La última semana cobró fuerza una discusión estéril para explicar la suba de dos productos básicos como el pan y el tomate y establecer responsabilidades en las cadenas de producción, distribución y comercialización. El incremento de estos alimentos obedece a razones distintas: mientras que el pan aumentó como consecuencia de una serie de medidas de política económica que impactaron en su precio final, en el caso de la hortaliza hubo una cuestión estacional y por lo tanto pasajera, que se repite cada invierno.
En el pan influye el salto del precio de la harina, resultado de la menor siembra que tuvo el cereal en 111 años, con una zafra de 9 millones de toneladas, casi 40% menos que en 2012, dañada a su vez por una intensa sequía. La magra cosecha se debió también a que el nivel de retenciones -con una tasa del 23% en el grano de trigo y del 13% en la harina- desincentivó el cultivo, sometido a rígidos cupos de exportación. Para revertir esta situación, la Presidente anunció en mayo un plan para devolver las retenciones al trigo a través de un fideicomiso, pero este beneficio se percibirá a partir de la presente campaña, que se cosechará el próximo verano. Llegó muy tarde para remediar el actual déficit en el mercado interno.