Adversarios o enemigos

El peronismo nunca asumió la lucha de clases como un camino hacia la justicia social, por el contrario, siempre opino que la integración era el único rumbo hacia una sociedad más justa. Esta definición nos llevó a ser acusados de reformistas, bonapartistas, y demás etiquetas que la izquierda marxista repartía en su marcha agresiva e inexorable hacia su propia derrota. La lucha de clases era un clásico del marxismo que se había convertido en dogma de fe para las iglesias que encuadraban a los revolucionarios. Lo cierto es que los proletarios del mundo ni se unieron ni se sublevaron, claro que tampoco fue la mano invisible del mercado la que condujo a la felicidad de los pueblos. En este punto quiero insistir en la diferencia entre ambos pensamientos, la confrontación necesitaba la destrucción del otro en la misma medida que lo consideraba enemigo y en consecuencia no podían convivir, y la noción de adversario, concepción reformista como eligió el peronismo, imponía dentro de ese mundo convulsionado la obligación de respetar al adversario. Continuar leyendo

Plan de retirada K: cambiar jueces por cómplices

La elección de Daniel Scioli deja al kirchnerismo al desnudo,  con el pragmatismo y la ambición que los acompaña desde siempre pero sin las pretensiones de derechos humanos y sueños revolucionarios.

Eligen a Scioli para poder sobrevivir, instalan al oscuro Chino Zannini para dejar una muestra de supuesta dignidad.  Nunca fueron otra cosa, pero ahora la ambición corre el riesgo de perder la cobertura  de las pretensiones transformadoras.  Llegan al final de su ciclo tratando de eliminar a los jueces para sustituirlos por sus propios cómplices.  Y entonces aparece el hablador de lenguas incomprensibles, Horacio González, a explicarnos que él o ellos – los del oficialismo a la carta – fueron rebeldes. Una maravilla.  No sé si el más indigno es González o Ricardo Forster, quien ya anuncia que Scioli lo va a sorprender, abrazando el cargo de desarrollar el catecismo oficialista.

Intelectuales sin ideas ni rebeldías, apoyo al poder de turno a cambio de espacios en las áreas secundarias del proceso de destrucción de las instituciones. Alguna vez Europa cobijó  los comités contra el fascismo. Luego se tomó conciencia que lo de Stalin no era más suave y nosotros pudimos comprobar cómo supuestos pensadores proporcionaban impunidad a un gobierno mucho más caracterizado por el juego y la corrupción que por la integración social. Hemos terminado reduciendo la pobreza y la miseria a una bizantina discusión de maneras de medir la enfermedad, cuando con sólo salir a la calle la realidad nos lastima sin contemplación. El kirchnerismo es un sistema corrupto de poder que convocó  a viejos restos de izquierdas fracasadas a defender sus impunidades.

Las encuestas se ocupan de dibujar futuros, la frustración nos acompaña a la absoluta mayoría. Algunos tienen miedo pero casi todos compartimos el amargo sabor del fracaso. Los discursos apabullan pero no alcanzan para tapar la realidad. El kirchnerismo, a pesar de sus pretensiones fundacionales, no fue más que la continuidad del menemismo en versión de pretendido compromiso social. Un discurso de la Presidenta no deja de ser una acumulación de lugares comunes con agresión a los que piensan distinto, y es siempre una convocatoria a transgredir los límites de la democracia.  Hay una minoría dirigente que se enriquece sin límites mientras discute los índices de la realidad, una masa enorme de necesitados que parecen depender de la voluntad oficial de ayudarlos y una gran cantidad de sectores de clase media que ven cómo se empobrecen a diario tanto sus ingresos como las mismas instituciones en las que ayer soñaron descansar.

La Presidenta se enamora de los resabios del comunismo de ayer, que son hoy Rusia y China. Imagina que donde se ha logrado limitar la democracia y la libertad se avanzó en la Justicia. Uno no imagina si esa elección de socios flojos de instituciones democráticas es para compartir la sustitución de las instituciones por las mafias.  Hay algo que define el núcleo duro del kirchnerismo y es la mediocridad e impunidad de sus integrantes.  Pero también hay datos que marcan la decadencia de nuestra sociedad  y es la cantidad de políticos, sindicalistas y empresarios que dicen en privado lo que jamás se atreverían a reproducir en público.

Lo peor del kirchnerismo agoniza, cualquiera que gane la elección pareciera ser menos enamorado de la perversión.  La pregunta que hoy se impone es si para nuestra sociedad el manejo delictivo de la Justicia es un detalle para entendidos o si lastima las posibilidades del candidato oficial. Scioli necesita votos no oficialistas, Macri necesita votos que mantienen el miedo al ajuste. Pareciera que Scioli necesita tomar distancia de la demencia oficialista tanto como Macri lo necesita del pasado liberal de mercado. No tenemos hoy un candidato cuyo talento se imponga fácil a su contendiente. Tampoco le ponemos expectativa al futuro, esta vez sí que no nos van a defraudar. Pero la sociedad se está tensando, el castigo social a los nefastos se vuelve cada día más vigente, los medios y la calle van ocupando espacios que abandona la Justicia degradada por el oficialismo. Van perdiendo algunas provincias, retrocediendo en esas fotos donde acompañaban a la Presidenta señalando el futuro, para muchos de nosotros se habían enamorado de la catástrofe.

La impunidad y la delincuencia oficial retroceden sólo frente al voto y la mirada de los ciudadanos. Nos vamos comprometiendo lentamente, ellos retroceden en la misma proporción. Al superar ciertas cuotas de desmesura y pretendidas demencias, queda al desnudo la ambición, los negocios y la mediocridad. Sólo un pueblo atento recupera su destino. Asumamos culpas y participemos en cuanto esté a nuestro alcance para castigar esta decadencia. Sólo le podemos tener miedo al miedo. Tenemos la razón, que retrocedan ellos.

Un peronismo vacío de contenido

Algunos personajes se rasgan las vestiduras al ver a los candidatos ocupando un lugar en el programa de Tinelli. No me parece grave el espacio que en nuestra sociedad ocupa la farándula, sin embargo es grave la ausencia de un espacio de prestigio que convoque al pensamiento y a la Academia, al debate de ideas; ése espacio que deberían ocupar los partidos políticos. Sin prestigio ni partido, la vigencia del circo termina siendo la única imagen visible.

Entre Carta Abierta y Alberto Samid hacen del peronismo un recuerdo vacío de contenido. La Presidenta nunca se ocupó de leer o tratar de entender a Perón y a la causa cuyo nombre arrastran. El peronismo fue tributario de un pensamiento demasiado importante como para terminar siendo explicado por aburridos discípulos de Marx. El mismo ministro de Economía Axel Kicillof es la expresión de una supuesta ideología que nada tiene que ver con nuestra historia. Menem buscó refugio en los viejos liberales ajustadores y, de esa crisis, nos sacaron los ministros y economistas formados en la escuela peronista. En ese rumbo pienso que junto a Sergio Massa está el mejor equipo económico que tiene la política. Son los mismos que acompañaron el buen tiempo del gobierno de Néstor Kirchner; ese tiempo que se agotó cuando la Presidenta se dedicó a jugar con la vieja izquierda que nunca entendió demasiado lo que pasa en la sociedad. Néstor sabía jugar con la izquierda y los Derechos Humanos sin darles un lugar importante en el Estado. La Presidenta inició un proceso donde ese sector intenta convertirse en esencial al kirchnerismo, con la pretensión de consolidarse como un pensamiento permanente. La absurda idea de que el kirchnerismo es una etapa superior del peronismo no choca contra la supuesta derecha, confronta con la cordura.

Sostengo que el kirchnerismo fue un pragmatismo feudal acostumbrado a la impunidad que encontró a la sociedad en un momento de extrema debilidad después que Menem había dejado a la democracia al borde de la disolución y la Alianza expresó absoluta impotencia para salir de la crisis. Néstor Kirchner cabalga sobre la política económica peronista que surge con Duhalde y luego se imagina capaz de manejar hasta la misma economía sin Ministro. Le ofrece un espacio en el Estado a los Derechos Humanos y luego a los viejos restos marxistas e izquierdistas no valorados por nadie a excepción de los estudiantes universitarios. No les ofreció pensar un futuro, únicamente permite ocupar un espacio a cambio de justificar al kirchnerismo como si fuera un pensamiento coherente. Quien tenía todo el poder le ofrece un espacio a los que creían tener todas las ideas, nadie influye sobre el otro, tan sólo se asocian para defenderse mutuamente y son complices en la expoliación del estado.

Entre los aburridos teóricos del Partido Comunista que pretenden explicar el rumbo de la humanidad, las cadenas oficiales que nos apabullan con mensajes sin contenido ni logros que valga la pena divulgar y los leales que transitan el “Bailando…”, el kirchnerismo termina siendo peronista porque ésa era la pertenencia de Discepolín al escribir su tango “Cambalache”.

Ahora Randazzo se apoya en Carta Abierta, un grupo de supuestos pensadores que nunca entendieron a Perón y por eso se volvieron kirchneristas; o bien, Scioli que elige a Samid como su cara visible, termina siendo la imagen del peronista que tiene la mayoría de los verdaderos gorilas. No estoy criticando a Samid sino a la manera cómo lo usan para deformar un pensamiento político que fue la causa de un pueblo y de miles de militantes. El peronismo puede contener a todos los que ven la vida como Samid, pero Samid no puede convertirse en la expresión pública del peronismo ni Scioli aplaudir a la Presidenta y trascender con Samid. Así tantos otros que cuando uno los escucha toma consciencia de que no les importa nada de nada – mucho menos de la política – y que sólo los une el convertirse en operadores del poder. La profesión política es hoy demasiado rentable para que algunos la sostengan desde las limitaciones de los principios, de la misma ética o desde la coherencia del pensamiento. Ni los intelectuales se animan a plantear el “apoyo crítico”, nada más aplauden los caprichos presidenciales con la misma convicción con la que de jóvenes de aferraron a los recovecos del marxismo. El peronismo les sirvió como una vía para acercarse al pueblo, el kirchnerismo los autorizó a sentirse vanguardia iluminada y dejar de sostener una causa popular que nunca habían logrado sentir. El kirchnerismo es la degradación del peronismo en manos de los intelectuales; retoma los defectos de los violentos de los setenta, la equivocada mirada de aquellos que eligieron la violencia en el seno de la misma democracia que les había ofrecido una enorme cuota de poder. Y todo eso aparece hoy, no al servicio de una causa política, sino al intento de engendrar una nueva burguesía rentista asentada en los beneficios del juego y la obra pública.

No estoy debatiendo con Samid pero sí confronto con una concepción de la política y del poder que desprecia al peronismo y lo substituye por marxistas que son sus detractores. La burocracia no es progresista ni de izquierda; la burocracia es la peor enemiga del pueblo y de la sociedad. La política no pasa ni por Carta Abierta ni por el Bailando, sigue necesitando un proyecto racional que ponga las pasiones al servicio de las ideas y no como un simple disfraz para evitar el debate.

Ordenando la tropa

Me asombró verlo a De Vido dando cátedra de pureza revolucionaria y cuestionando a Scioli por haber saludado al enemigo elegido. Lo de la concurrencia a saludar a Magnetto era un golpe duro para el relato. Si le sumamos que Boudou había hablado en TN la noche anterior, nos queda claro que ese día fue decretado por la sociedad y parte del gobierno como el fin de la era del miedo. De Vido intentaba ordenar la tropa y daba pena, o mejor dicho, bronca, de ver semejante caradura con actitud de profeta poseído por la verdad intentando recuperar el orden con sus gritos. No le avisaron al ministro que va a pasar a la historia como un destructor serial, desde la energía al transporte. Ese mediocre gritón destruyó en exceso como para tener derecho a hablar.

Saludaron a Magnetto demasiados como muestra de haberle perdido el miedo al poder de turno. El Grupo Clarín podía tener muchos defectos, pero el gobierno lo odiaba por su virtud, que es el derecho a opinar libremente. Y Scioli fue a saludar al grupo supuestamente enemigo porque todavía tiene votos y gente que lo respeta, dos cosas que los De Vido hace rato que perdieron. Y derecho a hacer lo que quiera, aun cuando eso Scioli no lo ejerza demasiado.

El oficialismo armó una secta y en su seno se aplauden entre ellos, un mundo de cómplices que se imaginan estar haciendo politica. El lugar del vicepresidente refleja como pocas la imagen del conjunto.
Y en esto de ser valientes, Carta Abierta se anima y dice que Scioi no es revolucionario. Es el único dato que tenemos de que alguno de ellos lo sea. Pero no se animan a tomar distancia de Boudou. Para creerse revolucionarios resultan escasos de valentía…

Un final de ciclo a toda orquesta, lo que suponía ser la década ganada se les cae como arena entre los dedos. La secta organizada en torno a los beneficios del Estado y sus prebendas va quedando al desnudo, con demasiadas ganancias para la burocracia y pocas para la sociedad. Ahora van a medir hasta la audiencia en la televisión. Vendría a ser un premio consuelo para esos medios en los que gastan fortunas y no los sigue nadie. La secta necesita de todo un sistema de medidas propio y original. Desde los pobres a la inflación, desde la educación a las audiencias, todo exige falsificar los resultados para poder justificar lo que han gastado y disfrazar de éxito lo que a todas luces es un duro fracaso.

Verlo a De Vido a los gritos me trajo a la memoria alguna vieja película de Carlitos Chaplin, pero enseguida tome conciencia que la cosa era distinta, que no se estaba dirigiendo a la sociedad sino a los miembros de la secta, a esos que viven los beneficios del modelo en el mundo de ficción que llamaron “relato”. Y entonces me quedó claro que los héroes de ellos son para nosotros los villanos, que van a llegar al final sin tomar contacto con la cruel realidad, y que cuando se acaben los dulces del Estado la gran mayoría de los supuestos seguidores fieles y devotos van a hacer mutis por el foro y se van a ir a disfrutar en privado los beneficios de la década ganada. Porque es cierto que para la sociedad lo de ganada es casi una tomada de pelo, pero para ellos fue ganada en serio, y de eso nadie tiene derecho a dudar.

De Vido hizo mucho por imitar a Venezuela. Por suerte no lo logró. Es necesario que si le queda algún amigo le avisen que gastar fortunas en micros y artistas no es convocar multitudes, que los que se aplauden entre ellos están más cerca de ser extras que seguidores. Que su discurso amenazante es solo un patético recuerdo de lo que intentaron hacer de nosotros, degradarnos a la obediencia. Que no siga gritando, tiene menos audiencia que la Presidenta en cadena nacional. No midan la audiencia, es un gran riesgo, va a ser peor.