Industria y exportaciones ratifican un mediocre 2015

En la transición hacia 2016 se dirime una pulseada entre realidad y expectativas. La primera, exhibida en los informes macroeconómicos, confirma una recesión leve pero prolongada en el tiempo; las segundas, impulsoras de las ganancias bursátiles, son aún una apuesta al eventual regreso a una senda de crecimiento moderado y de largo plazo a partir del recambio presidencial.

En todo caso, el mediocre tránsito hacia el traspaso de mando se comprende en concreto al observar los recientes informes de comercio exterior e industria, indicadores relacionados entre sí –pues la caída de uno retroalimenta la del otro- y afectados a la par por la escasez de dólares que contrae a ambas actividades.

Un pilar de la política económica, el superávit comercial, se sostiene con debilidad. Según el INDEC, el saldo positivo del comercio exterior fue en febrero apenas de 53 millones de dólares. Si bien representa un incremento de 20,4% respecto del mismo mes de 2014, el número es magro para enfrentar la sequía de divisas. El primer bimestre acumuló un superávit de 126 millones de dólares; será complicado alcanzar los u$s9.197 millones previstos en el Presupuesto 2015 para el total del año.

Por encima de este resultado, la información relevante es el desplome parejo en el volumen de importaciones y exportaciones, evidencia del desempeño recesivo de la economía. En el segundo mes del año las exportaciones sumaron u$s4.064 millones y las importaciones, u$s4.011 millones, con un retroceso de 25% interanual en ambos casos. El volumen comercializado en el breve recorrido de 2015 es el más bajo desde 2010.

En cuanto a productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, que representan el 60% de las exportaciones nacionales, la caída en precios y cantidades significó una pérdida de divisas superior a u$s700 millones en el primer bimestre. El declive de cotizaciones de los granos y sus derivados industriales fue decisivo para este retroceso: la soja vale 32% menos que hace un año, y el maíz cedió 19 por ciento. Entre enero y febrero, los exportadores de granos acumularon liquidaciones por u$s2.022 millones, un monto 31,7% inferior al del año pasado, aun cuando la última cosecha resultó 15% superior. Desde 2007 que este concepto no registraba un nivel acumulado inferior al actual.

En el descenso del monto de importaciones contribuyó la franca caída global de los precios de la energía. Las compras de combustibles y lubricantes del primer bimestre del año experimentaron un recorte de 59%, que significó un ahorro mayor a 800 millones de dólares.

También hubo un declive en el volumen de las compras de vehículos automotores de pasajeros y piezas y accesorios para bienes de capital, consecuencia del descenso de la actividad fabril y de las ventas de autos. En este punto entre enero y febrero se demandaron u$s900 millones menos que un año atrás. En contraste, la caída de exportaciones de manufacturas de origen industrial, en donde automotores y autopartes tienen un peso decisivo, redujeron en unos u$s1.000 millones el ingreso de divisas.

Los números del intercambio comercial se condicen con los de la industria. La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) indicó que la actividad industrial cayó en febrero 7,2% respecto de igual mes de 2014 y acumuló en el primer bimestre una retracción de 6,7 por ciento. FIEL evaluó que “las perspectivas para los próximos meses continúan resultando complejas, especialmente por las necesidades de divisas para sostener la producción y el impacto del retroceso de la actividad en Brasil y la apreciación de su moneda”. Según el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (CEU) “con excepción de unos pocos sectores, el estancamiento y caída en el nivel de actividad es generalizado“.

La información oficial reafirma que existe una tendencia negativa: el INDEC difundió que la producción industrial cayó 2,2% en febrero con relación a igual mes del año pasado y sumó 19 meses consecutivos con retrocesos interanuales. En el primer bimestre, la producción fabril cayó 2,1% frente al mismo lapso de 2014, período en el que la fabricación de vehículos bajó 20,4%, explicado principalmente por la disminución de la demanda desde Brasil.

Debilidad en dos pilares del esquema económico

Ya no es la inflación ni el dólar la principal preocupación en materia económica, si no la caída de la actividad en general, en el año que ya se perfila como el más complicado desde la traumática salida de la convertibilidad en 2002, con un agotamiento en la generación de empleo y de consumo.

Así, dos de los llamados pilares del modelo están en jaque en los últimos meses. Con un robusto crecimiento en la década que sucedió a la crisis, el empleo fue una carta fuerte de las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner y permitió un holgado triunfo electoral en 2007. En los primeros cinco años de la gestión kirchnerista la tasa de desempleo cayó del 20,5% en el primer trimestre de 2003 al 7,3% en el cuarto de 2008. Por otro lado, el auge del consumo dio impulso a otra reelección, en 2011. En ese aspecto, la actividad industrial se destacó con las ventas récord de automóviles, electrodomésticos y artículos para el hogar.

Un estudio de la consultora Economía & Regiones (E&R) subrayó que “la tasa de crecimiento del nivel de PBI se redujo marcadamente”, mientras que “la tasa de desempleo permaneció casi estancada en los últimos cinco años y se ubica en 7,1% en el primer trimestre de 2014″. A la par, en diez años, la inflación no dejó de aumentar y se aceleró desde 3,7% anual de 2003 a más de 30% en 2013, piso que se mantendrá en el presente año. La suba de los precios es un condicionante para la evolución del mercado laboral. E&R advierte que “la elevada y sostenida inflación está matando al empleo” y estimó que “hay que bajar la inflación a un dígito para tener oportunidad de volver a crecer y generar empleo sustentable en el largo plazo”.

El pasado 19 de mayo, el INDEC difundió los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares relativa al primer trimestre de 2014. En cuanto al mercado de trabajo, destacó que la tasa de “desocupación se mantuvo por debajo del 10% por treinta trimestres consecutivos”. Entre enero y marzo de 2014, alcanzó el 7,1%, ocho décimas menos que el 7,9% del mismo lapso de 2013.

En ese contexto alentador hubo un dato para preocuparse: la tasa de actividad cayó también ocho décimas en la misma comparación, de 45,8% en el primer trimestre de 2013 a 45% en 2014, el porcentaje más bajo de la era kirchnerista. La tasa de actividad es el porcentaje de la población con intención de trabajar, sea ocupada, subocupada o desocupada en activa búsqueda de empleo. Esto significa que la reducción en la desocupación se debió a que mucha gente decidió retirarse del mercado de trabajo, quizás desalentada por una mayor dificultad para procurarse de un puesto.

“La sociedad puede soportar niveles de inflación altos porque implica desacelerar o morigerar las implicancias de los avances logrados. Ahora bien, ¿hay algo que puede quebrar esta situación? Sin dudas, el empleo. La pérdida de empleo sería mucho más que ‘apretarse un poco’, seria romper con lo logrado, volver a un pasado algo reciente, pero vivido como una crisis”, reflexiona Pablo Knopoff, director de Isonomía Consultores. El deterioro del empleo trasciende lo político y causa un daño social de tal magnitud que puede decirse que es el termómetro real para determinar el nivel de gravedad de una crisis económica.

La actividad industrial, en tanto, registró en abril una baja del 4,2% respecto de igual mes del año pasado. El INDEC reconoció en su Estimador Mensual Industrial (EMI), que en el primer cuatrimestre del año tuvo una caída de 3,5% frente a igual período del 2013, por el arrastre del declive de la producción en las automotrices y el rubro caucho y plástico.

El ente estadístico informó que la producción automotriz fue las más afectada: se redujo 20% interanual en abril, tanto por la caída de ventas en el mercado interno como de exportaciones a Brasil. En cuanto a la totalidad del empleo fabril, la encuesta a empresarios que realiza el organismo indicó que un 3,3% anticipa una caída de sus plantillas y el 0,4% prevé un aumento. El 96,3% restante no espera cambios de personal.

Los analistas privados coinciden en este diagnóstico. La consultora Orlando Ferreres & Asociados, que realiza un seguimiento exhaustivo de la actividad fabril en la Argentina, detectó en abril una caída de 6% interanual, mientras que un relevamiento de la Unión Industrial Argentina, con datos de marzo, reconoció una baja de 6,1% en la producción manufacturera, que sin contar a las automotrices “se hubiera contraído un 1,3% interanual y con una caída acumulada de 1,5%” en el primer trimestre, porcentajes que evidencian el importante peso de las terminales.