Esta semana irrumpió con fuerza en la agenda financiera la caída del real brasileño frente al dólar norteamericano, pues se acentuó el ritmo bajista que ya manifestaba la divisa del principal socio comercial de la Argentina. Este movimiento no se reduce a lo que ocurre en Brasil, sino que es una tendencia internacional, aunque en Argentina aún tiene impacto moderado.
Este viernes se conoció que el desempleo en los EEUU disminuyó a un 5,5%, un mínimo de más de seis años y medio, un dato sólido que reforzó las previsiones que asimilan desde hace meses los operadores financieros: el posible regreso este año de la política de alza de tasas de la Fed, que aún mantiene los tipos de referencia en niveles mínimos históricos, pendiente de los indicadores de actividad, empleo e inflación.
El real de Brasil fue el más penalizado por la renovada “aversión al riesgo” pues el escenario político adverso para Dilma Rousseff, las denuncias por corrupción en Petrobras y el estancamiento económico del gigante sudamericano acumulan preocupaciones de cara al futuro. El dólar en Brasil quebró la barrera de los 3 reales, llegó a negociarse a 3,07 en operaciones de comercio exterior y sumó un alza de 15% sólo en lo que transcurrió de 2015.
“La cotización del dólar en este momento no atiende a cuestiones económicas sino políticas. La desvalorización del real se da porque el mercado ve que el gobierno se está desentendiendo con la propia base aliada del gobierno”, dijo Gustavo Segré, profesor en la Universidad de San Pablo. “No es el gobierno el que desvalorizó el real, sino el mercado”, subrayó el economista, porque “el mercado se asusta, sale de la Bolsa y va al dólar”.
Guido Nejamkis, periodista de la agencia Brasil 247, afirmó por InfobaeTV que “el mercado financiero brasileño comenzó a dudar de la viabilidad política de la implementación del ajuste fiscal propuesto por el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, en virtud de que el presidente del Senado, Renan Calheiros, considerado hasta hace poco como un aliado muy confiable, devolvió al gobierno una propuesta importante de ese plan de ajuste, que era un aumento de los aportes laborales hechos por las empresas”.
Brasil, como la Argentina, es un país con frondoso historial inflacionario y sus precios minoristas subieron en febrero a su nivel más alto en casi 10 años, un 7,7% interanual, lejos de la meta oficial de 4,5 por ciento. La consecuencia económica es que el Banco Central brasileño subió la tasa de interés a 12,75% anual, para volver más atractiva la inversión financiera en reales y, al mismo tiempo, enfriar la carestía de precios. Al restarle la inflación “convierte a la de Brasil en la tasa de interés real más alta del mundo y esto genera una contracción en la economía”, refirió Segré por FM Cultura.
El ajuste cambiario cundió en el mundo, como se percibe en la apreciación de 12% del dólar frente al euro en 2015. En México el peso llegó a hundirse al mínimo en seis años a una tasa de 15,50 por dólar, que así gana 5,2% en 2015. En Chile el dólar subió el viernes a 628 pesos, con lo cual la divisa norteamericana se apreció 3,6% en 2015, mientras que en Uruguay lo hizo 4,7 por ciento. En Perú, el dólar avanza 3,4% en el año, a 3,097 soles. La suba del dólar se replica en el descenso de los precios del cobre, el hierro, los granos o el petróleo, entre otras materias primas puntales de las exportaciones regionales. Los menores ingresos, a su vez, agregan más estrechez a las cuentas fiscales.
Devaluación y competitividad
El empresario Eduardo Eurnekian cree que la baja competitividad de la producción brasileña explica la dificultad para sostener el real. “Cuando restringís la economía y no competís tu producto se hace más caro. Y cuando el único mercado que te queda es el tuyo, le hacés pagar a tu pueblo más caro un producto. Cuando tu pueblo compra más caro un producto, le tenés que hacer ganar más. Cuando eso se derrumba, le tenés que hacer ganar menos, para que compita”, analizó.
Eurnekian advirtió que existe un grave problema sin resolver para los países emergentes: el de fabricar bienes que puedan competir en cantidad y calidad con los de grandes centros económicos como China, Japón, EEUU, la Unión Europea o India, cuyos mercados cuentan con “masa crítica” suficiente para producir en gran escala y licuar costos. “La tecnología exige cada vez mayor inversión para desarrollar mayor eficiencia, productividad, servicio; requiere unanimidad de criterios científicos de distintas áreas y formaciones a los efectos de generar algo nuevo y distinto. Y eso hay que pagarlo”, estimó.
Para la Argentina, la devaluación brasileña afecta menos que el estancamiento económico. Al encarecerse las importaciones del resto del mundo al país vecino, los productos argentinos se benefician por los menores costos logísticos y las ventajas aduaneras del Mercosur. Este beneficio queda neutralizado porque el tipo de cambio real bilateral con Brasil en el último año perjudicó a la Argentina, mientras que los costos internos y los salarios para el sector industrial argentino aumentaron a la par de la inflación.
“Si bien Argentina devaluó en enero del año pasado, mucho antes que Brasil, el problema es que la inflación va por encima de la devaluación. Entonces tuvimos un primer semestre de 2014 con un saldo devaluatorio y después tuvimos una quietud, un ‘anclaje’ del tipo de cambio, que es el instrumento antiinflacionario. Pero a pesar de eso, en Argentina hay una inflación en dólares muy fuerte”, expresó Dante Sica, director de Abeceb.com. Por InfobaeTV, Sica puntualizó que esta pérdida de competitividad con Brasil no se nota en el corto plazo porque nuestro país aplica una política de “comercio administrado”, aunque “le deja mucho más trabajo al (Presidente) que viene para solucionar esta divergencia”.