Un fusil para D´Elía

Nicolás Maduro no está solo. Los hermanos Castro, Evo Morales y Daniel Ortega lo respaldan. Tiene además el apoyo de Dilma Rousseff, José Mujica y Cristina Fernández. Podemos decir que -exceptuando a las presidencias de Panamá, Colombia, Perú, Costa Rica y Chile- prácticamente todos los gobiernos de Latinoamérica están de su lado. Además cuenta con el guiño tácito de la Organización de Estados Americanos (OEA) comandada por el socialista chileno José Miguel Insulza.

Otro ciudadano chileno que simpatiza con su causa es la icónica militante estudiantil comunista y ahora diputada Camila Vallejo, quien se hizo famosa al liderar protestas universitarias contra el gobierno de Sebastián Piñera, pero ahora ha dado la espalda a los universitarios venezolanos. “La derecha venezolana repite el mismo guión golpista de 2002 pero ese bravo pueblo ya aprendió” tuiteó el 22 de febrero, tres días después de que la modelo y estudiante Génesis Carmona fuese asesinada de un tiro a la cara en una manifestación de la oposición venezolana.

También está expresando sus opiniones simpatizantes un famoso argentino, Diego Armando Maradona, que fue contratado por el canal de televisión satelital del gobierno venezolano Telesur para oficiar de comentarista en la Copa Mundial de Fútbol Brasil 2014. “Les digo a los venezolanos y al presidente Maduro que estamos viendo todas las mentiras que están diciendo y creando los imperialistas” anunció, y se ofreció “a ser un soldado de Venezuela para lo que mande… ¡Viva Chávez, viva Maduro!”.

Y luego está Luis D´Elía. El referente piquetero nacional participó a mediados de febrero en una manifestación frente a la embajada de Venezuela para expresar su solidaridad con el gobierno de Maduro y decir “no a esta nueva intentona fascista cuyo fin es el derrocamiento del gobierno venezolano”. También pidió, públicamente y sin pruritos, el fusilamiento del líder opositor Leopoldo López. “Maduro debe fusilar a López, agente de la CIA” disparó. Ante la avalancha de cuestionamientos, remató al aire en la Rock & Pop: “¿Tanto escándalo por plantear el fusilamiento de Leopoldo López?”. Y en su propio programa en FM Cooperativa, más tarde agregó: “Hay que fusilarlo a este tipo, sin dudar”. Esta postura extrema, que cruzó el límite de la incitación a la violencia, sintoniza enteramente con el fanatismo que él ha propugnado por largo tiempo.

En 2004 tomó una comisaría en el barrio capitalino de La Boca. En 2006, tenaza en mano, rompió una tranquera que demarcaba campos del terrateniente estadounidense Douglas Tompkins en la provincia de Corrientes. Ese mismo año realizó una contramarcha a una manifestación opositora a las políticas del gobierno en materia de seguridad ciudadana. En 2008 lideró otra contramarcha en defensa del gobierno, esta vez dirigida contra productores agropecuarios y ciudadanos críticos de las políticas económicas abusivas del oficialismo. Con la consigna “la plaza es nuestra” sus seguidores bloquearon a los manifestantes y el propio D´Elía agredió físicamente a uno de ellos. Ese mismo año, en el marco de una entrevista con un periodista que lo provocó, el piquetero pronunció una de sus frases más célebres: “¡Odio a la puta oligarquía, odio a los blancos!”.

En el plano de las relaciones internacionales se erigió como apologista de Irán en la Argentina. En 2007 viajó al país islámico, junto con el sacerdote Luis Farinello y el diputado Mario Cafiero, para entregar en mano una carta al entonces presidente Mahmmoud Ahmadinejad que expresaba apoyo a las posturas de la República Islámica en torno a la causa AMIA y su programa nuclear. La misiva llevaba las firmas de Osvaldo Bayer, Fernando Pino Solanas y Hebe de Bonafini entre otros referentes de la izquierda nacional. Al regresar al país acusó a “la derecha israelí” de estar detrás del atentado contra la sede judía. Como era de esperar, estuvo a favor del polémico Memorando de Entendimiento pactado unos años más tarde entre Buenos Aires y Teherán.

En 2011 tuvo un cruce verbal con el político Diego Kravetz en el cual D´Elía negaba ser un antisemita. Cuando Kravetz lo invitó al Museo del Holocausto porteño, el militante K respondió: “La memoria del Holocausto debe servir para que no pase nunca más, no para justificar los crímenes del actual gobierno de Israel”. En 2013, el Centro Simon Wiesenthal expuso una filmación de un encuentro realizado en la mezquita at-Tauhid del barrio de Flores en el que eufemísticamente él pidió por la destrucción del Estado de Israel.

Yo mantuve un tête à tête televisivo con D´Elía en 2007, cuando él acompañó al jeque Abdul Karim Paz, líder espiritual de la mezquita at-Tauhid, al programa Tormenta de ideas conducido por Daniel Muchnik a debatir conmigo y con el legislador Jorge Henríquez sobre la responsabilidad de Irán en los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA. No hará falta indicar qué posición adoptó. Es un tanto irónico que su colega Abdul Karim Paz haya surgido de la oligarquía que D´Elía tanto desprecia: su nombre de nacimiento previo a su conversión al Islam es Santiago Paz Bullrich, “hijo de una de las familias patricias argentinas” según informó oportunamente Gustavo Sierra, enviado especial del diario Clarín a Irán. No menos curioso es el hecho de que el Partido Miles que él preside haya participado en la última marcha del orgullo lésbico, gay, bisexual, travesti, transgénero, transexual, intersexual y queer en la Argentina y que a la vez él respalde con tanto entusiasmo a un régimen que condena a muerte a los homosexuales en Irán.

En última instancia D´Elía es el epítome de las inconsistencias de gran parte de América Latina. Una región pletórica en discursos sobre democracia y derechos humanos pero cuyos presidentes reunidos en la última cumbre de de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe proclamó -como nos recordó Enrique Krauze- “guía político y moral de América” a Fidel Castro, el más longevo y último dictador del continente.

Yusuf Islam en la Argentina

Nació como Steven Demetre Georgiou de un padre greco-chipriota y madre sueca pero adoptó el nombre artístico de Cat Stevens. Con este alias alcanzó gran fama y forjó una leyenda musical extraordinaria. Compuso canciones bellísimas, como “Father and Son”, “Wild World” y “I love my dog” entre muchas otras. En tanto su carrera progresaba, el joven Steven exploraba el budismo zen, el vegetarianismo, la numerología y la astrología. Pero sería finalmente en el Islam donde hallaría su refugio espiritual final.

Su primer encuentro con la religión del profeta Mahoma ocurrió a principios de los años setenta en un mercado en Marrakech, Marruecos, a donde había ido en busca de inspiración. Stevens oyó una bella melodía y preguntó qué música era esa. Le respondieron que era música para Dios. “Nunca había oído nada igual en mi vida”, exclamaría el compositor. “He oído hablar de la música de alabanza, de aplauso, por el dinero, pero esto era música que no buscaba recompensa sino de Dios. ¡Qué maravillosa declaración!”.

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Hassan Rohani, marca registrada

¿Exactamente en qué momento se convirtió Hassan Rohani en un moderado? ¿Fue cuando pidió a las milicias Basij que reprimiesen “impiadosa y monumentalmente” las protestas estudiantiles de 1999? ¿Fue cuando presidió el Consejo de Seguridad Nacional entre 1989-2005, período en que las autoridades iraníes planificaron el atentado contra la AMIA (1994, 85 muertos) en la Argentina y contra las Torres Khobar (1996, 19 muertos) en Arabia Saudita? ¿Fue cuando lideró las negociaciones nucleares con Europa a partir del 2003 y no detuvo el programa nuclear persa? ¿Fue cuando no condenó públicamente a Ahmadinejad por negar reiteradamente el Holocausto durante los últimos ocho años? ¿O fue cuando no instó a su gobierno a que dejase de apoyar al régimen genocida de Bashar-al-Assad en Siria? ¿Exactamente cuando se moderó?

La moderación de Rohani es un espejismo que los occidentales sedientos de flexibilidad ven en el desierto de la política iraní. Pero él es parte y parcela de la estructura de poder en Irán, un hijo dilecto de la Revolución Khomeinista, un hombre seleccionado por el líder supremo ayatollah Alí Khameini para postularse a la presidencia de la República Islámica, sólo uno entre ocho privilegiados que dejó a 592 excluidos. Es tal la desesperación occidental por encontrar un reformista en Irán que basta una sonrisa fraudulenta para que las expectativas afloren.

Pero ya hemos estado en este mismo lugar.

En 1989 ascendió a la presidencia Alí Akbar Hashemi Rafsanjani, un político ampliamente etiquetado como un reformista y un moderado en la política persa. Y sin embargo, un informe de la CIA de 1990 aseveró: “Aunque Rafsanjani ha buscado mejorar las relaciones con algunos países occidentales desde que asumió directamente la presidencia el pasado agosto, acontecimientos del año pasado muestran que Teherán sigue considerando el uso selectivo del terrorismo como una herramienta legítima”. Dos años después, otro reporte de la CIA responsabilizaba a las autoridades iraníes por orquestar ataques contra funcionarios israelíes, sauditas y estadounidenses en Turquía, emigrados judíos de la ex Unión Soviética, así como a disidentes iraníes exiliados. En diciembre de 2001, dos meses posteriores al 9/11 en Estados Unidos, Rafsanjani vaticinó que el uso de una bomba atómica contra Israel no dejaría nada vivo sobre la tierra mientras que la posible respuesta israelí afectaría apenas a una porción del Islam. En lo relativo a la cuestión nuclear, en noviembre del 2004 Rafsanjani afirmó: “Definitivamente no podemos parar nuestro programa nuclear y no lo pararemos”. Así fue.

Rafsanjani fue sucedido en el sillón presidencial por Muhammad Khatami, otro presunto ícono de la moderación persa. No obstante, bajo su mandato (1997-2005) las cárceles del país siguieron atestadas de prisioneros políticos, Hezbollah continuó recibiendo el patrocinio de Irán y el programa nuclear prosiguió su marcha. Unos meses antes de dejar el poder aseguró ante un grupo de diplomáticos extranjeros que el enriquecimiento de uranio “es nuestro claro derecho” y legó una de las citas más extraordinariamente cómicas de la historia de Irán: “Damos nuestra garantía de que no vamos a producir armas nucleares, porque estamos en contra de ellas y no creemos que sean una fuente de poder”.

En el 2005 Mahmoud Ahmadinejad fue designado presidente y por los siguientes ocho años las cárceles del país siguieron atestadas de prisioneros políticos, Hezbollah continuó recibiendo el patrocinio de Irán y el programa nuclear prosiguió su marcha. En abril del 2012 él prometió: “No nos moveremos un milímetro de nuestros derechos atómicos”. La Agencia Internacional de Energía Atómica tenía motivos para creerle. Uno de sus informes del año previo había indicado: “La Agencia tiene serias preocupaciones concernientes a las posibles dimensiones militares del programa nuclear de Irán”; además había señalado: “La información indica que Irán ha llevado a cabo actividades relevantes al desarrollo de un mecanismo de explosión nuclear” e inequívocamente afirmó que Irán trabajó “en el desarrollo de un diseño local de un arma nuclear incluyendo el testeo de componentes”.

Al ganar las últimas elecciones nacionales, Hassan Rohani extendió un ramo de olivo a la familia de las naciones y aseguró: “Nuestros programas nucleares son completamente transparentes”. Parece que el humor es un atributo típico de la idiosincrasia política iraní.

El flamante presidente Rohani será funcional a Bruselas y a una Casa Blanca poco dispuestas a tomar acciones decididas para frenar el proyecto nuclear persa. El Ayatollah Khameini comprendió que es preferible, y más fácil, engañar a las potencias que confrontar con ellas. Ahmadinejad reflejaba demasiado fielmente el verdadero rostro del régimen teocrático y eso le complicó las cosas al país. Una nueva política de relaciones públicas era necesaria. Con la fachada de “Rohani el moderado”, Irán espera confundir y ganar tiempo. Total, mientras se dialoga Parchín, Natanz, Arak, Bushehr e Isfaham pueden seguir operando. A juzgar por las primeras reacciones mundiales al nuevo producto presidencial made in Iran, es notable ver cuán exitosa hasta ahora ha sido la treta.

Por qué Hamas confronta a Israel

Desde que Israel abandonara en el 2005 los veintiún asentamientos en Gaza y retirara por la fuerza a alrededor de nueve mil colonos, la ocupación israelí de esa franja territorial ha terminado. Aún cuando Israel controla las fronteras aéreas, marítimas y territoriales de Gaza- con el propósito de evitar el ingreso de armas- hay allí una situación de autogobierno. En el 2006 el Movimiento de Resistencia Islámico, más conocido como Hamas, ganó elecciones legislativas y al año siguiente expulsó a las fuerzas de Fatah (leales al presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas) que todavía permanecían allí y pasó a gobernar exclusivamente la franja y a sus 1.6 millones de habitantes.

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