Cinco meses y mucho camino recorrido

El 10 de mayo se cumplen los primeros cinco meses de gestión de Cambiemos. Con una serie de medidas, el presidente Mauricio Macri marcó la dirección que tomará su Gobierno y el propósito de diferenciar su política de la de los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner que lo precedieron. Esta voluntad no es garantía de éxito, pero sí muestra una convicción expresada con señales contundentes.

El primer paso fue la normalización del mercado de cambios, en la que se asumió un tipo de cambio casi 50% más alto. Esa fuerte devaluación fue en lo inmediato perjudicial porque en buena parte se trasladó a precios, aunque en materia de comercio exterior significó un reimpulso a las exportaciones, con una necesaria convergencia del peso argentino con el resto de las monedas emergentes, que ya habían emprendido el recorrido devaluatorio contra el dólar a partir de 2014.

La reducción de retenciones también apuntó a fortalecer el rol del comercio exterior como nuevo vector de la actividad, al contrario de lo concebido por el gobierno anterior, que a partir del “cepo” de fines de 2011 se inclinó por promover hasta el exceso el consumo y la expansión del mercado interno, hasta agotar las reservas del BCRA.

Los aumentos de las tarifas de servicios públicos y de los combustibles fueron, en su conjunto, una decisión de shock, pero menos abrupta que la del dólar, dado el descomunal atraso acumulado por años. De hecho, en las ciudades del interior del país hace tiempo que se pagan precios mucho mayores que en el área metropolitana de Buenos Aires, brecha que hace más inequitativa e inaceptable esta distorsión.

Sin embargo, queda claro que la suba de tarifas es la que mayor costo social tiene. En un marco de inflación estacionada en 2015 en torno al 30% anual, el arranque de 2016 agregó mayor presión alcista sobre los precios, con un pico en abril de 6% mensual. Hoy hasta suena optimista pensar para todo el año en curso una inflación acumulada por debajo de la del año pasado.

Los ingresos de las familias van a perder este año contra la inflación. El desempleo está aumentando y el año será recesivo. Moderar todo lo posible la profundidad de este deterioro es el desafío más grande para la actual administración en lo que queda de 2016, con la esperanza puesta en una reacción de la actividad en 2017.

Rescatar de la anemia a la economía argentina justifica un período de ajuste y medidas correctivas como el actual. Es indeseado y doloroso, pero rehuirlo nos llevaría a una crisis estructural como las que la Argentina experimentó en el pasado.

Desde la visión de Alfonso Prat Gay, el acuerdo con los holdouts y la colocación de deuda son claves para financiar el déficit fiscal, atenuar el rigor del mencionado ajuste y salir del “financiamiento vía inflación, que ha sido la estrategia de los últimos años”, como dijo el ministro de Hacienda y Finanzas.

Esos oportunos dólares no son gratis. Argentina pagará una tasa promedio de 7,14% anual. Aunque lucen satisfactorios ante la premura del país por fondeo en dólares, esos rendimientos no son suficientemente bajos: extender en el tiempo un endeudamiento externo a ese costo también es peligroso.

Después de la salida del cepo y el pago a los holdouts sin grandes traumas, no hay por ahora motivos para descreer de las promesas de los funcionarios, que anticipan una desaceleración de la inflación en el segundo semestre, la llegada de inversiones, estabilización del empleo y calma cambiaria. Pero aún son promesas.

Tuvo razón el actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, cuando vaticinó el año pasado que con la apertura financiera el problema no sería la apreciación del dólar si no la del peso. En lo que va del año el dólar subió solo 9%, moderación que distiende al mercado y calma el ánimo de los pequeños ahorristas. Otra premisa por cumplirse es que primero desembarcan los dólares financieros y después los de la inversión real, aquellos que con el tiempo apuntalan el desarrollo y una mejora palpable en la economía.

Es prematuro sacar conclusiones, pues el camino a 2019 será largo y arduo, con un frente externo volátil y más adverso que en la década pasada, al que la Argentina pretende integrarse sin barreras, y un frente interno que necesita más que nunca del compromiso empresario para dar trabajo, producir, competir e innovar. Y en definitiva, crecer.

El INDEC cambia, pero sigue el fraude estadístico

El INDEC difundió los indicadores corregidos sobre actividad económica de 2013, en los que ratifica que el PBI se expandió un 3% respecto de 2012, en pesos corrientes, aunque sólo 1,4% si se lo mide en dólares. Ambos porcentajes quedaron bien lejos del 4,9% estimado por la entidad en febrero, toda una quimera que ya forma parte de los anales del relato oficialista.

Este es el tercer reporte oficial sobre evolución del PBI de 2013. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), informe preliminar difundido el 21 de febrero pasado, señaló que el crecimiento fue de 4,9% interanual, contra el consenso de estudios de consultoras que reflejaban un incremento a la mitad de dicha tasa.

El 28 de marzo de 2014, después de un primer trimestre en el que las reservas del Banco Central perdieron casi u$s3.600 millones (un 11,7% del total), el INDEC recortó el indicador de crecimiento al 3% anual para 2013, con lo cual dio por tierra con las previsiones de un pago del cupón atado al PBI en diciembre de este año, por más de 3.000 millones de dólares. La volatilidad con la que variaron los porcentajes de PBI se multiplicó con rumores y especulaciones entre los operadores de Bolsa: los precios de estos instrumentos financieros oscilaron como un electrocardiograma.

La semana pasada, el INDEC difundió la medición definitiva del PBI, según el recalculo a precios corrientes con base 2004. Este cambio metodológico es normal en todos los países con estadísticas fiables, que cada diez años, aproximadamente, corrigen entre otros puntos el año base, para dar más precisión a sus análisis y definir políticas públicas eficaces. En el caso de la Argentina, todavía se utilizaba la referencia de 1993, desactualizada por todos los sobresaltos que atravesó la economía nacional en las últimas dos décadas. La pregunta que aún no tiene respuesta es si el Gobierno intentó decir la verdad esta vez o simplemente mintió dos veces, la primera, para sobreestimar la expansión de la actividad, y la segunda para evitar un desembolso de dólares demasiado pesado para las debilitadas reservas del BCRA.

En la revisión del desempeño del Producto Interno Bruto de los últimos 10 años aparecen varias inconsistencias, las más llamativas, a partir de la intervención del ente estadístico a manos de Guillermo Moreno. Con la medición renovada, el crecimiento acumulado entre 2006 y 2013 fue del 37% y no el 49% como respaldaron lo anteriores números oficiales. Confesión de parte acerca de cuánto se apeló a la manipulación.

El organismo oficial precisó que a fines de 2013, el producto total de la economía alcanzó un valor de u$s611.732 millones, luego de dividir $3.349,8 millones (el PBI a precios de mercado) por un tipo de cambio oficial promedio de $5,476 el año pasado. El mismo cálculo hecho con los nuevos datos de 2012, refleja que en dólares el PBI fue de u$s603.126 millones ($2.744,8 millones dividió un tipo de cambio promedio de $4,551), por cuanto la actividad año a año, medida en moneda estadounidense, creció 1,4%, la mitad que el 3% de la medición en pesos constantes.

Estas cifras permiten acercarse a algunas certezas. Una es el atraso cambiario, que “infla” el PBI en dólares. Otra es que seguramente el alza de 1,4% en el PBI el año pasado (en dólares) es más real que el 3% (en pesos constantes), pues la distorsión del promedio de 2013 es comparada con otra base de cálculo distorsionada en similar proporción, de 2012. Ahora bien, esos u$s611 mil millones de 2013 más que duplican los u$s299 mil millones de 1998, el año de más elevado PBI de la década de la convertibilidad ¿Produce Argentina el doble que 15 años atrás?

Debe señalarse que antes del cambio metodológico, el PBI de 2013 promedió u$s498.200 millones, según lo publicado por el Ministerio de Economía en los tres primeros trimestres, hasta que el INDEC discontinuó el cálculo con el año base 1993 . Los actuales u$s611.732 millones reflejan, por lo tanto, una diferencia de 18,6% entre ambas estimaciones, que puede atribuirse a una inflación no reconocida: con un mismo monto de referencia, a menor precio, mayor cantidad de bienes y servicios producidos. Los servicios se miden principalmente en pesos y no en cantidades: la adulteración de precios potencia en forma artificial el resultado.

Una duda mayúscula es si se pagó lo que correspondía por el cupón PBI en los ejercicios de años anteriores. Por ejemplo, el nuevo cálculo refleja un crecimiento de 3,1% en 2008 contra el anterior de 6,8%, error que llevó a pagar indebidamente unos u$s2.000 millones a los tenedores de esta opción, ideada como incentivo para el canje de deuda de 2005.

Los nuevos números también traslucen que hoy el país se asoma a una recesión que tiene sus raíces en 2013, con una retracción de las industrias manufactureras y la explotación minera el año pasado de 0,3 y 1,6 por ciento, respectivamente. El nivel de inversión disminuyó del 21,2% del PBI en 2012 al 20,9% al año siguiente. Mientras que las importaciones en 2013 subieron 1,6%, las exportaciones cayeron 5,3 por ciento. Sólo cabe esperar que la ansiada cosecha récord y los precios firmes en el exterior para las commodities argentinas permitan aferrarse, aunque sea, a un frustrante estancamiento, acompañado de la inflación más elevada en 12 años.