A comienzos de junio se conoció un dato alarmante: dos millones y medio de jóvenes argentinos no tienen trabajo o están en situación laboral precaria. Esto equivale a más de la mitad de los jóvenes que tienen entre 18 y 24 años. El relevamiento no fue confeccionado por la oposición ni lleva la firma de algún medio crítico de la gestión del Gobierno nacional, sino que surge de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec; entidad insospechada de cualquier sesgo contrario al oficialismo.
La precariedad laboral, pero especialmente la falta de capacitación y entrenamiento de los jóvenes, será uno de los peores legados que nos habrá dejado la autoproclamada década ganada.