La petrolera argentina YPF y la multinacional Chevrón presentaron un acuerdo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por el cual se comprometen a desarrollar producción de hidrocarburos no convencionales en la provincia de Neuquén. El encuentro se realizó en el despacho presidencial de la Casa Rosada y también estuvieron presentes el ministro de Planificación Federal, Julio De Vido; el viceministro de Economía, Axel Kicillof; el gobernador de Neuquén, Jorge Sapag; y el CEO de la Chevrón para América Latina y África, Alí Moshiri. Por su parte el presidente de YPF Miguel Galuccio señaló: “Esta asociación es estratégica para la compañía y para la Argentina. Estamos poniendo en producción un recurso que puede cambiar el futuro energético de nuestro país”.
Como respuesta a la firma de este convenio, distintos organismos de derechos humanos entre los que se encuentran el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel del Serpaj, Nora Cortiñas y Elia Espen de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, y Pablo Pimentel, de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), entre otros, han salido a denunciar el peligro que implica para nuestro país la firma de este convenio, en tanto anticipa la utilización de un tipo de extracción de petróleo y gas no convencional altamente contaminante. A su vez, en la provincia de Neuquén distintas agrupaciones ambientales, junto a los pueblos originarios, sobre todo la comunidad mapuche de la región y movimientos sociales y políticos, se han movilizado para rechazar este acuerdo y denunciar los peligros que conlleva este tipo de extracción.
Dicho método extractivo, conocido mundialmente como fracking, es una técnica altamente destructiva del suelo y contaminante de las napas de agua. Al aceptar este convenio de producción hidrocarburífera cuyo método de extracción es el fracking, la Argentina se encamina hacia un peligro de contaminación medioambiental y del subsuelo sin precedentes, en perjuicio a las poblaciones que habitan las zonas de los yacimientos. La extracción de extracción de gas y petróleo no convencional como el que se encuentra en Vaca Muerta requiere inyectar millones de litros de agua mezclados con químicos y ácidos, a fin de destruir las piedras del subsuelo donde está el petróleo (muchas veces en estado sólido), lo cual significa que, además de desintegrar la composición del subsuelo, contamina las tierras y las napas de agua subterráneas. Para entender la magnitud de la potencial contaminación es necesario comparar este método con la megaminería a cielo abierto, que fuera prohibida por el Parlamento Europeo en todo el territorio de Europa, ya que los estudios indicaban que tiene “consecuencias catastróficas e irreversibles”. Lo mismo ocurre con el fracking en varios estados de América del Norte, a pesar del carácter estratégico del petróleo y el gas shale para sus intereses de potencia. Tan fuerte es el rechazo a esta técnica depredadora que muchos de los principales artistas de Estados Unidos se están transformando en vanguardia mundial contra el fracking: desde su sitio web Artists Against Fracking personalidades como Robert De Niro, Lady Gaga, Liv Tyler, Ringo Starr, Richard Gere, Susan Sarandon, Tim Robbins, Tom Waits y Yoko Ono están realizando un alerta mundial y convocan a rechazar esta técnica de extracción en cualquier región del planeta donde las multinacionales pretendan desembarcar, aún a pesar de las promesas de inversiones millonarias y los supuestos múltiples beneficios.
Por su parte, el gobierno de Neuquén admite que por cada pozo de extracción se utilizarán 20 millones de litros de agua en el proceso de fractura hidráulica del suelo. Es importante tener en cuenta que para Argentina este tipo de explotación no es necesaria en términos de autoabastecimiento, dadas las reservas de petróleo convencional existentes, especialmente en la Plataforma Marítima. Como señala el especialista Félix Herrero en base a diversos estudios internacionales, se calcula que a nivel mundial las reservas conocidas de este tipo de gas y petróleo no convencional son de 3,6 trillones de barriles, contra 1,2 trillones de barriles de reservas de hidrocarburos convencionales. Lo que se estaría acabando es el petróleo “barato”, fácil de extraer; por eso, las corporaciones transnacionales buscan territorios donde puedan imponer las nuevas tecnologías extractivas, con capacidad de producir una enorme polución en las napas de agua subterráneas más profundas, que son en general las más puras. La clave del problema es que este método de explotación brinda grandes beneficios a las corporaciones transnacionales petroleras; pero al mismo tiempo es gravemente destructivo de los territorios en los cuales se extrae.
En el teatro de intereses del escenario internacional y la disputa de los polos de poder, este tipo de explotación responde a los intereses estratégicos de Estados Unidos -ubicado en un rol potencia mundial declinante- dado que le permite garantizar la provisión de hidrocarburos, ante las amenazas que significan la inestabilidad de los países del Medio Oriente -su derrota en Irak y Afganistán y los conflictos con Irán- así como las tensiones con Venezuela y Rusia; regiones que controlan las mayores reservas de petróleo en el mundo. Es la primera vez que va a realizarse este tipo de extracción en nuestro país -aunque sea más costosa que la convencional y sobre todo más contaminante- y vamos a garantizar a Estados Unidos la provisión de energía sin grandes problemas, en contraste con las zonas proveedoras más conflictivas. Como contrapartida, este papel tendrá para nuestro país consecuencias altamente depredadoras.
El caso paradigmático de contaminación del aire en zonas cercanas a pozos de fracking es el de la ciudad de Dish, en Texas, en la que, tras un estudio se descubrió una cantidad de benceno (agente cancerígeno) muy superior a lo permitido. La contaminación del aire puede deberse bien a la evaporación proveniente de las piletas donde se almacenan las aguas residuales o por fugas en los pozos de gas y tuberías, que contribuyen a aumentar las emisiones de gases de efecto invernadero. En 2011 un informe de la Cámara de los Representantes de Estados Unidos dictaminó que de los 2500 productos empleados en la fractura hidráulica, más de 650 contienen químicos potencialmente cancerígenos. Otro antecedente de contaminación es el caso de Ecuador, donde la Justicia de ese país instó a pagar a la empresa Chevron una multa de 17.000 millones de dólares por daños ambientales. Entre 1972 y 1992 Texaco (hoy parte de Chevron) explotó los campos de petróleo en la ciudad de Lago Agrio, al norte del país. La empresa extrajo 1.5 millones de barriles de petróleo, se vertieron 19 mil millones de galones de residuos en la región. Distintas organizaciones ecologistas describieron el daño de Chevron en Ecuador como el peor desastre petrolero del mundo: se dañaron más de 2 millones de hectáreas del bosque del Amazonas. Las tierras quedaron inutilizadas para la agricultura y ganadería y se vertieron en los ríos más de 680.000 barriles de crudo. En la salud humana, los daños registrados implican una innumerable cantidad de casos de cáncer, envenenamiento de la sangre, problemas del corazón, daño cerebral y malformaciones de nacimiento.
Una vez más, la Argentina y América Latina son consideradas por las potencias centrales como territorios destinados a recibir las producciones altamente contaminantes que no deben afectar a las poblaciones de Europa y Estados Unidos: a la minería a cielo abierto; a la producción en gran escala de soja con la consecuente devastación de bosques nativos y utilización intensiva de glifosato y otros tóxicos; a las pasteras al estilo Botnia; se sumaría ahora la extracción del petróleo y el gas no convencionales.
Cuando el gobierno nacional anunció la expropiación de YPF bajo el argumento de garantizar la soberanía y el autoabastecimiento energético olvidó mencionar también que era el primer paso para luego habilitar el ingreso de Chevron a la Argentina con el objetivo de explotar los yacimientos de Vaca Muerta, con uno de los métodos más contaminantes conocidos por la humanidad y que las multinacionales han desarrollado sin tomar real conciencia de sus consecuencias ambientales. De los dirigentes sociales, políticos, e intelectuales, de los sectores de jóvenes, estudiantes, trabajadores, artistas, de los pueblos originarios, los movimientos sociales y ambientales realmente comprometidos con la argentina; depende denunciar y condenar este paradigma y buscar una alternativa que otorgue prioridad al interés nacional y al bienestar de las mayorías sociales de nuestro país.