6 meses de Macri: shock externo, gradualismo interno

El 10 de junio se cumplen los primeros seis meses de la nueva gestión, período de transición delicado en el que el Gobierno actuó con más profundidad o “shock” en el frente externo y optó por iniciativas más gradualistas fronteras adentro.

La liberación del mercado cambiario, la reducción de retenciones a las exportaciones, el pago a los holdouts, la emisión de deuda en dólares y el recientemente anunciado blanqueo de capitales, entre otras medidas, apuntaron a un fluido ingreso de dólares al país. En un breve período se dejó de discutir el nivel de reservas y la cotización de la divisa y se despejaron todas las dudas sobre las necesidades de financiamiento.

El intenso flujo de dólares soslayó la preocupación por los activos del Banco Central, mientras que el tipo de cambio, en torno a 14 pesos, se aquietó tanto que ya empiezan a escucharse advertencias sobre un retorno del atraso cambiario, impensado cuando se eliminó el “cepo” en diciembre.

En los últimos meses el mundo volvió a ayudar a la Argentina. El aumento de los precios internacionales de los granos y derivados industriales fue sorpresivo y su aporte a la economía todavía no llega a ponderarse. Los precios de la soja aumentaron 30% en cinco meses. La harina de soja subió 58% y el maíz, un 15 por ciento. También fue positiva la evolución del aceite de soja (+5,6%) y el trigo (+3,2%). Estas producciones concentran casi la mitad de las exportaciones nacionales.

Por otro lado, la dificultad de la Reserva Federal de los EEUU para subir las tasas de interés en el corto plazo y el cambio de gobierno en Brasil, que podría coincidir con el piso de su crisis económica, también despejan obstáculos en los planos financiero y comercial, respectivamente.

Desde el punto de vista interno –el de los pesos- el panorama es diferente y más sombrío. La administración de Cristina Kirchner legó un déficit fiscal superior al 7% del PBI que en este duro presente parece irreductible. El desprolijo “sinceramiento” tarifario está aún a mitad de camino: demasiado alto para que la población pueda asumir el costo sin sufrimiento y demasiado bajo para adecuar el precio de los servicios públicos domésticos al nivel que cuestan y pagan en la región.

A partir de 2011 el empleo fue sostenido principalmente por el sector público y es un eslabón débil de la economía de 2016. Los indicadores oficiales de pobreza fueron ocultos durante el último tramo de gobierno kirchnerista. Sin embargo, las mediciones privadas muestran que un tercio de la población tiene problemas para satisfacer sus necesidades básicas.

Atento a esto, el Ejecutivo impulsó el plan para el pago de la deuda a jubilados, amplió asignaciones y extendió la tarifa social a 1,5 millones de usuarios de gas y a 3,3 millones de usuarios de energía eléctrica.

La inflación tocó en mayo un techo de 40% anualizado. Numerosas familias, cuyos ingresos no llegan aumentar al mismo ritmo, pasan a ser pobres, o indigentes si no consiguen acceder siquiera a la canasta básica de alimentos. El ascenso de la inflación obligó al Banco Central a subir las tasas de referencia a niveles no vistos desde 2002, con el objetivo de aspirar pesos y reducir lo más posible la presión sobre precios y dólar.

Éste es un bálsamo de corto plazo: la deuda del BCRA aumentó 71% desde el 10 de diciembre y superó a la Base Monetaria. El monto acumulado en Letras y Notas asciende a $594.471,1 millones. Al tipo de cambio actual son casi USD 43.000 millones, un 8,2% de un PBI de USD 520.000 millones –en una estimación optimista- y más que el déficit fiscal de un año entero.

Los vencimientos semanales de estos bonos son cada vez más voluminosos y los rendimientos tan elevados que atentan contra el futuro crecimiento económico y la recomposición del crédito en pesos.

Una definición a trazo grueso es que en lo inmediato sobran los dólares y faltan los pesos, por la altísima carestía de los precios internos, la absorción del BCRA y el rojo de las cuentas públicas nacionales y provinciales. Es una profunda diferencia entre el gobierno nuevo y el anterior, al que los dólares se le escapaban de las manos y que inyectaba pesos en exceso para incentivar el consumo.

En esta dificultosa transición el Gobierno debe aplicar un ajuste sobre las cuentas públicas, con recesión y alta inflación, y a la vez mantener del lado positivo las expectativas. El endeudamiento es la llave para conseguirlo en términos que sean aceptables sin un mayor deterioro social: en dólares a través de la emisión de deuda pública y en pesos -en forma indirecta- a través de las LEBAC del BCRA que recuperan de la plaza los fondos girados a Tesoro.

El gobierno de Macri prevé que la llegada de la reactivación económica será cuestión de meses. Aunque no se perciba en forma nítida en el tan invocado segundo semestre, podrá ser en 2017. Es una apuesta fuerte, en la que el mandatario está dispuesto a jugarse la porción más grande de su capital político.

10 tópicos de la economía que viene

El gobierno de Mauricio Macri usó los primeros meses para encarar problemas enquistados por las políticas de la pasada administración. El levantamiento del “cepo”, suba de tarifas y combustibles, el pago a los holdouts y los futuros de dólar se anotan en esta agenda. Si bien ese proceso va a continuar, pues revertir el estancamiento de actividad, la pobreza, el déficit fiscal y la inflación elevada demandará mucho tiempo y esfuerzo, otras medidas ya muestran el carácter propio de la estrategia económica oficial.

El “sinceramiento fiscal” anunciado la última semana, junto con el reajuste de haberes y el pago de sentencias a favor de los jubilados, van en esa dirección. La ley de promoción para las PyME, fundamentales generadoras de empleo, también es una muestra de lo que hoy se considera prioritario. El foco está puesto en dinamizar la economía y las bases para lograrlo pueden resumirse en diez tópicos:

1) Fuerte flujo de divisas financieras. Este año la banca extranjera aportó al BCRA unos USD 5.000 millones, mientras que para el pago a los holdouts se emitieron bonos por USD 16.500 millones. Con emisiones privadas y provinciales, y la ampliación de la colocación de BONAR 2020 y 2024 aportan en conjunto un volumen de dólares suficiente como para cumplir los compromisos financieros de los próximos dos años y despejar una de las principales amenazas para la gobernabilidad en el frente económico.

2) Protagonismo exportador. En diciembre, a la par de la salida del “cepo”, el Gobierno anunció la eliminación del 5% de derechos de exportación que tributaban los rubros industriales. Además aplicó una rebaja de cinco puntos, hasta el 30%, para las retenciones a la soja y derivados y eliminó las cargas sobre el trigo, el maíz, la carne, pesca y las economías regionales. Las cámaras exportadoras de cereales y derivados industriales, que representan un tercio de las ventas externas, informaron que las liquidaciones del sector hasta el 20 de mayo alcanzaron los USD 9.946,7 millones, un 33,3% más que en el mismo período del año pasado.

3) Mejores precios internacionales. En el caso del agro e industrias afines, hubo una importante recomposición de cotizaciones para el sector más superavitario del comercio exterior. Por ejemplo, desde que comenzó 2016 la soja recuperó casi 25% de su valor, después de las importantes caídas experimentadas en 2014 y 2015, y se ubica en USD 400 la tonelada. El avance del crudo a USD 50 el barril también mejoró el perfil de la producción y exportación de energía, un rubro estratégico para el crecimiento y urgido de rentabilidad.

“La reciente recuperación de los precios de las commodities no está impulsada principalmente por una demanda genuina como en el pasado sino por factores exógenos como el mal clima para los granos -muy especialmente en la Argentina- o el recobrado protagonismo del cartel petrolero de la OPEP vía curiosa conexión Arabia Saudita-Rusia, a la que Irán todavía se opone. Sobre esto se han montado, según es usual, los fondos de inversión del rubro”, indicó Juan Llach, del IAE Business School de la Universidad Austral.

4) Estímulos para la actividad. El ajuste del comienzo de la gestión, resumido en aumento de tarifas, aceleración inflacionaria y devaluación, ahondó el descontento social, en un marco de leve caída de la actividad y pobreza creciente. El Gobierno entendió que debía actuar rápido para moderar el impacto y tomó medidas como el pago de la deuda a jubilados, la ampliación de asignaciones y la extensión de la tarifa social para el gas (1.600.000 usuarios) y electricidad (3.250.000 usuarios).

“Con un paquete económico ambicioso, pero todavía difuso –señaló Hernán Hirsch, director de FyE Consult- el Gobierno de Macri busca recuperar la iniciativa política y económica con el objetivo de estimular el nivel de actividad”. Agregó que “este paquete expansivo a impulsar en el segundo semestre del año se suma al reordenamiento macroeconómico realizado en la primera mitad del año, y a la reciente reducción de tasa de interés dispuesta por el BCRA”.

5) Tipo de cambio estabilizado. El importante ingreso de divisas puede ser mayor si tiene éxito el nuevo blanqueo de capitales. Este flujo motivó una caída de la cotización del dólar a valores de enero e inesperada con el actual nivel de inflación. No obstante, hay economistas que advierten sobre un eventual atraso cambiario si este panorama no varía en las próximas semanas.

El economista jefe de Ecolatina, Lorenzo Sigaut Gravina, afirmó que “esta apreciación cambiaria (del peso argentino) significativa se va a ir diluyendo en la segunda mitad del año”, debido a que “un dólar quieto ayuda a bajar la inflación, pero a la vez un dólar quieto puede profundizar una pérdida de competitividad cambiaria. Por eso es un dilema que tiene hoy el Banco Central”.

6) Gradualismo fiscal. El flanco más débil de la economía doméstica es el déficit de las cuentas públicas, que el año pasado superó el 7% del PBI. El ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay apeló a una disminución gradual de este desequilibrio e incluso muchas de las medidas anunciadas en las últimas semanas implican un sacrificio de recursos antes que un ahorro, como transferencias a provincias o reducciones de impuestos.

“Si la inflación es el mal de todos los males, habrá que trabajar más detenidamente sobre el déficit fiscal, porque allí se encuentra el combustible para un fuego que este año será difícil de apagar, porque cruzaría los 5 puntos del PIB”, explicó el economista Gustavo Neffa, director de Research for Traders.

7) Combate a la inflación. Pasado el shock de tarifas y devaluación, el Banco Central tomó la iniciativa con la absorción monetaria para poner un límite a la aceleración de precios. La agresiva política de tasas, que se aproximaron al 40% anual, contribuyó a este objetivo, pero sus consecuencias recesivas fueron el encarecimiento del crédito y la colocación de los pesos en instrumentos financieros en lugar de inversiones en proyectos de escala real o consumo de bienes y servicios.

8) Más endeudamiento. Mientras que el Tesoro asumió el trabajo de promover el ingreso de dólares, la tarea de lidiar con los pesos excedentes quedó en manos del Banco Central. En el primer caso, aumentó el endeudamiento en dólares, con una tasa entre 7 y 8 por ciento anual, que es alta en la comparación internacional. En el segundo, la entidad que conduce Federico Sturzenegger acrecentó desde el 10 de diciembre un 64% la deuda en Letras y Notas (LEBAC y NOBAC), hasta los $569.012 millones, un monto comparable a la Base Monetaria, de 583.884 millones de pesos.

9) Pragmatismo. El blanqueo de capitales demuestra que el Gobierno priorizará la utilidad de una decisión política o económica a los postulados ideológicos. Si bien hay penalidades, la amnistía fiscal entraña un beneficio para los que no declararon sus fondos y es criticable como lo fue el blanqueo que impulsó Cristina Kirchner en 2013, pero la necesidad fiscal para financiar el pago de los juicios previsionales se impuso a los cuestionamientos.

Otro rasgo de pragmatismo del actual gobierno es su capacidad para admitir errores y tratar de subsanarlos, como demostraron las correcciones en el esquema tarifario del gas para las provincias patagónicas, entes oficiales, PyME y comercios.

10) Potencial bursátil. Se espera que las acciones y los títulos soberanos recuperarán el interés inversor, pues es natural que la Bolsa sea receptora de la afluencia de capitales nacionales y extranjeros, especialmente si la economía vuelve a crecer. A la par, el recorte de tasas que deberá aplicar tarde o temprano el BCRA canalizará hacia activos financieros un importante volumen de pesos que hoy está concentrado en las LEBAC y deberá encontrar alternativas más rentables.

Ajuste en 2016 para crecer en 2017

El 2016 parece definido en cuanto a indicadores económicos. A una retracción de la actividad en un rango de 1 a 3 por ciento este año, leve incremento de la pobreza y el desempleo, e inflación sobre el 30% anual, le corresponden una pronta normalización del mercado cambiario, sólidas liquidaciones del agro tras el recorte de retenciones y un notable ingreso de dólares financieros luego de la salida del default.

Varios analistas expresaron que la economía transita un período de “dos tiempos”. El sector financiero picó en punta con el acceso a los mercados internacionales de crédito, mientras que en el real todavía no se percibió la mejora. Lo mismo se aplica a la inflación: el salto tarifario y la devaluación impactaron de entrada, pero en el segundo semestre, a la par de la ligera contracción económica, la inflación va a desacelerar en forma visible.

El aumento de precios de abril fue el mayor desde 2002, un 6,5% según la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires, pero este número fue menor si se despejan aquellos precios que dependan de regulaciones oficiales y factores estacionales, la llamada inflación “núcleo”. Invecq Consultora Económica dice que “lo importante de los números de abril es que con el 2,8% de inflación núcleo se afirma la tendencia descendente que marca este indicador desde el 4,5% de diciembre. Cuando los impactos de los regulados ya no estén, la inflación general se guiará por la dinámica del índice núcleo. Es por ello que las autoridades económicas aseguran que en el segundo semestre se tendrán tasas de inflación más cercanas al 2 por ciento”.

La semana pasada, el INDEC difundió el esperado Índice de Precios al por Mayor (IPIM), de 1,5% en abril e inferior a marzo, aunque con un incremento acumulado de 19,1% en el primer cuatrimestre. El ente estadístico explicó que los productos nacionales registraron un alza del 1,8%, compensados parcialmente por la baja de 1,4% en los bienes importados.

El ingreso de divisas fue un bálsamo para un mercado que observaba con estupor la pérdida de reservas del BCRA durante el “cepo” cambiario. La normalización del flujo de dólares disipó los fantasmas que amenazaban ese stock. Ante las comisiones de Presupuesto e Inversión del Senado, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, afirmó que “se dejó de hablar de las reservas, lo que tiene que ver con el régimen cambiario y monetario. Vamos a intervenir cuando el mercado sea necesario. Relájense, no necesitamos tantas reservas, hoy tenemos un exceso de oferta”.

La otra cara de esta inyección de fondos frescos es la continuidad del atraso cambiario. La economía argentina se encareció en dólares aún con la contundente devaluación del peso en diciembre. Un dólar accesible facilita el combate a la inflación, pues abarata los productos importados y abastece aquellos rubros donde hay “tensión de oferta”, pero es nocivo para la producción local, con dificultades de competitividad para ganar mercados en el exterior.

“El tipo de cambio continúa estable en torno a 14,20 pesos argentinos por dólar en las últimas semanas debido parcialmente a la suba en el precio de la soja en época de cosecha gruesa”, explicó un reporte de Puente SA. En el transcurso del año el dólar mayorista, guía para el comercio exterior, subió apenas 8%, una tasa que es menos que la mitad de la inflación del período.

“Esta dinámica de pérdida de la competitividad cambiaria para el sector productivo, a priori, entendemos que seguirá profundizándose como resultado del mix de políticas monetaria y fiscal adoptado por el actual Gobierno”, señaló un estudio de FyE Consult. “Naturalmente, como esta dinámica de precios y tipo de cambio nominal no luce sostenible en el tiempo, creemos que alguna corrección (vía precios y/o tipo de cambio) se producirá en algún momento”, advirtió.

El optimismo por la abundancia de dólares es tal que el secretario de Finanzas Luis Caputo declaró que “las necesidades de financiamiento para 2017 son muy tranquilas. El plan financiero es muy cómodo y no es una preocupación. Por eso, puede ser que durante el año que viene no tengamos que salir al mercado internacional” con nuevas emisiones de bonos.

En el panorama externo, Argentina todavía encuentra fundamentos firmes en la importante recuperación de precios de los granos y también del petróleo. La soja se aproximó a los USD 400 por tonelada, su valor máximo en 20 meses, en el momento de mayores ventas argentinas, mientras que el alza del crudo reduce a la vez la pérdida de rentabilidad de la producción local de energía, cuyos empleos están en riesgo y necesita de inversiones, aunque afecta al balance comercial por el déficit energético. El barril de Texas subió 30% desde el 10 de diciembre, cuando asumió Mauricio Macri, desde los USD 36,76 a los USD 47,75 en Nueva York.

Una suba marginal de tasas de interés de la Reserva Federal de los EEUU en junio y un piso para la caída económica en Brasil, que este año acusará una recesión cercana al 4% del PBI, juegan en contra de la Argentina, pero dejarán de ser un lastre para el crecimiento si ambas variables al menos se estabilizan el año próximo.

El recorte del déficit fiscal es el capítulo que el presidente Macri dejó para el final de esta primera etapa de la gestión, cuya duración podría extenderse hasta las próximas elecciones legislativas. Los funcionarios del área económica están enfocados en corregir distorsiones establecidas durante el gobierno anterior, con el objetivo de dejar el terreno abonado para volver al crecimiento económico en 2017.

El más grave de todos los desequilibrios es el rojo de las cuentas públicas, que seguirá como una amenaza para la salud de la economía, pues según el Programa Financiero presentado por el ministro Alfonso Prat Gay alcanzará el 4,8% del PBI en 2016 en el resultado primario (sin contabilizar el pago de deuda). Según esta proyección será inferior al 5,4% de 2015, aunque sigue muy alto y su evolución es la mayor incertidumbre para el futuro.

Cinco meses y mucho camino recorrido

El 10 de mayo se cumplen los primeros cinco meses de gestión de Cambiemos. Con una serie de medidas, el presidente Mauricio Macri marcó la dirección que tomará su Gobierno y el propósito de diferenciar su política de la de los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner que lo precedieron. Esta voluntad no es garantía de éxito, pero sí muestra una convicción expresada con señales contundentes.

El primer paso fue la normalización del mercado de cambios, en la que se asumió un tipo de cambio casi 50% más alto. Esa fuerte devaluación fue en lo inmediato perjudicial porque en buena parte se trasladó a precios, aunque en materia de comercio exterior significó un reimpulso a las exportaciones, con una necesaria convergencia del peso argentino con el resto de las monedas emergentes, que ya habían emprendido el recorrido devaluatorio contra el dólar a partir de 2014.

La reducción de retenciones también apuntó a fortalecer el rol del comercio exterior como nuevo vector de la actividad, al contrario de lo concebido por el gobierno anterior, que a partir del “cepo” de fines de 2011 se inclinó por promover hasta el exceso el consumo y la expansión del mercado interno, hasta agotar las reservas del BCRA.

Los aumentos de las tarifas de servicios públicos y de los combustibles fueron, en su conjunto, una decisión de shock, pero menos abrupta que la del dólar, dado el descomunal atraso acumulado por años. De hecho, en las ciudades del interior del país hace tiempo que se pagan precios mucho mayores que en el área metropolitana de Buenos Aires, brecha que hace más inequitativa e inaceptable esta distorsión.

Sin embargo, queda claro que la suba de tarifas es la que mayor costo social tiene. En un marco de inflación estacionada en 2015 en torno al 30% anual, el arranque de 2016 agregó mayor presión alcista sobre los precios, con un pico en abril de 6% mensual. Hoy hasta suena optimista pensar para todo el año en curso una inflación acumulada por debajo de la del año pasado.

Los ingresos de las familias van a perder este año contra la inflación. El desempleo está aumentando y el año será recesivo. Moderar todo lo posible la profundidad de este deterioro es el desafío más grande para la actual administración en lo que queda de 2016, con la esperanza puesta en una reacción de la actividad en 2017.

Rescatar de la anemia a la economía argentina justifica un período de ajuste y medidas correctivas como el actual. Es indeseado y doloroso, pero rehuirlo nos llevaría a una crisis estructural como las que la Argentina experimentó en el pasado.

Desde la visión de Alfonso Prat Gay, el acuerdo con los holdouts y la colocación de deuda son claves para financiar el déficit fiscal, atenuar el rigor del mencionado ajuste y salir del “financiamiento vía inflación, que ha sido la estrategia de los últimos años”, como dijo el ministro de Hacienda y Finanzas.

Esos oportunos dólares no son gratis. Argentina pagará una tasa promedio de 7,14% anual. Aunque lucen satisfactorios ante la premura del país por fondeo en dólares, esos rendimientos no son suficientemente bajos: extender en el tiempo un endeudamiento externo a ese costo también es peligroso.

Después de la salida del cepo y el pago a los holdouts sin grandes traumas, no hay por ahora motivos para descreer de las promesas de los funcionarios, que anticipan una desaceleración de la inflación en el segundo semestre, la llegada de inversiones, estabilización del empleo y calma cambiaria. Pero aún son promesas.

Tuvo razón el actual presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, cuando vaticinó el año pasado que con la apertura financiera el problema no sería la apreciación del dólar si no la del peso. En lo que va del año el dólar subió solo 9%, moderación que distiende al mercado y calma el ánimo de los pequeños ahorristas. Otra premisa por cumplirse es que primero desembarcan los dólares financieros y después los de la inversión real, aquellos que con el tiempo apuntalan el desarrollo y una mejora palpable en la economía.

Es prematuro sacar conclusiones, pues el camino a 2019 será largo y arduo, con un frente externo volátil y más adverso que en la década pasada, al que la Argentina pretende integrarse sin barreras, y un frente interno que necesita más que nunca del compromiso empresario para dar trabajo, producir, competir e innovar. Y en definitiva, crecer.

Déficit fiscal: la gran materia pendiente

La noticia sobresaliente del pago en efectivo a los holdouts, que permitió a la Argentina salir en forma definitiva del default después de 14 años, acaparó la atención de los analistas económicos. Días antes la exitosa colocación de nueva deuda en dólares por USD 16.500 millones, aún con una elevada tasa promedio de 7,2% anual, abonó el sendero de renovado optimismo que transita la gestión de Mauricio Macri, con el destacado protagonismo del ministro Alfonso Prat Gay.

El frente internacional es por lejos más generoso en indicadores positivos para la Argentina que el ámbito local. El Gobierno tiene cubiertas sus necesidades de financiamiento externo para este año y gana aire para enfrentar el presente recesivo de la actividad.

Fronteras adentro, la suba inflacionaria es el dato económico más fuerte para los ciudadanos y, por lo tanto, un dato de peso para la política. El propio Gobierno admitió, a través de los índices alternativos de la Ciudad de Buenos Aires y San Luis, un incremento de precios minoristas en marzo de 3,3 y 3 por ciento respectivamente. En el acumulado de 12 meses, la inflación según estos registros fue de 35% en Capital y 37,7% en el distrito puntano. A la vez, para abril los estudios privados ponen un piso de 6% de aumento solo para el corriente mes.

De los factores que dan impulso a la inflación en la Argentina en los últimos meses -alza de las tarifas, devaluación del peso y emisión monetaria-, es esta última la más compleja de controlar, pues no puede mitigarse mientras persista el acuciante déficit fiscal que exige al Banco Central financiar al Tesoro nacional con copiosos fajos de billetes recién impresos.

Y el déficit no cede. Es una materia pendiente y seguramente la más difícil de aprobar para la gestión de Macri, pero, a la vez, la “madre de los problemas” que pusieron en jaque a la economía argentina. Demandará una profunda reestructuración del sector público que probablemente implicará un recorte de puestos de trabajo mayor al ya aplicado desde diciembre. En un marco de debilidad de la economía doméstica, con restringida oferta de empleo privado, un ajuste más profundo en las dependencias del Estado (nacional, provinciales y municipales) traería consecuencias sociales desastrosas y un costo político que el Gobierno entiende que hoy no está en condiciones de afrontar.

El rojo primario (previo al pago de vencimientos de deuda) del primer trimestre fue de $49.644,8 millones, unos $5.407,9 millones o 12,2% más que en el mismo período del año pasado ($44.236 millones). Es una tasa de aumento inferior a la de la inflación del período, que a primera vista permite concluir que se están manejando los fondos públicos con más responsabilidad.

Pero este resultado se alcanzó gracias a las cifras moderadas en enero y febrero, pues el resultado de marzo deshizo el camino de prudencia fiscal esbozado en el arranque de 2016 y abrió un gran interrogante. Queda la sensación de que en el primer bimestre del año se difirieron pagos para mostrar números más alentadores en los reportes de Base Caja de la nueva administración.

En el tercer mes del año el rojo primario fue de 31.719,5 millones de pesos. A diferencia de lo que ocurría durante el gobierno de Cristina Kirchner, el Ministerio de Hacienda y Finanzas no computa en su haber el ítem de rentas de la propiedad, es decir, el auxilio financiero del Banco Central y la ANSeS, entre otros organismos descentralizados.

En esa comparación, el desequilibrio de marzo no se redujo, sino que acompañó la marcha inflacionaria: fue 35,1% más grande que en marzo de 2015, cuando el déficit primario sin rentas de propiedad ascendió a 23.478,3 millones de pesos.

Por otra parte, en marzo el ítem que más aumentó fue el déficit de las empresas públicas, un 115% mayor que en el mismo mes de 2015, a 10.067 millones de pesos. En la comparación del primer trimestre, también fue el que más creció, un 43,1%, hasta los 17.922,3 millones, unos 5.399,5 millones más que entre enero y marzo de 2015.

La actividad económica acusa el ajuste

La economía argentina atraviesa una recesión en 2016. Con fluctuaciones, acumula cinco años de estancamiento, que exponen una molesta realidad: se revirtió el ciclo económico virtuoso de una década que comenzó en la segunda mitad de 2002 y que mostró sus últimos destellos en 2012, cuando la soja alcanzó valores récord en torno a USD 650 por tonelada.

Para establecer límites más definidos, la actividad económica creció de manera ostensible desde la devaluación de la presidencia de Eduardo Duhalde hasta el “cepo” al dólar de la administración de Cristina Kirchner. En el medio se sorteó un breve pero complejo período, signado por la pelea con los productores del agro por las retenciones móviles en 2008, la mediocre campaña agrícola 2008/2009 por una sequía y la crisis financiera internacional que se desarrolló a partir de septiembre de 2007, con la quiebra de Lehman Brothers, hasta marzo de 2009.

Desde el cierre de la convertibilidad que no se atravesaba un período de letargo como el último lustro. A diferencia de la crisis política, económica y social que estalló el 19 de diciembre de 2001, enmarcada en un período recesivo que comenzó a fines de 1998 y continuó hasta el invierno de 2002, el gobierno de Mauricio Macri apunta a una salida menos convulsa, pues las condiciones macroeconómicas son mejores que las de 15 años atrás, pero que igual demandará mucho sacrificio de la sociedad hasta que estén alineados los precios relativos y cedan el déficit fiscal y la inflación.

“Estamos en un momento que a muchos les duele y a mí me duele. Ordenar el desaguisado que nos habían dejado lleva a cosas que hacen que me duela tomar las decisiones y lo que generan”, reconoció el Presidente la semana pasada, durante un acto en Misiones.

En enero el ministro Alfonso Prat Gay estimó que este año la actividad económica podría mostrar una recuperación en el segundo semestre para terminar 2016 en equilibrio. Sin embargo, previsiones de consultoras anticipan una caída entre uno y dos puntos del Producto este año.

Con respecto a las metas oficiales de inflación, el ministro de Hacienda y Finanzas consideró posible en enero terminar el año en un rango de 20 al 25 por ciento, para reducirla progresivamente “en un dígito, alrededor de 5% anual” en 2019. También los cálculos más recientes de los estudios privados sitúan a la inflación del año por encima del 30%, con un pico interanual cercano a 38% en abril, cuando más se van a sentir los aumentos de las tarifas de servicios públicos y en plena puja salarial por las paritarias.

La estrategia del Gobierno parece tomar forma: apurar el ajuste tarifario en el arranque del período presidencial, sacrificar crecimiento y afrontar de entrada el costo social, con algunas medidas paliativas para los sectores más vulnerables, a la espera de un nutrido flujo de crédito externo una vez saldada la deuda con los holdouts. Así se sentarán las bases para un crecimiento moderado pero consolidado en el tiempo para los próximos años. Será complicado, pero no necesariamente un “shock” como en 1991 o 2002. Es, probablemente, lo que la ciudadanía hoy está dispuesta a tolerar y convalidar, después de años de auge del consumo financiado por el “boom” de las materias primas.

Un problema irresuelto que dejaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fueron las deficiencias en infraestructura, el desaliento al ahorro y la inversión y una fuga de capitales que alcanzó a fines del año pasado los USD 230.557 millones, un monto equiparable a los USD 234.224 millones de la deuda pública, si se adicionan los bonos en default. Que empiecen a regresar los dólares que están fuera del sistema será imprescindible para el despegue económico.

Indicios de un año en baja

La caída del poder de compra del salario por la inflación, pobreza y desocupación en alza, y algunos indicadores sectoriales que exhiben deterioro (producción automotriz, construcción, consumo, entre otros) anticipan contracción de la actividad en 2016. Tampoco acompaña el contexto internacional, con franca desaceleración de la expansión china y una notoria recesión en torno al 4% pronosticada para Brasil.

La producción del complejo automotriz, el más importante de la industria nacional, acumuló una caída de 18,1% interanual en el primer trimestre del año, en particular por el desplome del  las exportaciones (-40,2%), en particular al mercado brasileño.

El Índice Construya, que computa las ventas de insumos para la construcción, disminuyó 3,6% en el primer trimestre en comparación con el mismo período de 2015, debido a “la retracción del sector privado y público, derivado de la fuerte contracción del Plan Procrear y de las obras públicas”.

Un informe del IERAL de la Fundación Mediterránea indicó que “en el primer trimestre del 2016 se profundizó la desaceleración del nivel de actividad, con guarismos negativos en sectores relevantes”. El estudio señala que “el primer trimestre muestra indicadores en general negativos del nivel de actividad que en parte, son una continuidad de las tendencias declinantes del cuarto trimestre de 2015″.

“Tras un cuarto trimestre en terreno positivo, el despacho de cemento marcó una caída de 9,1% interanual en el primer trimestre de 2016 y las ventas de gasoil del primer bimestre bajan 2,3% interanual luego de haber aumentado 2,8% en el cuarto trimestre de 2015″, añadió el IERAL.

El consumo de carne vacuna cayó 5,9% entre enero y marzo de este año, en comparación con el mismo lapso de 2015. La Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA) explicó la baja: “Los consumidores en general perciben salarios de 2015 y deben consumir con precios postdevaluación”.

En este presente árido sorprende que el precio del dólar, tema excluyente de la agenda durante la restricción cambiaria, paso a un segundo plano. Afortunadamente, el impacto devaluatorio del peso en diciembre dejó a la divisa norteamericana en un nivel del que apenas se movió, incluso lo hizo a menor ritmo que la inflación, sin salirse de ese cauce como presagiaban los defensores del “cepo”.

El estancamiento económico que legó Cristina

Desde la instauración del cepo cambiario, a fines de octubre de 2011, la economía argentina entró en un período de mediocridad del que aún no puede despegar. Pocos días después del resonante triunfo electoral con el 54% de los votos, la reelegida presidente Cristina Kirchner apostó gran parte de su capital político a una iniciativa que le costó cara al país, pues aplastó el crecimiento y al combinarse con una elevada inflación degradó las chances electorales del Frente para la Victoria en 2015, que siempre tuvo en el aspecto económico un importante soporte.

Con la restricción sobre el dólar se inició un camino de escasez de divisas e inversión extranjera más pérdida de reservas y atraso cambiario que afectó el nivel de exportaciones, la creación de empleo privado y obligó a continuos controles sobre las importaciones.

La manipulación estadística del INDEC de la “era K” no disimuló ese estancamiento económico durante la segunda presidencia de Cristina. El PBI argentino en la evaluación del anterior gobierno creció 0,8% en 2012, un 2,9% en 2013 y 0,5% en 2014, guarismos reproducidos en los informes del Banco Mundial. Sin información definitiva, la actividad económica en 2015 mostró hasta septiembre un crecimiento en torno al 2%, cifra que está siendo revisada por los actuales profesionales que conducen el ente estadístico.

La segunda gestión de Cristina dejó un incremento del PBI acumulado de 6,3% en cuatro años, a un promedio de 1,57% anual en el período, casi la mitad del promedio histórico del último siglo, que según el Proyecto Arklems fue de 2,7% anual, y apenas sobre el ritmo de crecimiento demográfico del país, hoy a una tasa de 1% anual.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas, también estimó en 2% el crecimiento del PBI de Argentina para 2015, cuyo cálculo es inferior según otras fuentes. El FMI y el Banco Mundial presentaron en el Foro de Davos un informe que contempla un crecimiento para Argentina de 1,5% en todo 2015. Además, el FMI estimó para 2016 una contracción de 1 por ciento.

El Índice General de Actividad de la consultora Ferreres & Asociados registró un incremento acumulado de 1,7% el año pasado. “Más allá de algunas oscilaciones de corto plazo, la tendencia de largo plazo de la economía se muestra claramente estancada desde hace cuatro años. En este sentido, la economía prácticamente no ha crecido desde el primer trimestre de 2012, hecho que contrasta marcadamente con los registros de las principales economías de la región”, indicó el reporte de Ferreres & Asociados.

Dispar crecimiento de los vecinos

La desaceleración de la actividad local también sufrió por la debilidad de las condiciones externas. En los últimos años Argentina alcanzó mejores indicadores de crecimiento que Venezuela y Brasil, pero sus resultados fueron pobres frente al resto de la región, que logró superar las limitaciones del cambio de ciclo internacional con tasas que duplicaron o triplicaron a las argentinas.

El PBI de Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, transitó un lapso de bajo crecimiento en 2012 (+1,8%), 2013, (+2,7%) y 2014 (+0,1%), para caer un 3% en 2015. En los últimos cuatro años Brasil acumuló un alza marginal de 1,5 por ciento. El FMI calcula para el gigante sudamericano una recesión de 3,5% en 2016, en un drástico proceso de ajuste fiscal a cargo de un gobierno cuestionado por los escándalos de corrupción.

Todos los países emergentes acusaron recibo del descenso de los precios de las materias primas. En el caso argentino, basta recordar que hoy el valor de la soja es 40% menor al promedio de 2012, mientras que las pérdidas para el maíz y el trigo fueron de 45 y 37 por ciento, respectivamente.

Pero otros vecinos con limitaciones similares sostuvieron un crecimiento consistente que dejó expuesta la mediocridad de la política económica aplicada en Argentina. Según datos del Banco Mundial para 2012, 2013 y 2014, y proyecciones del FMI para 2015, Ecuador acumuló en cuatro años un crecimiento de 13,9%; Chile, de 14,6%; Uruguay, de 15,2%, y Colombia, del 17 por ciento. El PBI de Perú se expandió 17,6% en el mismo período, y destacaron Paraguay y Bolivia, con incrementos de 21,5 y 23,3 por ciento, respectivamente.

En el otro extremo asoma el ejemplo dramático de Venezuela, cuyo principal ingreso son las exportaciones de petróleo crudo. El país bolivariano, meca del intervencionismo estatal, pasó de crecer en 2012 (+5,6%) y 2013 (+1,3%) a una profunda recesión en 2014 (-4,0%) y 2015 (-10%, según cifras del FMI). En los últimos cuatro años la economía venezolana se contrajo en 7,6% acumulado y en 2016 podría caer otro 6 por ciento.

El fantasma de la década perdida

El constante tropiezo de las cotizaciones en los mercados financieros abonó algunas teorías alarmistas sobre la evolución de la economía internacional en 2016. Incluso los análisis más prudentes anticipan un año difícil, imprevisible en el plano financiero y tenso en el geopolítico. Argentina sumará a su conflictiva agenda doméstica las dificultades del frente externo.

Con oscilaciones, la actividad económica argentina de punta a punta casi no ha crecido en cuatro años. Y el 2016 parece signado por ese derrotero. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su Perspectiva Económica Mundial (World Economic Outlook), que prevé una contracción de 1% del PBI nacional este año. Sería el quinto año consecutivo en que el país no puede escapar del limbo de estancamiento o neta baja de producción que afecta a la mayor parte de América Latina.

En el marco del Foro de Davos, el director del FMI para América Latina Alejandro Werner dio detalles sobre el documento que anticipa una recesión regional del 0,3% para este año, en contraste con el 3,4% de crecimiento global, con un importante arrastre por la caída de 3,5% en el PBI de Brasil y de 8% para Venezuela.

Tres factores centrales explican el cambio de ciclo latinoamericano después de haber gozado una década de fuertes ingresos por exportaciones, crédito barato e inversión extranjera: la desaceleración económica en China, la caída de precios de las materias primas y las divergentes políticas monetarias aplicadas de los bancos centrales de las potencias económicas.

En su síntesis el FMI señaló que América Latina se prepara para afrontar en 2016 el segundo año recesivo, algo no visto desde la década de 1980. La comparación es pertinente: aquellos años son recordados como la “década perdida”, pues en términos generales el PBI de los países de la región hacia 1990 fue prácticamente igual al que registraron en 1980.

Es de esperar que América Latina tome nota de las lecciones de la historia reciente y no recaiga en un letargo económico tan extenso como el que ocurrió 30 años atrás, aunque el reacomodamiento de la economía global, con eje en la reversión de la política de tasas cero en los EEUU, no va a ser complaciente con la región como lo fue la década pasada.

Las características de aquel período tienen puntos en común con las novedades asumidas en los últimos meses: gobiernos que encaran políticas de ajuste para reducir los desequilibrios fiscales, búsqueda de crédito externo para reanimar una economía anémica y, en algunos casos, salida de capitales por aversión al riesgo financiero. En los ’80 el descenso de la actividad regional fue acompañado por el aumento de la desocupación, procesos inflacionarios y la caída del salario real en la mayoría de los países.

El documento del FMI expresó que “la situación específica de cada país la determina la interacción entre los shocks externos y los fundamentos internos de la economía, ya que mientras que los países con sólidos marcos de política económica han venido ajustándose a los shocks externos en forma suave, aquellos cuyos fundamentos internos son más débiles están experimentando una caída significativa”.

Werner comentó que la salida del “cepo” cambiario en la Argentina, la eliminación de subsidios energéticos y el recorte de las retenciones al agro van “en la dirección correcta“, aunque este año el país apunta a integrar el grupo del crecimiento negativo. En ese aspecto, nuestro país también padece por el mayor deterioro de la situación de Brasil que “podría provocar un cambio repentino en la valoración de los activos regionales” y una “menor demanda de exportaciones entre los socios comerciales integrantes del Mercosur”.

Para Venezuela el FMI trazó un horizonte funesto: una caída estimada del PIB en casi 18% para el bienio 2015-2016, inflación récord que cerró el pasado año en el 275%, y precios del petróleo deprimidos que evaporan el ingreso de divisas.

Con este escenario desolador destaca más el pronóstico de modesto crecimiento económico para Chile (+2,1%), Colombia (+2,7 %) y Perú (+3,3%), que el FMI justificó por “un proceso de ajuste relativamente ordenado, en donde la combinación de políticas económicas (grandes depreciaciones del tipo de cambio, consolidación fiscal paulatina y políticas monetarias acomodaticias) ha evitado una contracción económica”.

Por ahora no hay fundamentos para crecer

Un viejo axioma de los operadores bursátiles sostiene que el mercado se adelanta a los acontecimientos de la economía real. Este comportamiento por lo general lleva a bruscas sobrerreacciones, tanto a la baja en momentos de pánico como al alza en la euforia, pues la irracionalidad no es ajena al movimiento de los precios de los activos, más allá de los análisis técnicos y fundamentales.

El derrumbe de los indicadores bursátiles en el mundo puede estar exagerado por esta conducta de manada. En el adverso inicio de año, todos venden a la par y arrastran a la baja incluso a los títulos de las compañías más consolidadas. Pero la tendencia es una señal contundente que no debe ser ignorada: la desaceleración de la economía en China, el desplome de los precios del petróleo, la contracción de la actividad en Brasil, la devaluación generalizada de las monedas emergentes contra el dólar o la soja cerca de los USD 300 por tonelada son datos concatenados y que de un modo u otro ponen límites a la proyección de la economía argentina para 2016.

En ese contexto, el índice Merval de acciones líderes de la Bolsa de Buenos Aires, que quedó en 10.020 puntos este viernes, acumula una pérdida de 29,3% desde el 20 de noviembre del año pasado, cuando alcanzó su máximo histórico de 14.173 puntos medido en pesos. Medida en dólares, la pérdida es 33%, desde los 970 puntos de noviembre a los 726 puntos hoy. Aquella rueda de negocios fue la última antes del ballotage del 22 de noviembre, que consagró presidente a Mauricio Macri, el candidato de Cambiemos que puso fin a 12 años y medio de gobierno del Frente para la Victoria. Aunque parezca una paradoja, el triunfo electoral del dirigente al que los agentes financieros ponderaron como más afín para el despegue bursátil cortó con la corriente alcista, sostenida en buena medida por la expectativa de cambio. Confirmado el nuevo ciclo político se pasó a una extendida toma de ganancias.

Sin embargo, la búsqueda de posiciones dolarizadas a la espera de una inminente devaluación, que se concretó luego del anuncio de la eliminación del “cepo” cambiario el 16 de diciembre, afectó a la Bolsa, aunque no benefició a los inversores, pues el salto del tipo de cambio fue inferior al previsto: el dólar paralelo, que cerró a $14,57 el último día con “cepo”, se puede adquirir hoy en bancos a 13,72 pesos.

El fuerte recorte de las cotizaciones en Bolsa disipa las apuestas por una economía en expansión este año. La baja responde también a lo que se espera en el exterior: el Dow Jones de Wall Street cayó 10% desde fines noviembre, con dudas sobre la solidez de la actividad norteamericana. La acción de YPF en Nueva York se sumergió en un canal bajista que consumió el 30% de su valor en dólares en los últimos tres meses. La petrolera estatal es la empresa más grande del país y una referencia para los fondos de inversión que quieren ingresar a la Argentina.

En el plano local, las medidas adoptadas por el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central en poco más de un mes tienden a la normalización de una economía minada por las incontables distorsiones que generaron los controles oficiales aplicados arbitrariamente por el gobierno anterior. Por ello, el panorama planteado por el ministro Alfonso de Prat Gay la semana pasada tuvo mucho tinte político y poco contenido técnico para prever el futuro cercano de nuestra economía.

Prat Gay resumió su objetivo en alcanzar “una convergencia gradual hacia la normalidad, atendiendo fundamentalmente a los que menos tienen, poniendo el foco en el crecimiento y ordenando el desorden que nos dejaron”. Pronosticó que la actividad tendrá un modesto crecimiento de entre 0,5 y 1 por ciento en 2016 y estimó que entre 2017 y 2019 la tasa de expansión será del orden de 4,5 por ciento. Ambas menciones dispensan optimismo si se asume  el dificultoso panorama global y los problemas domésticos. “Estos son los objetivos que nos planteamos y no es un programa”, aclaró en su extensa conferencia de prensa.

Entre otros puntos, el ministro admitió que el Gobierno impulsará la reducción “gradual” del déficit fiscal primario que demandará todo el período presidencial de Macri, para caer del actual 5,8% del PBI a un 0,3% en 2019. En el mismo sentido anticipó una disminución de la inflación del 27% anual de 2015 al 5% hacia el fin del mandato.

El ministro recordó que “el crecimiento per cápita en los últimos cuatro años ha sido casi cero” y confió en que para el segundo semestre del año “van a estar liberadas plenamente las fuerzas de creatividad, de productividad, las fuerzas del trabajo que estaban contenidas durante estos años, como para que la economía argentina crezca”. Apuntó que en el corto plazo será posible “reducir el déficit y la inflación al mismo tiempo que la economía crece”, aunque evitó consignar un desafío mayor: crecer en un mundo que se está desacelerando en forma brusca y desordenada.

Más endeudamiento que desendeudamiento

Argentina se encuentra en default selectivo producto de los fallos judiciales en EEUU y el limbo en el que quedaron algunos títulos reestructurados y aquellos que no entraron al canje. No obstante, el gobierno de Cristina Kirchner cumplió puntualmente con la mayor parte de las obligaciones y la cancelación total del Boden 2015 por USD 5.900 millones es una prueba de esa voluntad oficial.

Distinto es hablar de “desendeudamiento”, como pregonan los funcionarios de Economía, pues a la par de los pagos, el Gobierno activa distintos mecanismos para emitir más deuda o bien trasladar esos pasivos a los balances de organismos públicos.

Con las recientes emisiones de títulos Bonar y Bonad la semana pasada, la colocación de deuda pública en 2015 alcanza a unos 161 mil millones de pesos. Si a este monto se le suman pasivos asumidos por el Banco Central, principal asistente financiero de un Tesoro nacional en franco déficit, el endeudamiento del sector público se aproxima a los 350 mil millones de pesos en lo que va del año.

Hasta el 8 de octubre, el Tesoro emitió títulos por $71.687 millones y USD 9.433 millones, si en este último tópico se contemplan bonos en dólares y aquellos en pesos atados a la evolución de la divisa norteamericana (dollar linked). Estos bonos, con una tasa de rendimiento en torno al 27% en pesos, vencen a partir de 2016, con lo que añaden un condicionamiento financiero extra a la próxima administración, que de entrada tendrá que afrontar una coyuntura económica comprometida por factores internos –déficit fiscal, inflación, atraso cambiario, escasez de crédito e inversión- y externos –caída de precios de las materias primas, default selectivo, recesión en Brasil-.

En 2015 el Gobierno decidió cargar con una parte del costo de su desequilibrio presupuestario con nuevos títulos soberanos, a diferencia de años anteriores en los que trasladaba el déficit a organismos descentralizados como el Banco Central, la ANSES o el PAMI, a través de la suscripción de letras del Tesoro o adelantos transitorios.

El Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) destaca que “el deterioro fiscal evidenciado entre 2009 y 2014 corresponde paradójicamente con el periodo en que adquiere relevancia la asistencia financiera recibida por el Tesoro del ANSES y BCRA para financiar su gasto. Dicha asistencia, que se compone por un lado de la transferencia de utilidades que el BCRA captura básicamente por la devaluación del peso y por el otro de las generadas por el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES, se registra actualmente como parte de los ingresos corrientes bajo la denominación ‘Rentas de la propiedad’”, en la Base Caja que informa la Secretaría de Hacienda.

Aunque su uso tiene menor incidencia este año, el Palacio de Hacienda no abandonó ese recurso, pues tomó fondos del BCRA, y también partidas de la ANSES al colocarle letras por unos 16 mil millones de pesos y 502,6 millones de dólares. “Los ingresos bajo este concepto llegaron en el 2014 a representar un 2,7% del PBI, en contraste con su nula participación del 2004”, subraya el IARAF. Las Rentas de la propiedad surgieron en el 2006, en carácter de recursos “extraordinarios”, pero “han ido adquiriendo mayor preponderancia dentro de los ingresos totales, en detrimento de las fuentes tradicionales de fondos, llegando en el 2014 a representar un 12% de los ingresos del Gobierno nacional”.

Deuda “cuasi fiscal”

En el pasivo del Banco Central es notorio en 2015 el incremento de los montos de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC) por 86.842,2 millones de pesos. El ítem de bonos del BCRA aumentó 30,8% de $282.135,2 millones al cierre de 2014 a $368.977,5 millones el 30 de septiembre pasado.

También hay que tener en cuenta el endeudamiento con el exterior que significa la activación de todos los tramos del “swap” con el Banco Central de China, en yuanes equivalentes a 11 mil millones de dólares. Entre octubre y diciembre de 2014 se ingresaron a las reservas internacionales USD2.414 millones, mientras que los otros USD 8.586 millones se acreditaron este año.

El ítem “Otros pasivos”, en el que el Central “calza” los yuanes en reservas -además de otros ingresos menores al activo- aumentó entre enero y septiembre unos $98.474 millones, que al tipo de cambio vigente son unos USD 10.462 millones. En el balance de la entidad que preside Alejandro Vanoli, el aumento de los montos por LEBAC, NOBAC y “Otros pasivos” asciende en los primeros nueve meses de 2015 a 185.316 millones de pesos.

Así, entre emisiones del Tesoro ($160.926 millones) y pasivos del BCRA el endeudamiento del sector público se expandió en poco más de nueve meses unos 346.242,2 millones de pesos.

Hay coincidencia entre este endeudamiento y las estimaciones de déficit fiscal para este año, que las consultoras ubican en un rango de 6 a 8 por ciento del PBI. Un estudio elaborado por Lucio Castro y Walter Agosto, del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), estima que en 2015 el déficit fiscal totalizará unos $388.000 millones, un 30% más que el desequilibrio previsto en el proyecto de Presupuesto 2016, que establece un rojo financiero de 293.486 millones de pesos.

El Ministerio de Economía informó al cierre del primer semestre de 2015 un PBI en pesos de 5,44 billones ($5.441.469.629.000) o de USD 607.848 millones, según el tipo de cambio oficial de referencia de 8,952 pesos.

Con una estimación optimista de crecimiento de 0,5% del PBI en el tercer trimestre, más una inflación en torno al 6% en el período, el PBI argentino se acerca a 5,8 billones de pesos. Una emisión de deuda del orden de los $346.242,2 millones, por todo concepto, alcanza el 6% del PBI, sin contabilizar aún la expansión de los tres últimos meses del año, que son los que estacionalmente más erogaciones demandan del Estado. La cifra es a la vez un indicador aproximado del nivel de déficit financiero que puede alcanzar el sector público este año.