PRO, su inclinación a evitar los pactos electorales y sostener su visión más “ortodoxa” sobre política económica, que los agentes financieros vaticinan como favorable o “pro mercado”.

Con esta polarización política que se consolida para las primarias de agosto y las presidenciales de octubre tomó impulso la dolarización de carteras propia de todos los años electorales. En ese marco, si bien los precios en pesos de los activos en la Bolsa porteña absorbieron la “radicalización kirchnerista” de Scioli con una pérdida semanal de 1,3% en el Merval, en el exterior hubo un contundente retroceso de las cotizaciones en dólares de las mismas compañías argentinas.

En ese aspecto, el mayor golpe lo acusaron los bancos, con alta exposición a títulos públicos en sus carteras. El default “selectivo” en el que incurrió la Argentina un año atrás podría extenderse más allá de 2016 y por un período indefinido si el Frente para la Victoria accede a un cuarto período consecutivo de Gobierno y afectar el patrimonio de las entidades si se pronuncia una caída de los bonos nacionales. Es sólo una especulación, pero en Wall Street el ADR de Grupo Galicia se desplomó 11,6% en la semana (de 21,01 a 18,57 dólares); el Banco Macro, un 10% (u$s50,60 a u$s45,54), y Banco Francés resignó 8,8% (de 17,06 a 15,56 dólares).

En el mercado de cambios también se observó esta renovada tendencia a la dolarización. En cuanto al dólar “blue”, el billete informal sacudió el estancamiento de los últimos cuatro meses y se encareció 2,7% ó 34 centavos en la semana, a 13,02 en promedio. La divisa se posicionó en valores similares a los de comienzos de marzo, pero no mostró un repunte traumático debido al accionar del Gobierno en esta plaza, con la liberación de divisas a través del dólar para atesoramiento -que enfría los precios del mercado paralelo- y la intensificación de los operativos en la City para dispersar a los “arbolitos” y ahuyentar a compradores y vendedores en las “cuevas”.

Así como hubo tendencias divergentes entre las pérdidas más moderadas para acciones y bonos en pesos, y francas caídas en dólares, también hubo tendencias divergentes en cuanto a divisas, pues a la suba acotada del dólar minorista (dos centavos en bancos, a $9,12 en promedio) le replicó un salto pronunciado de las cotizaciones derivadas de operaciones bursátiles, menos intervenidas por los controles oficiales.

El “contado con liquidación”, que se calcula al dividir la cotización en pesos de una acción por su precio en dólares en Wall Street, trepó 3,4% en el caso de YPF, de 11,93 a 12,33 pesos en cinco ruedas de negocios. Este movimiento se explica por la demanda sostenida del papel en la Bolsa de Buenos Aires, para ser liquidado en el exterior en dólares que quedan depositados fuera del país. Esta práctica legal para fugar capitales y dolarizar carteras sesga al alza al título en el plano local, pero deprime su valor en el exterior, donde se motorizan las ventas.

En el caso de otro dólar implícito en la operatoria bursátil, el llamado “Bolsa” o MEP (Medio Electrónico de Pagos), que se obtiene por la compraventa de bonos, el avance semanal fue también de 3,4%, desde un promedio de $11,88 el viernes 12 de junio a $12,28 del viernes 19.

Shock, gradualismo y realismo

Entre los variados puntos de vista acerca de la “herencia” económica que recibirá el próximo Gobierno en diciembre de 2015 hay dos corrientes que dividen posturas: los que adscriben a las políticas de “shock” y los que se inclinan por el “gradualismo” para abordar las distorsiones remanentes de 12 años de presidencias de Néstor y Cristina Kirchner.

La experiencia de la salida de la convertibilidad durante la crisis 2001-2002 abona la teoría del “shock”, con una devaluación abrupta que sirva para establecer un tipo de cambio de equilibrio según condiciones reales del mercado. En esta visión, el costo político y social en el corto plazo es grande, pero reduce los tiempos para un eventual “rebote” de la actividad.

Durante la convulsionada presidencia de Eduardo Duhalde, con récord de pobreza y desempleo, mientras el malestar de la ciudadanía se evidenciaba día a día con protestas en las calles, se producía a la par, apenas advertida, una despareja moderación en la caída de la actividad. El primer trimestre de 2002 registró un derrumbe del PBI del 16,3% en la medición interanual y a partir de mayo empezó a desacelerar: el peor año económico de la historia argentina cerró con una caída del 10,9% respecto de 2001.

Tras el colapso devaluatorio del peso, el superávit de la balanza comercial del 2002 saltó a u$s16.358 millones, casi el triple que los u$s6.289 millones de 2001. En simultáneo, el dólar, que tocó un máximo de $3,90 al promediar el año 2002, cerró diciembre ligeramente debajo de 3,40 pesos. Las reservas del BCRA, que tocaron un piso de u$s8.832 millones el 8 de agosto, se recuperaron hasta u$s11.000 millones de mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner.

Sin embargo, los especialistas que abogan por las políticas de shock olvidan a menudo que aquella accidentada y dispar reversión del proceso recesivo que se había iniciado a fines de 1998 pudo practicarse en un marco de deterioro tal que toda medida correctiva implicaba, a grandes rasgos, una mejora ante un esquema de tipo de cambio fijo insostenible y en estado terminal. Hoy, con cifras económicas y sociales mucho mejores -aún con el arrastre de cuatro años de estancamiento en el PBI-, se impone la necesidad de preservar los vigentes niveles de empleo y poder adquisitivo, como las ajustadas reservas en el BCRA, entre otras variables que condicionarán el margen de decisión de los funcionarios que ocuparán el Palacio de Hacienda a partir de diciembre.

Más allá de las expresiones de campaña y teorías de cada experto, es probable que los datos de la realidad marquen los tiempos para rectificar variables, en una transición que será gradual a la fuerza y que demandará todo el 2016. Así empiezan a manifestarlo los referentes en materia económica de las corrientes políticas con ambición de llegar a la Presidencia de la Nación.

Miguel Bein, integrante del equipo de Daniel Scioli, adelantó que “no hay un cambio copernicano en dos meses” y aunque planteó la necesidad de salir del “cepo” cambiario, “primero hay que normalizar; después, acceder al crédito; después, el criterio de administración de reservas tiene prioridades: insumos, materias primas y bienes de capital”, para garantizar los dólares para importar antes que para la venta a minoristas. “Mal que le pese, hay que apuntar al dólar ahorro”, sentenció.

En ese sentido, la actual ministra de Economía bonaerense Silvina Batakis dejó claro que no está en los planes la eliminación inmediata de los controles al dólar y señaló que “la política del Gobierno Nacional con respecto a la administración de las reservas del Banco Central es la correcta, ya que está administrando de forma inteligente los recursos, atendiendo a la demanda tanto de los sectores productivos como de los ahorristas”.

Por Infobae TV, el economista Ricardo Delgado, referente del Frente Renovador, dijo que “es una herencia compleja, Argentina no va a ir a una crisis ni va a estallar todo el 10 de diciembre a la tarde, pero la gobernabilidad de esa transición, de esa salida, que tiene que ser ordenada, va a ser crítica”. Puntualizó que se debe aplicar “un programa de cien días, integral y consistente de lucha contra la inflación, que incluya medidas fiscales y monetarias y un gran acuerdo económico y social”, mientras que alertó que “decir que en 24 horas el ‘cepo’ se libera, de alguna manera es decir que va a haber una gran devaluación, porque no hay dólares suficientes para bancar la demanda, y esto implica caída de salario y de actividad económica”.

Otro economista vinculado a Sergio Massa, el ex ministro Miguel Peirano, se pronunció la semana pasada por “salir del cepo, pero salir bien”, por cuanto remarcó que deben evitarse “los reduccionismos, los atajos fáciles y la lógicas monetaristas”.

En marzo pasado, el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri declaró que si él llega a la Presidencia, “a partir del 11 de diciembre no hay más cepo“, pues confió en que “van a sobrar dólares en la Argentina a partir de diciembre”. Por eso apostó a dejar “flotar el tipo de cambio”, aunque reconoció en esa misma entrevista por radio La Red que su gestión va “a buscar un punto de equilibrio que no perjudique al asalariado“.

Carlos Melconian, uno de los economistas del PRO, coincidió en la importancia de salir de las restricciones cambiarias, pero relativizó la celeridad para concretarlo. “Es una decisión política a tomar, porque no hay ningún país que tenga ‘cepo’. Es una gran ridiculez, una mala medicina, en un país donde el problema fue la salida de capitales por casi 100.000 millones de dólares. Lo del 10 de diciembre, el 11 de diciembre, eso ya entra en el conjunto de la calidad que tienen los organismos oficiales para evitar las noticias y poner un título, nada más”. Añadió por radio Continental que “la decisión política es de levantar profesionalmente el cepo y está tomada, estamos trabajando. Como dijo Lula, ningún gobierno del mundo determina el valor del dólar, es una medida fluctuante”.