Todo vale para preservar los dólares en manos oficiales

El Banco Central limitó el miércoles el volumen de activos nominados en moneda extranjera que pueden tener los bancos a un 20% de su patrimonio computable, desde el 30% anterior. La iniciativa tiende a que las entidades se deshagan de parte de sus tenencias en títulos dolarizados, de manera que al aumentar su oferta en la plaza bursátil, baje su cotización e, indirectamente, arrastre a la baja al dólar informal.

Ya el 5 de febrero último, la entidad que conduce Juan Carlos Fábrega había reactivado una resolución para que los bancos no pudieran tener como propia cartera más de un 30% de tenencias dolarizadas. En aquella oportunidad, el dólar “blue” cedió más de 7%, desde los $12,55 a los $11,65 del 10 de febrero. La tendencia bajista se extendió por un mes: el 5 de marzo, el dólar paralelo acumulaba una baja de 15,9%, a 10,55 pesos. Es prematuro conjeturar que la misma medida (reducción de activos dolarizados en poder de los bancos) tendrá ahora efecto modesto sobre el precio del dólar, pero lo cierto es que esta semana apenas instó a una baja del 1,5%, de $14,26 del miércoles a $14,05 del viernes.

También en febrero las cerealeras se comprometieron ante el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, a adelantar liquidaciones de exportaciones por unos 2.000 millones de dólares. Junto con los ingresos por exportaciones del agro del segundo trimestre, la provisión de divisas estuvo garantizada y las expectativas devaluatorias de corto plazo se esfumaron. Así, el BCRA logró recomponer reservas desde el nivel mínimo del año (u$s26.729 millones el 3 de abril) hasta acercarse a los u$s30 mil millones (u$s29.713 millones el 24 de julio).

La tregua cambiaria no duró mucho más. El default selectivo y el desplome de los precios de la soja, debajo de los u$s400 por tonelada, estrecharon aún más el ingreso de divisas. Los exportadores del agro hoy escatiman las operaciones, desalentados a la vez por un dólar oficial que subió apenas 5,1% desde la devaluación de enero, con costos internos crecientes al ritmo de la inflación. Desde el 30 de junio los precios de la oleaginosa se derrumbaron 18% y los negocios en la plaza local fueron escasos o nulos: los productores prefieren aferrarse a sus granos, como una cobertura “dolarizada”, a la espera de valores y un tipo de cambio más favorables.

El Banco Central pasó de comprador neto de divisas en el mercado mayorista a vendedor, para satisfacer la demanda de los importadores y compensar el declive de los dólares sojeros. En agosto, las reservas cedieron u$s383 millones y en la primera semana de septiembre otros u$s228 millones, en una tendencia declinante que recuerda las alarmas previas a la devaluación de enero. Datos preliminares del Banco Central situaron a los activos internacionales en u$s28.392 millones, a niveles del 21 de mayo y unos u$s2.207 millones menos que en el inicio del año.

Todo vale para cuidar los dólares en manos oficiales. En las últimas horas, operativos de la AFIP paralizaron la negociación del dólar marginal en la City, mientras que el ente recaudador exigió a los productores de soja que informen la posición “georreferenciada” de los depósitos de granos, pues en los despachos oficiales estiman que hay 27 millones de toneladas sin liquidar. Además, la AFIP elevó a $8.800 el ingreso mínimo mensual de particulares para autorizar ventas de dólar “ahorro” y excluyó a los monotributistas de las categorías B, C y D para estas transacciones. Las ventas minoristas insumieron u$s172 millones la semana pasada y más de u$s2.000 millones en el transcurso del año, entre “atesoramiento” y “turismo”.

Al mismo tiempo crece la preocupación por los pesos. La creación primaria de dinero se duplicó entre enero y agosto, de $26.227 millones en 2013 a $64.850 este año, debido a la dependencia del Tesoro de la asistencia financiera que le brinda el BCRA. Sólo el mes pasado los Adelantos Transitorios y las Letras Intransferibles en el balance del Central crecieron en $16.300 millones (+2,9%), la Base Monetaria aumentó $17.500 millones (+4,7%) y la deuda de la entidad en Letras y Notas subió $15.832 millones (+7%).

El agro compensa el déficit de autos, turismo y energía

A través del Balance Cambiario, el Banco Central difundió la semana pasada los datos consolidados de las operaciones en el Mercado Único y Libre de Cambios del primer trimestre de 2014. En términos generales, se observó una disminución en la salida de dólares por intercambio de bienes y servicios, aunque se profundizó la caída de reservas aún con la devaluación de enero.

Tal como lo demuestra el intenso ritmo de liquidaciones en el mercado mayorista de divisas, las exportaciones del agro, principalmente la soja y en particular sus derivados industriales como aceites y harinas, posibilitaron ingresos trimestrales por u$s5.000 millones que equilibraron la salida de divisas de los rubros automotriz, turismo y energía, por casi 3.800 millones de dólares. Las exportaciones de las cerealeras crecieron un 1% interanual, a 5.003 millones de dólares. Este aumento permitió al agro acaparar un tercio de las ventas del período, debido a que “el conjunto del resto de los sectores registró cobros por exportaciones por u$s10.130 millones, mostrando un descenso interanual de 13%”, según consignó el BCRA.

La apreciación del dólar incide este año en la disminución del déficit comercial automotriz, que en todo 2013 acumuló un rojo récord de u$s8.178 millones, en una tendencia declinante que coincide con el ciclo de baja en la producción, debido a la dependencia sectorial de piezas, insumos y unidades terminadas de origen extranjero. El rojo automotriz se redujo un 25,3%, a u$s1.002 millones entre enero y marzo de 2104, contra u$s1.342 millones del mismo período del año pasado.

En esta actividad también impactó el aumento de los impuestos a los vehículos de alta gama, aplicado para desalentar la demanda de autos importados, que en 2013, medidos a cotización “blue”, llegaron a pagarse más baratos que en sus países de origen. Además de las ventas internas, la disminución de las exportaciones a Brasil fue muy perjudicial para la industria. Entre enero y marzo, las terminales nacionales produjeron un 16,2% menos respecto del mismo lapso de 2013, mientras que las exportaciones cedieron un 17,8 por ciento.

En cuanto a los servicios, el sector turístico también recortó el profundo déficit que mostró durante todo 2013, fruto de la devaluación del peso que encareció los viajes al exterior, así como el incremento de la imposición a cuenta de Ganancias hasta el 35 por ciento. Así, el déficit por servicios turísticos contabilizó una contracción del 30,5% respecto de los u$s1.725 millones del primer trimestre de 2013, a u$s1.199 millones entre enero y marzo de 2014. La cuenta de turismo fue la más deficitaria del año pasado, por unos 8.700 millones de dólares.

El Gobierno alcanzó un modesto objetivo al contener la salida de divisas comerciales, con el elevado costo recesivo que significó la devaluación y el incremento de los impuestos. Hay que subrayar que la factura energética dificultó esta tarea: en el primer trimestre, las empresas vinculadas al sector energético dejaron un rojo por u$s1.562 millones en el intercambio de mercancías, un 123% más que en el mismo período de 2013.

Un dato para preocuparse es que el primer trimestre siempre es el de menor demanda de importaciones energéticas. No obstante, en este lapso, las compras aumentaron un 33%, hasta u$s2.934 millones: con esta tendencia el año podría finalizar con importaciones por más de u$s16.000 millones si se aspira a cubrir las necesidades de hidrocarburos y electricidad que requiere la economía argentina. Sólo una recesión marcada podría reducir esta demanda, lo cual agregará un problema mayor en lugar de una solución.

¿Por qué cayeron las reservas?

En la “cuenta corriente cambiaria”, que incluye las transacciones de bienes, servicios –como el turismo- y rentas –como el pago de intereses de deuda-, el Banco Central contabilizó una salida de u$s2.103 millones en el primer trimestre, un 7% menos que en 2013.

Sin embargo, la “cuenta capital y financiera cambiaria”, que contempla la inversión extranjera, los préstamos de organismos internacionales y las diversas líneas de crédito del exterior, entre otros ítems, dejó un saldo negativo de u$s1.628 millones entre enero y marzo, cinco veces más que los u$s323 millones del mismo período de 2013. Esto significa que las empresas optaron por cancelar créditos contraídos en el exterior antes que tomar nueva deuda, para aprovechar un tipo de cambio que todavía luce atrasado, a la vez que el Estado canceló más préstamos con organismos multilaterales y bilaterales que los que pudo renovar.

El rojo de las cuentas corriente y capital-financiera sumaron entonces unos u$s3.723 millones, que luego de ajustes contables explican la pérdida de reservas del BCRA por u$s3.592 millones entre enero y marzo, un 26% más que en 2013, monto que no pudieron atenuar la devaluación y los controles a las importaciones.

El atraso cambiario de 2013 aceleró la salida de dólares

En el informe sobre Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario, el Banco Central brindó esta semana una radiografía de la salida de dólares que marcó a fuego la economía argentina a lo largo de 2013 y se convirtió en la más elevada en 12 años.

El forzado atraso cambiario, que mantuvo al dólar oficial en un precio estimado como bajo por los ahorristas, incentivó consumos con tarjeta y viajes al exterior, la venta de autos en general y de vehículos importados en particular. La mayor demanda de combustibles también precisó de mayores importaciones de energía. Estos ítems explican una alta proporción de salida de divisas del país y pueden interpretarse como una concesión del Gobierno a la clase media, en el marco de un año electoral en el que se optó por postergar los ajustes y estimular la actividad económica a fuerza de sacrificar reservas del BCRA.

El dólar oficial promedió en 2013 los 5,51 pesos. Comenzó el año en $4,92 y concluyó en $6,53, con una ganancia en doce meses de 32,8%, que superó la inflación, pero no alcanzó a recomponer el deterioro del poder de compra de la divisa norteamericana en el mercado local, acumulado a partir de la crisis del campo, en 2008.

El BCRA explica que la demanda bruta por turismo y viajes y pasajes al exterior “alcanzó un récord de unos u$s10.300 millones”. Para comprender su magnitud, se trata de un monto superior a los u$s9.024 millones que dejó el superávit comercial de bienes en todo el año. Al contabilizar los ingresos por turismo receptivo, el déficit sectorial finalizó en un nivel récord de 8.700 millones de dólares.

En el caso de las automotrices, el saldo negativo por insumos, piezas y unidades terminadas alcanzó en 2013 el récord de los u$s8.200 millones, justamente producto del gran año de ventas que atravesaron las terminales radicadas en el país.

Según ADEFA, la producción nacional automotriz finalizó con un crecimiento del 3,5% respecto de 2012, aunque las ventas a concesionarios crecieron un 16,1% en el año, por lo que se infiere que la diferencia fue cubierta por unidades importadas (se vendieron un 26% más que en el año anterior). Además, en los vehículos nacionales el componente importado asciende a un 70% en promedio, por cuanto el rojo comercial del principal rubro importador es inevitable con un elevado nivel de demanda como el del año pasado. Según ACARA, se patentaron 955.023 unidades 0 kilómetro en 2013.

La aceleración inflacionaria promovió la adquisición de autos como una forma de ahorro, ante alternativas con tasa de retorno negativas en el mercado financiero, como pueden ser los plazos fijos. A la vez, un tipo de cambio estimado como bajo permitió el ingreso de vehículos importados a un precio relativamente barato para la percepción de un usuario argentino. En contrapartida, desde enero el aumento de los impuestos internos de hasta un 50% para autos de más de $170.000 y la devaluación del peso elevaron los precios de tal manera que ya se espera un año de contracción para este mercado. Un remedio amargo para detener la salida de dólares en este rubro.

En cuanto a los pagos con tarjeta en el exterior, que incluyen las compras a través de sitios web, la salida de divisas se duplicó a u$s2.600 millones, desde los u$s1.200 millones de 2012. Desde enero, la AFIP restringió el ingreso de objetos físicos por esta modalidad a dos transacciones por persona por año y sólo se permitirán operaciones por hasta 25 dólares anuales sin impuestos.

Las distintas empresas vinculadas al sector energético registraron pagos de importaciones por u$s12.412 millones, un alza interanual del 16%, frente a registros de exportaciones por u$s5.934 millones, con un balance negativo de unos 6.500 millones de dólares. En cuanto a la industria química, el déficit comercial fue de unos 4.700 millones de dólares.

Estos canales de salida de divisas consolidaron la caída de reservas del Banco Central. Según el informe diario de la entidad, ésta alcanzó en 2013 los u$s12.691 millones, mientras que en el balance cambiario, con un ajuste por “tipo de pase y valuación”, la pérdida fue de 11.825 millones de dólares. Con estas cifras, se trató de un recorte de los activos líquidos de la entidad de un 29%, una sangría que no tenía registro desde 2001, cuando con un colapso económico en ciernes -y sin “cepo” cambiario-, las reservas restaron u$s19.000 millones o 55,5 por ciento.

En 2014, el Gobierno ya dio señales de mayor control a la salida de divisas. La devaluación encareció las importaciones, además desalentadas por la política de autorizaciones de la AFIP, y mejoró el perfil de los rubros exportadores. La carga impositiva sobre los autos puso paños fríos al rubro fabril de mayor protagonismo y el turismo al exterior fue gravado con un 35% como anticipo del pago de Ganancias. Están dadas las condiciones para que este año sea más proclive al cuidado de los dólares que al crecimiento económico.

Dólar: la menor brecha en 14 meses

La evolución alcista del dólar mostró una clara reversión durante febrero, como consecuencia de la ortodoxa política de endurecimiento monetario del Banco Central, bajo la impronta de su actual presidente, Juan Carlos Fábrega. Varios mecanismos operados en simultáneo (devaluación, suba de tasas, absorción de pesos, desarme de carteras dolarizadas en los bancos) contribuyeron a un realineamiento de las variables, cuyo signo más visible es la reducción de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo a un 41,3%, su menor nivel en 14 meses..

El dólar “blue” cerró febrero en $11,25, lejos del récord de $13,10 alcanzado el 23 de enero, cuando el mercado libre se sostenía por la efervescencia del pago del medio aguinaldo y la demanda de divisas para vacaciones. Entonces, la devaluación del 18,7% del peso convalidada por el Banco Central en enero (ascenso del 23% del dólar oficial), también potenció el salto de precios del billete informal.

Este viernes, con un dólar minorista a $7,96, según el promedio de bancos y casas de cambio que publica el Banco Central, la brecha con el “blue” retrocedió a un rango no visto desde el 2 de enero de 2013, cuando alcanzó el 38,7%, entre los $4,958 y los $6,88 de los mercados oficial y libre, respectivamente.

La movida de Fábrega en el BCRA también llevó a un cambio de fondo: el dólar formal avanza a mayor ritmo que el informal. En 2014, el primero sumó 21,9%; el otro, 12,1 por ciento. La idea que persiste es la de achicar la brecha de las cotizaciones hasta algún punto de convergencia, en el cual se pueda liberar el mercado de cambios sin generar una corrida del peso ni una espiralización inflacionaria. En el contexto macroeconómico de hoy, este juego de variables necesita precisión quirúrgica y amplia colaboración y sincronización entre el accionar de las autoridades del Palacio de Hacienda, el Banco Central e incluso la AFIP, para empezar a corregir el déficit de las cuentas públicas sin deprimir la actividad económica.

La apertura parcial de las ventas minoristas a través del llamado dólar “ahorro”, bajo supervisión de la AFIP, permitió transacciones por u$s253 millones en un mes. Este volumen negociado prácticamente atrofió las ventas de “cuevas” y “arbolitos”, a la vez que alimentó la oferta, pues pequeños ahorristas que adquieren la divisa al precio oficial más un 20% como adelanto del Impuesto a las Ganancias ($9,55) recurren a ventas en el mercado paralelo cuando necesitan pesos. En este segmento, la brecha con el dólar libre es de apenas 17,8 por ciento.

También queda otro remanente del “cepo”: el dólar “turista” o “tarjeta”. Es decir la salida de divisas autorizada por el BCRA y la AFIP para aquellos que viajan al exterior o realizan gastos con tarjeta de crédito o débito fuera del país, a valor oficial más un recargo de 35 por ciento ($10,75). En este caso, la brecha es aún más chica: 4,7 por ciento. Pagar con dinero plástico o en efectivo en el exterior no tiene gran diferencia para los particulares, aunque sí para el Banco Central. La primera opción significa caída de reservas, pero no la segunda si las divisas se adquirieron por vía informal.

El ministro Axel Kicillof hizo pública la visión del Gobierno sobre la restricción externa que atraviesa el país cuando remarcó: “Si todos los exportadores guardan lo que tenían que exportar ¿cómo no van a caer las reservas?”. Las ventas del campo continúan como principal fuente de divisas para una economía cada vez más primarizada y por eso el Gobierno les hizo dos concesiones a los exportadores agropecuarios. Además de reconocerles más pesos por cada dólar que ingresan, producto de la devaluación, la suba de las tasas les permite una rentabilidad más conveniente al dejar sus pesos dentro del sistema financiero, cuando antes les era más provechoso posicionarse en dólares –adquiridos en el mercado informal- a la espera del momento oportuno para venderlos y cubrir los costos de la cosecha nueva.

La absorción de pesos del Banco Central a través de la colocación de deuda (Letras y Notas) superó los $40.000 millones en dos meses de 2014. Sin contabilizar las licitaciones de la semana pasada, la Base Monetaria se contrajo 10,1% desde los $377.197 millones del cierre de 2013 a los $338.736 millones del 23 de febrero. En este sentido, el llamado dólar “de convertibilidad” o “implícito” cayó de los $13 de enero a los actuales $12,28, al dividir la Base Monetaria por las reservas, a esa fecha en u$s27.575 millones según datos consolidados.

De todos modos, la calma cambiaria es muy frágil. Las reservas cayeron en el segundo mes del año u$s266 millones, a u$s27.482 millones (con datos definitivos al 26 de febrero), aún con freno a las importaciones e incentivos a los agroexportadores. La desaceleración de la actividad en conjunto con una creciente inflación y la continuidad del rojo fiscal, que lleva ya dos años, anteceden a una economía recesiva en la que la eventual alza del dólar pasará a ser una preocupación de segundo orden.

Primer mes de Fábrega: subió el dólar oficial y cayó el libre

La política de acelerar la suba del dólar oficial –en realidad, devaluación del peso- quedó plasmada con más claridad a partir de las elecciones primarias, luego de que su resultado significara un retroceso electoral para el oficialismo. En poco más de tres meses la divisa formal subió más que el “blue”, y en el último mes, en el que Juan Carlos Fábrega tomó la conducción del Banco Central, el dólar oficial subió aún más fuerte y el libre bajó.

El atraso del tipo de cambio, que mantuvo una inusual continuidad gracias al establecimiento del “cepo”, dejó en evidencia con la pérdida de reservas del BCRA que fue más perjudicial que beneficioso, aún cuando en los despachos oficiales lo ponderaron como una “ancla” inflacionaria.

Así, en el tramo final del año, a partir del lunes 12 de agosto –primera jornada cambiaria tras las elecciones-, el dólar oficial subió 16,3%, desde los $5,5425 a $6,445, considerando el precio de la divisa mayorista que fija el Banco Central a través de operaciones de regulación de liquidez. Es decir que en poco más de tres meses, la moneda norteamericana subió más que en siete meses precedentes, para acumular un incremento de 30,9% desde el cierre de 2012.

En el primer mes de gestión de Fábrega, quien asumió el 21 de noviembre último en la presidencia del BCRA en reemplazo de Mercedes Marcó del Pont, la suba del dólar oficial se profundizó en forma notable: fue de 6,6% en sólo 22 rondas cambiarias. Si en un ejercicio contable multiplicáramos por doce meses este salto, estaríamos hablando de una apreciación de 79,2% anual, el triple que la inflación real.

¿Qué pasó con el “blue”? Sin dudas el accionar oficial lo “planchó”: la operatoria de venta de bonos en dólares de las carteras de entidades oficiales retrajo al “contado con liquidación”, el tipo de cambio de referencia para la actividad financiera que contagia al mercado paralelo. Con ese fin es que también se liberaron las compras de dólares vía el mercado bursátil. Desde las PASO, el dólar libre ganó 10% (de $8,82 a $9,70), y en el último mes, con Fábrega al frente del Central, bajó 2,3%, desde los $9,93 del cierre del 20 de noviembre, aunque avanzó 42% en el año.

El apresurado repunte del dólar oficial dejó al Presupuesto 2014 tan viejo como el diario del 12 septiembre, fecha en la que el entonces ministro Hernán Lorenzino presentó el proyecto en el Congreso. En Argentina tres meses es largo plazo: la “ley de leyes” previó un precio promedio de $6,33 para el dólar oficial en 2014 y hoy ya está 12 centavos por encima de aquel cálculo.

Un indicador a monitorear es el progreso del llamado dólar “turista”, que se vende con autorización de la AFIP y fija un tipo de cambio producto del oficial más un 35% de recargo. Este dólar formal vale $8,71, apenas un peso menos que el libre, por lo que la brecha entre ambos se acortó a 11,4 por ciento. Constituye una manera elegante de hacer converger paulatinamente los tipos de cambio en el más alto sin causar alarma, en un país con una dramática historia de devaluaciones drásticas y sorpresivas, y un primer paso para la esperada y definitiva eliminación del cepo cambiario.

El “contado con liqui” ya es más barato que el dólar “turista”

La profundización de las intervenciones oficiales para ponerle un techo al dólar libre a través de la baja del llamado “dólar financiero”, combinada con la suba de la divisa oficial y las mayores imposiciones para el dólar “turista”, trajo una nueva distorsión al mercado de cambios: hoy el dólar “contado con liquidación”, a $8,46 en promedio, es más barato que el de referencia para los gastos en el exterior, a 8,53 pesos.

De esta forma, el dólar que se deduce de las operaciones con acciones y bonos argentinos permite adquirir divisas en forma legal a un precio 0,8% más bajo que el autorizado por la AFIP para pasajes, paquetes turísticos y gastos con tarjeta en el exterior. Esta ventaja es irrisoria, pero grafica los diversos “estados alterados” del mercado de cambios, ante la necesidad del Gobierno de fijar los distintos precios del dólar, en un marco de claro atraso cambiario y fuerte pérdida de reservas.

En los hechos, el “contado con liqui” es operado con más frecuencia por grandes inversores a través de agencias de Bolsa. Se obtiene por la adquisición de acciones y bonos argentinos en la plaza financiera local para venderlos en Wall Street, en dólares que quedan depositados en una cuenta en el exterior. Estas transacciones para la fuga de capitales son formales y no representan caída de reservas, pues implican un cambio de manos de activos  de tenedores locales a otros en el exterior, pero no una salida de dólares del sistema financiero argentino.

En el caso del dólar “turista”, hay que destacar que surge de la cotización oficial de la divisa más un 35% de recargo a cuenta del pago de Ganancias y Bienes Personales, lo cual significa que aquellos que tengan justificado el origen de sus ahorros pueden reclamar más adelante la devolución de los fondos abarcados por dicha tasa en concepto de tales impuestos.

En cualquier caso, el Gobierno interviene en el “contado con liqui” con la venta de acciones o bonos en dólares de la cartera de la ANSeS, posiciones que deprimen los precios en pesos de esos activos en la Bolsa local. Al dividir las cotizaciones en pesos por el precio en dólares en Wall Street de los mismos activos, resulta un tipo de cambio “financiero” más bajo. Ante la posibilidad de hacerse de divisas más baratas con una operación registrada, los agentes del mercado paralelo se ven obligados a bajar el precio del “blue”.

Sin embargo, estos movimientos cada vez son menos eficaces, ante la percepción generalizada de que el dólar libre va a mantener la tendencia alcista en 2014. La expectativa de que el billete verde superará pronto los 10 pesos es un obstáculo para desalentar la demanda en los niveles actuales e instar a una baja más abrupta de su precio en el corto plazo. Por ello, esta semana se advierte la brecha más amplia entre el dólar “blue” y el “contado con liqui”, de 1,24 peso o 14,6% cuando en meses anteriores distaban apenas unos centavos, es decir se genera una nueva distorsión en el panorama cambiario. Incluso, con “cepo” el “liqui” debería ser más caro que el dólar libre, pues al primero se aplica un spread mayor por tratarse de una operación formal.

La administración del Banco Central que conduce Juan Carlos Fábrega convalida una apreciación más decidida del dólar oficial que se complementa con el accionar de ANSeS para bajar el “contado con liqui” y así reducir paulatinamente el rango de precios de un mercado virtualmente desdoblado. El dólar oficial ya gana un 28,2% en el año, hasta los $6,32, mientras que el dólar financiero subió 24,2%, a 8,46 pesos. A comienzos de mayo, cuando del dólar libre marcó un récord de $10,45, el dólar financiero acumulaba una ganancia de 37,4% en poco más de cinco meses (desde $6,81 del cierre de 2012 a $9,36) contra sólo 6,1% del oficial (desde $4,92 a $5,22 el 8 de mayo).

Esta situación representa un desafío extra, pues por el doble rol que el Poder Ejecutivo atribuye a la entidad emisora, la involucra en el financiamiento del déficit del Tesoro con emisión, cuando se está reduciendo el respaldo con reservas de los pesos de la base monetaria. Según informó el Ministerio de Economía, los aportes extraordinarios que recibió el Gobierno treparon a $48.245 millones entre enero y octubre de 2013, de los cuales el 59,4% o $28.703,1 millones fueron girados por el Banco Central. En el mismo lapso, las reservas cedieron unos u$s10.000 millones o 23,2 por ciento. Esa emisión, que no es acompañada por una mayor demanda de pesos por parte de empresas y particulares, contribuye a la escalada inflacionaria, agrega tensión al frente cambiario y previsiblemente se canaliza en el mercado del dólar informal, resultados que contradicen el objetivo de poner coto al precio del dólar.

Cepo cambiario: se perdieron reservas por u$s14 mil millones

Pasaron las elecciones y asoman otra vez las dificultades y la ausencia de anuncios concretos que permitan avizorar el rumbo de la política económica futura. Disipada la euforia electoral persisten el modesto crecimiento de la actividad, la inflación sostenida en torno al 25% anual, el ritmo de emisión monetaria sin respaldo para financiar el gasto público, la tensión con el dólar y la pérdida de reservas en el Banco Central. No son datos novedosos, pero no dejan de ser los tópicos económicos ineludibles en el sinuoso camino hacia 2015.

El Gobierno se garantizó antes de las elecciones la aprobación del Presupuesto 2014 y la ley de emergencia económica. El resultado de los comicios pudo ser analizado desde los despachos oficiales con la perspectiva del “vaso medio lleno”: el Frente para la Victoria conserva la mayoría en ambas cámaras del Congreso y todavía mantiene un núcleo duro de un tercio de los votantes. En el mismo aspecto puede interpretarse que continuará la aversión al cambio y el estilo heterodoxo y desarticulado para abordar los conflictos de la economía.

Sin embargo, ya no es ajena para el Gobierno la urgencia de conseguir dólares. El intrascendente blanqueo de capitales a través de los CEDIN y BAADE ideado por Guillermo Moreno cedió el paso a otras alternativas, más amigables con el mercado financiero que con el discurso kirchnerista. Por ejemplo, el acuerdo con cinco empresas con demandas ante el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial, que liberará créditos por unos u$s3.000 millones, o el cuestionado acuerdo con Chevron para desarrollar el megacampo de Vaca Muerta.

Este auxilio financiero tiene sabor a poco y apenas estira los tiempos para alentar la teoría según la cual el Poder Ejecutivo puede mantener el esquema económico sin variantes hasta la entrega del mando presidencial a otra administración.

El deterioro de variables acota el espacio para insistir con las improvisaciones. Las reservas internacionales del Banco Central se contrajeron casi u$s10.000 millones sólo en 2013. Es un monto es similar a los u$s9.534 millones que el presidente Kirchner le pagó al FMI en enero de 2006 para cancelar la totalidad de la deuda con ese organismo y es muy superior a los cerca de u$s7 mil millones que todavía se le deben al Club de París, entidad que reúne a un grupo de bancos centrales que entregaron al país créditos comerciales que quedaron incumplidos desde 2001.

Esta dinámica sirve para advertir que muchas cosas pueden suceder en dos años. Basta recordar que dos años atrás llegaba la restricción cambiaria. En ese período, el dólar subió de $4,24 a los $9,92 que se pagaron en el mercado libre este martes, un 133% más. En el mismo lapso, los activos líquidos del BCRA disminuyeron u$s13.989 millones (de 47.523 millones a 33.534 millones) o 29,4%, a un ritmo cercano a u$s600 millones por mes.

Durante los 24 meses de vigencia del “cepo” cambiario, las reservas líquidas del BCRA -compuestas por divisas, oro, colocaciones realizables en divisas y convenios multilaterales de crédito, entre otros- pasaron de constituir el 48,5% del activo de la entidad al 29,9%, mientras que se incrementaron en la hoja de balance los adelantos transitorios al Tesoro y los títulos públicos.

¿Por qué se van los dólares?

El arrastre del agro y derivados, y en menor proporción de la minería, permiten todavía que se sostenga el superávit comercial de bienes y servicios -y el ingreso genuino de dólares-, contra la salida de divisas por turismo, energía y rubros industriales, que manifiestan la dimensión de los desequilibrios por un tipo de cambio cada vez menos competitivo. Luego, la cuenta corriente se tiñe de rojo cuando se contabilizan el pago de deuda pública y privada y la remisión de utilidades y dividendos.

La importación de energía este año ascenderá a unos u$s13.000 millones, con un crecimiento del 30% anual, y el déficit sectorial se acercará a los 6.000 millones de dólares. Según datos aportados por el Instituto Argentino de Petróleo y Gas, la producción de crudo cae ininterrumpidamente año tras año desde 1998. Entre 2002 y 2012 retrocedió 24,8% (de 44,1 a 33,2 millones de metros cúbicos) en contraste con el notable crecimiento del PBI argentino en esa década. La producción de gas decreció desde un máximo histórico de 52.385 millones de metros cúbicos en 2004 a 44.124 millones en 2012 (-15,8%).

El déficit de la balanza turística, incentivado por el pago de paquetes en el exterior y pasajes a una tasa de cambio actual de $7,07 ($5,89 más 20% de recargo a cuenta de anticipo de impuestos), superará al de la energía este año, debido a esta distorsión cambiaria que hace más barato a los argentinos viajar fuera del país y dificulta el arribo de turismo internacional.

En cuanto a la industria, su rojo comercial puede contemplarse como una variable más en un sector que contribuye generosamente a la actividad económica, además de crear empleo y valor agregado, sin que por ello deban ignorarse datos preocupantes en materia cambiaria. El rubro autopartista se encamina a un déficit comercial de u$s9.000 millones este año, de la mano de las ventas récord de unidades 0 kilómetro en el mercado interno.

Turismo en el exterior, un “éxito” del modelo

En su informe sobre Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario, el Banco Central indicó que en el primer semestre del año el rubro Turismo registró un déficit de 4.500 millones de dólares, una salida de dólares equivalente a más del 70% del total de pérdida de reservas en el período.

En el segundo trimestre de 2013, el concepto turismo y viajes y pasajes representó egresos netos por unos u$s2.594 millones, con un aumento de 61% respecto del segundo trimestre del año anterior. Seis de cada 10 dólares de la cuenta de servicios fueron demandados para viajar al exterior, proporción que se incrementa en forma exponencial desde que se instauró el “cepo” al dólar. Los ingresos por gastos de turistas no residentes en el país ascendieron a u$s370 millones, lo que arroja un desbalance entre abril y junio por 2.224 millones de dólares.

Ya en el primer trimestre del año, el período de “temporada alta” argentino, el déficit por turismo y viajes y pasajes había ascendido a u$s2.280 millones, lo que totaliza una salida de dólares del país por u$s4.504 millones en sólo seis meses. En comparación a los u$s1.743 millones de déficit turístico que registró el semestre enero-junio de 2012, la salida de divisas casi se triplicó, con un alza de 158 por ciento.

Cabe aclarar que en el estudio de 2012 el Banco Central no incluye las compras de billetes en moneda extranjera que efectuaron los viajeros, las cuales fueron incluidas en el ítem “demanda de activos externos de residentes”, cuando entonces estaba autorizada por la AFIP la adquisición de “libre disponibilidad” o atesoramiento (vigente hasta el 5 de julio del año pasado). Esta diferencia probablemente exagera la brecha entre los montos anotados este año contra los del año pasado, pero no revierte una tendencia creciente que es indudable.

El informe del Balance Cambiario también mostró que el déficit comercial automotriz acumuló importantes u$s3.258 millones en el primer semestre, mientras que el rubro energético mostró un rojo de u$s2.151 millones, producto del pago de importaciones por u$s5.293 millones y exportaciones por 3.142 millones. La salida de dólares por turismo superó así en forma holgada a la de estos dos rubros, que le siguen en el análisis de la balanza de intercambio de bienes y servicios.

Sin cuestionar el derecho de los argentinos a demandar moneda extranjera y darle el uso que parezca más apropiado, incluso el esparcimiento, a esta altura es obligado discutir si la permeabilidad que ofrece el Gobierno para realizar pagos en el exterior con tarjeta al tipo de cambio oficial, con un recargo del 20% cada vez más insignificante (la brecha entre el dólar libre y el formal es de 62%), es pertinente, e incluso equitativa respecto de aquellos ciudadanos que no salieron del país.

Sucede que en un escenario de marcada pérdida de reservas, la distorsión cambiaria que impacta de lleno en el rubro turístico pronuncia más este declive, incentiva y prácticamente subsidia los viajes al extranjero, a la vez que penaliza al turista que llega a la Argentina y cambia sus dólares en un banco. Y, por qué no, también al argentino que decide veranear en su país, con costos crecientes por la inflación. Al desprenderse de esos dólares a una tasa de cambio de $6,74, el Banco Central orada el stock de activos con los que respalda los pesos que emite, cada día más devaluados, y que perciben todos los asalariados.

Cuentas pendientes después de las primarias

Dos trenes a toda velocidad se aproximan. Circulan en sentidos opuestos y por la misma vía: uno carga con el déficit fiscal, cepo cambiario, recalentamiento de la demanda agregada, turismo en el exterior financiado al dólar oficial, boom de ventas de autos importados, subsidios crecientes. El otro trae emisión sin respaldo, inflación, pago de deuda y energía con reservas, salarios gravados por Ganancias, atraso cambiario. Si ninguno de los dos trenes –ambos, en realidad– se detiene a tiempo, la colisión será inevitable y los daños, totales.

Los objetivos electorales del Gobierno apañaron el recurso de inundar con pesos la economía, para sostener a cualquier precio un crecimiento económico que marca una tasa del 4,9% entre enero y mayo, difícil de sustentar en el tiempo. La otra cara de la misma moneda es la caída de u$s6.200 millones de reservas en el Banco Central, que ayuda a financiar la actividad de un país vedado al crédito externo.

La campaña por las primarias fue el prólogo de la otra campaña, por las legislativas, que seguirá hasta el 27 de octubre. Muchas cuentas quedan pendientes por la necesidad política del oficialismo, que paraliza y aplaza la toma de medidas de fondo para evitar un anunciado choque de las variables económicas. También extrema los esfuerzos por disimular la debilidad que se evidencia en el fracaso de iniciativas cosméticas.

Así, los controles y congelamientos de precios fueron inocuos. Estimaciones privadas apuntan que la inflación de julio se habría ubicado sobre el 2,5%, por encima del promedio de 2013. Los certificados BAADE y CEDIN, para incorporar a la economía formal y las reservas una parte de los dólares que salieron del sistema, aportan u$s1 millón por día, la mitad de los depósitos privados que se retiran de los bancos.

Hace varios meses que las resoluciones dictadas desde el Palacio de Hacienda, en especial las ideadas por el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, adolecen de credibilidad, la misma que le falta a la autoridad monetaria -el Banco Central- para que la ciudadanía tenga apetito por retener los pesos que emite. La moneda argentina pierde valor en términos estrictos de poder de compra, pero también en la ponderación de los ciudadanos, que buscan refugio en los bienes durables, el dólar o directamente gastan sus pesos en esparcimiento antes que ahorrarlos o invertirlos.

Las restricciones al dólar aplicadas inmediatamente después de las elecciones de 2011 permitieron estirar los plazos a un Gobierno confiado por el contundente respaldo del 54% de votos, que eludió su responsabilidad de impulsar correcciones y rectificar distorsiones macroeconómicas. Ahora, con un resultado electoral atomizado, pero claramente desfavorable al Frente para la Victoria, el panorama es diferente: aventó las certezas y sólo dejó interrogantes. Lo que antes funcionó para satisfacer el humor social ya no da frutos, a fuerza de impericia de los funcionarios y diagnósticos negadores.

Ante la fuga de capitales de 2011 (u$s21.504 millones), el Gobierno redobló la apuesta y estableció el “cepo” cambiario, una especie de “corralito”, que a diferencia del de 2001/2002, permite sacar los pesos, pero no comprar los dólares. La restricción debió extenderse a las importaciones, contagió a la inversión y afectó a las exportaciones por la falta de insumos importados. Los dólares siguen escaseando y los economistas críticos insisten en hablar de “restricción externa”, “tensión en la balanza de pagos” y “deterioro de fundamentos macroeconómicos”.

Lo que no se hizo en 2012 y 2013 –política económica integral que se enfoque en atacar la inflación desde sus causas, equilibrar las cuentas públicas y obtener financiamiento externo a tasas de interés históricamente bajas- va a ser más difícil de hacer en 2014 y 2015, con esquivo capital político, sin margen para el “gradualismo” y un gabinete económico disperso y devaluado.

El Gobierno devalúa, pero no le alcanza

Durante julio, el Banco Central subió un 2,24% el dólar mayorista, referencia del mercado de cambios oficial, desde los $5,395 del 28 de julio, hasta los 5,515 pesos. De esta forma, el tipo de cambio aumentó un 12,2% en los primeros siete meses del año. Al anualizar esta apreciación entre enero y julio, refleja una tasa de casi 21%, que resulta un dólar oficial de $5,95 a fin de año.

Este dólar está de acuerdo con la “estimación” de un dólar oficial a seis pesos atribuida al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a comienzos del año, pero aún muestra que es imparcial o falaz interpretar que la devaluación oficial acompaña el ritmo de la inflación. En realidad “corrió desde atrás” al subir menos que la inflación real algunos meses, mientras que lo hizo más en otros. En enero, la inflación difundida por legisladores de la oposición en el Congreso fue de 2,58%, contra un incremento del dólar oficial 1,20%; 1,23% contra 1,33% en febrero; 1,54% contra 1,51% en marzo, y 1,52% contra 1,31% en abril.

El atraso cambiario presionó para que el dólar recuperara la tendencia ganadora en mayo y junio. En el quinto mes del año, la inflación detectada fue de 1,57% contra 1,84% que ganó el dólar, y en junio fue 1,93% contra 2,08 por ciento. En julio, la divisa mayorista ganó 2,2%, cuando algunas consultoras privadas ya calculan una aceleración de los precios en un rango de 2,4 a 3 por ciento. Así, una aproximación más realista muestra en el primer semestre un incremento de precios minoristas de 10,82% contra una suba del dólar de 9,65%: el billete siguió rezagado contra el promedio de los precios.

Por eso, el Banco Central decidió acelerar el ritmo de apreciación de la divisa. Si se tomara en cuenta la progresión alcista del bimestre junio-julio (subió 23 centavos, desde los 5,285 a 5,515 pesos) el incremento sería 4,35% bimestral, un 26,1% anual. Si se anualizara el 2,24% que avanzó el billete verde en julio, esta suba del dólar aceleraría un 26,9 por ciento. Es decir, la autoridad monetaria está apretando el acelerador.

En estrictos términos de devaluación, hay que decir que el peso argentino se devaluó 10,84% en el transcurso del año (frente a 12,2% que ganó el dólar), desde los u$s0,203 por peso ($4,925 por dólar en enero) a u$s0,181 por peso el 31 de julio. Anualizada, esta devaluación asciende a 18,58%, un porcentaje significativo que contraría la expresión de Cristina Kirchner, quien dijo en mayo que “para devaluar tendrán que esperar a otro Gobierno”.

Brasil y Venezuela

Probablemente haya sido el ajuste del dólar en Brasil el factor que más empujo al BCRA a apurar la escalada local de la divisa. En el trimestre mayo-julio el país vecino apreció el dólar un 14 por ciento. Respecto de enero, la divisa norteamericana en Brasil avanzó 12,2%, lo mismo que ganó el dólar oficial en Argentina. Esta relación es crucial en materia de exportaciones, debido a que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Sin embargo, la diferencia de inflación entre ambos (3,15% contra 10,82% en el primer semestre) es otro dolor de cabeza para los funcionarios argentinos y factor de pérdida de competitividad para los productos nacionales.

El combate de la inflación que el Gobierno decidió hacer manifiesto en este 2013 es un fracaso concreto y subyace a las medidas para ajustar la tasa de cambio. Cuanto más ajustes, controles y acuerdos de precios se intentaron aplicar, menos efecto se consiguió en las góndolas. Por el contrario, la inflación parece estabilizarse en un 2% mensual.

Argentina está muy lejos de la realidad de Venezuela, pero simula seguir sus pasos. La administración chavista intentó a su modo fijar precios en época preelectoral y luego de los comicios la inflación se le fue de control: acumuló 25% durante el primer semestre del año, por encima del 7,5% del mismo período de 2012.

El país caribeño mantiene un férreo control de cambios con una cotización oficial de 6,30 bolívares por dólar, aunque la moneda de los EEUU es prácticamente inaccesible de no ser por el mercado paralelo, en el que su valor se quintuplica. Por ejemplo, el codiciado dólar “turista” al que acceden pocos venezolanos, con montos de u$s1.000 en promedio y un límite de u$s2.500, vale cerca de 11,7 bolívares, casi el doble que el oficial. En la Argentina, la tasa de recargo es apenas 20 por ciento.

Asimismo, en febrero, el gobierno de Nicolás Maduro decidió devaluar casi el 32% el bolívar respecto del dólar, que pasó de costar 4,3 bolívares a los actuales 6,3. Argentina todavía está lejos de un ajuste tan brutal, con su devaluación estimada en 18,8% anual. Más que un espejo Venezuela es en este sentido una caricatura que exagera el presente argentino, pero obliga a pensar sobre las consecuencias de las políticas económicas erráticas, descoordinadas y tolerantes de una inflación que carcome los ingresos.