Cepo: la peor medida y la más difícil de desactivar

A dos años de introducidas las restricciones cambiarias, muchos economistas coinciden en que estas medidas contribuyeron más a desacelerar la economía que a fortalecerla. En principio, el “cepo” fue pensado para detener la fuga de capitales, un objetivo que claramente no cumplió. Los dólares dejaron de ingresar al sistema financiero, la caída de depósitos por unos u$s7.000 millones redujo estas colocaciones a la mitad, las inversiones en dólares se retrajeron y, en cambio, se aceleró la cancelación de deuda en divisas (privada y pública) sin que se renovaran créditos y se incentivó el consumo suntuario de bienes y servicios del exterior.

La brecha entre el dólar oficial y el blue cercana al 70% es un escollo insalvable para unificar el mercado de cambios y recuperar las condiciones anteriores al 31 de octubre de 2011, cuando nació el “cepo”. En realidad, el atraso cambiario ya existía entonces, pero el ancla de un dólar oficial efectivamente libre lo aferraba a un precio bajo. El dólar “atrasado” comenzó a percibirse en forma moderada después de la disputa con los productores del campo por la resolución 125, pero se fue profundizando con el transcurso de los meses. El billete verde subió a un ritmo menor que la inflación y fue el dólar paralelo, muy a pesar de las intenciones del Palacio de Hacienda, el que llegó para emparejar el precio de la divisa con el del resto de los bienes.

La pregunta, a pocas horas del retorno de Cristina Kirchner al ejercicio pleno de sus funciones, es cómo el Gobierno piensa administrar el déficit fiscal en los próximos dos años. Una opción es mantener las restricciones al dólar, los controles a las importaciones, el financiamiento del Tesoro con reservas y su contracara: la sobreemisión de pesos. Una salida ortodoxa pasa por buscar crédito internacional, como esbozó el principio de acuerdo con el Banco Mundial por unos u$s3.000 millones, el reconocimiento de sentencias en el CIADI, el trabajo conjunto con el FMI por las estadísticas oficiales y el diálogo con los holdouts. Una tercera vía sería un indeseable ajuste.

Si la percepción oficial es que un recorte del gasto para equilibrar las finanzas públicas o una devaluación contradicen las virtudes del “modelo económico” actual, el “cepo” será inevitable hasta que asuma otra administración y revise esa tesis. En este sentido se interpretan las declaraciones de la presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, quien aseguró que la caída de reservas responde a “los pagos de deuda pública en moneda extranjera”.

Según la funcionaria, un 75% de la caída de reservas este año (cerca de u$s11.000 millones) corresponde al “desendeudamiento” en moneda extranjera, hasta reducir estos pasivos a un monto que representa apenas un 8,5% del PBI. No obstante, la deuda pública total aumenta, lo que significa que se cancelan esas obligaciones con nueva deuda, colocada a organismos del Estado como la ANSeS y el propio BCRA.

Según los datos aportados por Marcó del Pont, este año ya se pagaron unos u$s8.000 millones por capital e intereses, una cifra similar al déficit comercial del sector automotriz o el del sector industrial radicado en Tierra del Fuego. También es equiparable al rojo por turismo y pagos con tarjeta en el exterior, y algo mayor al déficit de la factura energética. Todos estos ítems son parcialmente compensados por las exportaciones del agro y en menor grado por la minería. La diferencia en la balanza de pagos se cristaliza en la pérdida de reservas, por tanto, limitarla sólo al cumplimiento de las obligaciones soberanas es una verdad a medias que oculta otras distorsiones, exacerbadas por el “cepo” cambiario y la convivencia de un dólar oficial a seis pesos y otro blue a diez.

Ejemplo de esto es el auge de ventas de autos 0 kilómetro, con elevado componente importado o directamente unidades terminadas procedentes del exterior; el éxodo turístico fronteras afuera; los tours de compras a Chile, Uruguay o Miami, y el irrefrenable consumo “hormiga” con tarjeta a través de sitios web extranjeros, que explica la mitad de la sangría de dólares que se computa por turismo.

2013 con varios récords y muchos interrogantes

El 2013 es un año de grandes variaciones en los indicadores económicos, algunas en términos reales y otras en términos nominales por las distorsiones que generan el desdoblamiento virtual del mercado cambiario y el de la inflación, según sea medida por el Gobierno o por consultoras privadas. Hay signos nítidos de tensión macroeconómica por estas inconsistencias, que explican por qué el Gobierno empezó a avanzar en una dirección distinta a la de años anteriores, giro que ya se planteó incluso antes del decepcionante resultado obtenido por las listas del oficialismo en las elecciones primarias.

La actitud responsable de iniciar cuanto antes una corrección de variables puede evitar un ajuste con políticas de shock, que la Presidente rechazó de plano las veces que tuvo oportunidad. Por eso el año en curso se presenta como una encrucijada dentro del ciclo económico de la “década ganada”, con cifras “récord” que delatan la necesidad de cambios.

- Caída de reservas. Consistente con el pago de deuda con reservas líquidas del Banco Central definida por la reforma de la Carta Orgánica de la entidad, éstas pierden participación dentro de los activos, en su mayoría títulos intransferibles del Tesoro. Las reservas cayeron este martes a u$s36.752 millones, su piso desde el 13 de abril de 2007, unos u$6.538 millones desde enero, una pérdida sin precedentes desde 2001.

- Devaluación del peso. La apreciación del tipo de cambio oficial, en $5,69 por dólar, es la mayor en 10 años. En poco más de ocho meses de 2013 ya alcanzó el 15,6%, por encima de los 14,4% de todo 2012, aceleración que si bien contribuye a la suba de la inflación, sincera parcialmente el atraso en el precio del dólar respecto de otros bienes. Esto significa una devaluación del peso argentino del 13,6% desde enero (cayó de u$s0,2033 a u$s0,1757).

- Ascenso del dólar libre. La divisa norteamericana avanza en el año 35,4% (a $9,25) y en el mismo sentido amplió la brecha con el oficial a 62,6%, mucho mayor que en los diez años anteriores, aunque debajo del rango máximo de 100 por ciento que tocó el último 8 de mayo. El billete verde por fuera de los controles oficiales mantiene la presión para recuperar precios en función de la inflación real.

- Emisión de pesos. Las transferencias de utilidades y los adelantos transitorios a través de los cuales el Banco Central es una columna fundamental para el sostenimiento de las cuentas públicas acumularon en doce meses $62 mil millones, a $249 mil millones –datos actualizados al 23 de agosto último-, cifra que superó incluso el aumento de la circulación monetaria, de $53 mil millones en el último año.

La base monetaria (circulación más encajes) creció al 23 de agosto un 24% interanual, por debajo del 39% de crecimiento en 2011 (+$62.500 millones) y del 38% de 2012 (+$84.400 millones). Si en el último cuatrimestre del año se apura la emisión, al calor del clima electoral, estos montos podrían superarse holgadamente en cifras nominales, aunque es probable que no lo hagan en cuanto a porcentaje.

- Inflación en alza. La abundancia de pesos fue un obstáculo para que los acuerdos de precios obtuvieran un resultado contundente. El sitio Inflación Verdadera estimó una desaceleración del avance inflacionario a 20,5% anual al 21 de agosto último, contra el 26% del acumulado en 2012, máximo en la etapa kirchnerista. Sin embargo, ese 26% podría replicarse hacia el cierre de 2013 por el incremento de las jubilaciones, los aumentos salariales por paritarias y la inyección de pesos por la suba del mínimo no imponible de Ganancias que serán un incentivo a la demanda con impacto en los precios.

- Déficit fiscal. El Ministerio de Economía informó que en el primer semestre de 2013 acumuló un resultado primario positivo de $4.727,1 millones, apenas inferior a los $ 4.893,3 millones de enero-junio de 2012. Si la tendencia del gasto público repite el recorrido del año pasado, éste podría ser el segundo año consecutivo con déficit primario, como no ocurría hace 16 años. Además, al incluir los pagos de deuda, el déficit financiero sumó un récord de $13.789,2 millones en seis meses, un 31% más frente al mismo período de 2012, moderado por el auxilio financiero del Banco Central, la ANSeS y otros organismos.

- Déficit del balance cambiario. En el primer semestre de 2013, la salida de divisas por el déficit turístico marcó un récord de u$s4.504 millones, rubro secundado por el rojo comercial automotor (u$s3.258 millones entre enero y junio) y el déficit energético (u$s2.151 millones). El intercambio negativo de estos bienes y servicios fue otro factor de pérdida de reservas.

Afortunadamente, otros indicadores récord se mantuvieron del lado positivo de la balanza, para atenuar en alguna medida la debilidad de los ítems anteriores.

-Cosecha récord. Más allá de las disputas económicas y políticas entre el Gobierno y las entidades del agro, este sector es el que más aporta al crecimiento económico de 2013 y el que sostiene el superávit comercial, con una participación en las exportaciones que supera el 30% del total. Cristina Kirchner anunció este año una cosecha histórica de granos de 105,4 millones de toneladas, útil para mantener alejada a la Argentina de un escenario de crisis.

- Sector automotriz. Las terminales apuntalan el crecimiento fabril y aspiran a una producción récord. Las ventas de vehículos 0 kilómetro son el máximo exponente del “boom” de consumo que se sostiene en un techo desde la salida de la Convertibilidad. En los primeros ocho meses del 2013 se registraron 669.606 nuevos vehículos y los concesionarios prevén alcanzar un récord anual de 900 mil unidades. Como contraparte, el atraso cambiario es un aliciente al ingreso de vehículos y autopartes importados: el 63% de los coches comercializados en Argentina se fabricó en el exterior, y de los nacionales, el 70% de sus componentes es importado.

- Menos peso de la deuda. Con datos del cierre de 2012, el Gobierno destaca la reducción de la deuda externa bruta al 30% del PBI, un nivel excepcionalmente bajo en la muestra histórica y también en una comparación con otros países, y de 45% del PBI cuando se le suman los acreedores dentro del territorio nacional (deuda pública bruta). De todos modos, esta comparación se realiza sobre un cálculo de PBI récord de u$s475 mil millones, sobreestimado por el tipo de cambio oficial. La medición no cuenta acreencias como las pendientes con los holdouts, el Club de París y las demandas ante el CIADI, entre otras, que habrán de regularizarse en algún momento e incrementarán en forma significativa la deuda.

En cuanto al stock, la deuda pública ascendió a un máximo histórico de u$s197.464 millones al 31 de diciembre de 2012, por encima del nivel del default de 2001 y del número previo al canje de 2005, a pesar de haberse cancelado vencimientos por u$s173.733 millones en los últimos diez años. Ahora casi el 60% de los pasivos quedaron en cartera de organismos públicos.

Este puñado de cifras marca una dinámica de la economía que se sucede con más velocidad que la que marcan los tiempos de la política. Es de esperar que el Gobierno ceda más lugar a las decisiones que se tomen con la mirada puesta en 2015 antes que en 2013, una vez que los comicios legislativos de octubre despejen las incógnitas sobre un eventual recambio presidencial dentro de dos años.