Tanto el Gobierno argentino como la española Repsol presentaron como un éxito el acuerdo de compensación por la estatización del 51% de las acciones de YPF, después de dos años de desgastadora pulseada por la valuación y forma de pago de los activos de la empresa más grande de la Argentina.
A dos años vista, cuando la estatización ya era anticipada por los operadores bursátiles, el deterioro de valor fue parejo para ambas petroleras: Repsol cotiza aún 10% menos que en febrero de 2012 e YPF perdió 14%, cuando el promedio Dow Jones de Industriales despegó un 24% en ese lapso. Este martes, una vez conocidos los detalles del convenio, el mercado financiero dio su veredicto: mientras que las acciones de Repsol en Wall Street treparon un 3,3%, las de YPF resignaron 3,5 por ciento.
¿Qué evaluaron los agentes financieros? En principio, Repsol contabilizará en su activo los u$s5.000 millones en bonos, que transformará en líquidos en el corto plazo. Aunque estas ventas inundarán la plaza de títulos soberanos argentinos y deprimirán sus precios, la española obtuvo garantías para que el Estado argentino entregue, de ser necesario, más bonos y que el total del resarcimiento no sea menor a los u$s4.670 millones al hacerse efectivos.
Según trascendió desde la propia Repsol, estos fondos liberados por el acuerdo se destinarán a comprar nuevos activos, preferentemente en América del Norte, que permitirán incrementar la producción y las reservas de hidrocarburos de la compañía, todavía impactada por la pérdida de su filial argentina. Un enorme espaldarazo, en el que también podrían sumarse en el futuro otros u$s6.800 millones por el 12% de acciones que aún conserva en YPF y el 30% que participa en la española Gas Natural Fenosa. El presidente de Repsol, Antonio Brufau, no ahorró calificativos para referirse a la “solución amigable” con el gobierno argentino, que dejó a accionistas y directivos “muy satisfechos” y a la petrolera que representa frente a “una nueva etapa más potente desde un punto de vista financiero”.
Del lado argentino, los operadores de mercado advierten que los bonos Bonar X, Discount 33 y Bonar 2024 podrían sufrir un cuantioso descuento por la liquidación de Repsol. En el caso del Bonar 2024, se trata de una nueva emisión por u$s3.250 millones, que podría ampliarse en otros u$s300 millones, que integran el paquete complementario por hasta u$s1.000 millones ofrecido a la petrolera europea como garantía.
Esta nueva deuda en dólares a diez años por unos 3.500 millones saldrá al mercado con una tasa de 8,75% anual, por lo tanto, las amortizaciones por capital y vencimientos ascenderán a casi u$s7.000 millones pagaderos a lo largo de la próxima década. Todo el paquete de títulos públicos completará un desembolso cercano a los u$s10.000 millones en 20 años. El acuerdo deberá ser ratificado por el Congreso argentino para que quede asentado el reconocimiento oficial del pasivo y su garantía de pago. “Dados los extensos plazos de los bonos que se van a emitir, ya que algunos se pagarán hasta 2033, su impacto trascenderá por mucho al actual gobierno”, apuntó el diputado de la UCR Mario Negri.
En el Gobierno enfatizan el saldo positivo que deja la solución de esta controversia. Se abrirá la compañía a más capitales privados, como los de Chevron, sin temor a los litigios internacionales con que había amenazado Repsol. “Las inversiones en hidrocarburos están paralizadas a la espera de un cambio en el frente político a partir de 2015. Lo único que se mueve es YPF, por el respaldo del Estado y la voluntad del Gobierno para su desarrollo”, comentó un ingeniero de una petrolera norteamericana que opera en el país.
En junio de 2012, el CEO de YPF, Miguel Galluccio, anunció un plan de desarrollo de u$s35.000 millones hasta 2017, a razón de u$s7.000 millones al año. Con el transcurrir de los meses, aquel plan prometedor se fue diluyendo con la misma velocidad con la que descendió el nivel de reservas del Banco Central, cuyas divisas se utilizan para pagar las importaciones de energía. El déficit en esta materia continuará en los próximos años, pero al destrabarse inversiones de las petroleras extranjeras -en una actividad de alto riesgo que demanda miles de millones de dólares al año y tecnología de punta de los que Argentina carece-, la explotación del yacimiento no convencional de Vaca Muerta, clave para el futuro energético nacional, empezará a ser una realidad.
El fin de este capítulo también cierra un frente de conflicto externo y da una señal muy fuerte para encarar otros, como los que se mantienen con el Club de París y los “holdouts”, los principales obstáculos para que Argentina regrese al mercado internacionales de crédito a tasas razonables y solucione la restricción de dólares que ahoga el crecimiento de la economía.