A tres meses de las elecciones presidenciales nadie puede anticipar un resultado. Analistas políticos, encuestadores y los propios candidatos conviven con el error de cálculo y la falta de certezas y, del mismo modo, los indicadores bursátiles reaccionan con una vehemencia proporcional al inasible humor de los votantes.
Es habitual que en el mercado financiero ganen más aquellos que mejor anticipan los acontecimientos. Los más arriesgados, que confían en un inminente cambio de ciclo en 2016, impulsaron el nítido avance de 36% del índice Merval en el primer semestre, un porcentaje de ganancias que multiplica por tres la inflación minorista del período y que medido por el “contado con liquidación” significa una ganancia de 25% en dólares.
La Bolsa ofició como refugio de valor en el año electoral, debido a que frente a un mercado de cambios restringido por los controles oficiales, las acciones asomaron como alternativa para defenderse de la ofensiva inflacionaria. Con enormes desequilibrios macroeconómicos, default selectivo y un PBI que no da señales de crecimiento, las compañías argentinas fueron aún excelente negocio en términos financieros, a la sombra de las expectativas de cambio que se depositaron en una eventual política “correctiva” del sucesor de Cristina Kirchner.
Pero el domingo la victoria mínima del PRO en la ciudad de Buenos Aires volvió a poner en debate si los precios alcanzados por los activos reflejan sobrecompra, y si contemplan la realidad de la economía y la política nacional, ahora con la campaña presidencial a pleno. El trasfondo de este debate es, en definitiva, la magnitud del cambio que está dispuesta a convalidar la ciudadanía con su voto el 25 de octubre, que con los últimos resultados aparenta ser más moderada y cautelosa que lo anticipado por los traders y los consultores.
Es difícil que se replique el clima de euforia de abril, cuando el Merval medido en dólares llegó a alcanzar el récord histórico de los 1.000 puntos (sobre 12.400 puntos en pesos, con un “contado con liqui” ligeramente debajo de los $12). El retroceso de 3,2% del Merval este lunes (a 11.981 unidades) y el ascenso del 2,1% del dólar implícito ($13,58 para el “liqui”) devaluaron al panel líder hasta los 883 puntos medido en moneda “dura”.
En el exterior se notó ese puntual castigo para los papeles locales. Grupo Galicia, que acumulaba en el año un alza en dólares mayor al 30%, restó de golpe un 4,5% el lunes. YPF perdió 4,3% en la jornada de Wall Street y quedó 7,1% negativo en el año, pues cayó a u$s24,59 desde los u$s26,47 del 31 de diciembre pasado, condicionada por el desplome del crudo y los condimentos locales.
En un año YPF perdió un tercio de su valor bursátil, desde los u$s36,91 por acción del 22 de julio de 2014. El título de la petrolera estatal es el activo nacional por excelencia al representar a la compañía más grande del país, muy líquido en el mercado local y Wall Street, y una tenencia obligada para los fondos de inversión que buscan estar “comprados” en valor argentino.
La otra cara de esta renovada incertidumbre inversora queda explícita en la evolución del dólar. El mencionado “contado con liquidación”, que se obtiene al dividir el precio en pesos de los activos por su cotización en dólares en el exterior, avanzó casi 6% en tres semanas y ahora, a $13,58, está 16,5% más caro que a fin de 2014.
En el circuito formal, con férreo control del Banco Central en la plaza mayorista y de la AFIP para la venta minorista, registra un incremento de 7% en 2015. El monitoreo oficial, que incluye la inyección récord de divisas para atesoramiento, fue un dique de contención para el dólar paralelo. Pero la anestesia para el “blue” está perdiendo eficacia: avanzó más de 2% el lunes y alcanzó su máximo valor del año a 14,55 pesos. Si bien en julio el billete informal subió casi 9%, en lo que va de 2015 apenas suma 3,6% y está lejos igualar la tasa de inflación, por cuanto es factible que le quede recorrido alcista en la medida que se aproximen los comicios más trascendentes para la Argentina en más de 12 años.