La decadencia de ser kirchnerista

Recuerdo en nuestra juventud cuando los del Partido Comunista y alguna otra variante del marxismo nos aclaraban que si ganaban ellos clausuraban la democracia. Lo contaban y lo copiaban de los países que decían imitar. Era un juego perverso: si ganás vos, te pido libertades y derechos; si gano yo, la cosa cambia, soy dueño de la verdad y te la impongo de manera definitiva. Y uno se quedaba con alguna duda. Ser democrático implica aceptar a todos, pero el limite y es no permitir que jueguen los que no aceptan las reglas.

Algo parecido me pasa con los kirchneristas. Cuando ellos gobernaban no me dejaron pisar la televisión pública -eso sí, no perdieron oportunidad de utilizarla en mi contra-y ahora que fueron derrotados en las elecciones, se hacen los ofendidos y los perseguidos en Radio Nacional y en el canal oficial porque no se los respeta como se debe en una democracia. Uno se queda dudando, si será que tienen algo de razón o si simplemente nos toman de idiotas. Nos corren con el cuento de la Dictadura -digo cuento porque ellos en su mayoría no tuvieron nada de dignos- y se suben a la tribuna la Señora Cristina y el prócer de la amplitud de límites, el doctor Zaffaroni, y nos dan discursos revolucionarios, ellos, abogados que jugaron a los distraídos en la difícil y ahora, en la cómoda, se compraron una patente de heroísmo tardío. La tía Alicia Kirchner estaba colaborando, los Kirchner perseguían deudores, los Zaffaroni juraban por la causa y todos juntos nos explican cómo es el camino del heroísmo.

Y ni hablemos de los del PC, esos que lograron zafar a partir de un pacto con el mundo comunista que trasmitía por Radio Moscú mensajes tan revolucionarios como uno que jamás olvidaré, y decía, “los sectores progresistas de Videla y Viola”.

Y además, andan pidiendo que los Estados Unidos y la Iglesia abran los archivos para ver qué pasaba; eso sí, los que conducían la guerrilla, ellos no tienen ningún archivo que desnudar. Ellos no tienen obligación de nada, ni de autocrítica ni de otro deporte que el de jugar a la víctima. Y lo peor, que en ese juego se mezclan muchos que practicaron el oportunismo de ayer y el de hoy, como  Zaffaroni, cuyas condiciones son tan amplias que le permiten jurar por los principios que el poder imponga en cada momento. Los otros, los que defendemos una causa, esos somos los giles que molestamos a los catedráticos de la agachada.

Ahora vienen con la cantinela que “Macri es de derecha”, como si Scioli fuera la avanzada de la cuarta internacional marxista. Macri es democrático, en consecuencia mucho más avanzado que los kirchneristas, gente además es autoritaria y corrupta. Tanto cacarear con la Ley de Medios y no derogaron un convenio firmado por Domingo Cavallo que les permitía a las empresas de Estados Unidos comprar medios aclarando que nosotros no podíamos hacerlo allá.

La verdad es que, esta gente, cuando gana te oprime y cuando pierde te acusa. Menos mal que el peronismo -o lo que queda de él- se va corriendo, y se quedan solos como fanáticos de una revolución que entienden ellos porque sin duda son los únicos beneficiados.

El kirchnerismo es un partido de burócratas enamorados del poder que no tienen ninguna coherencia ni lógica. Hemos recuperado la democracia, ahora debemos dentro de ella luchar por la justicia social. Y eso no es tarea de fanáticos ni de burócratas, es responsabilidad de una sociedad democrática y de opciones políticas que se respeten.

Perón nos pedía “no sean ni sectarios ni excluyentes”. El viejo era tan visionario que nos estaba previniendo para que no terminemos cayendo en la peor de las decadencias, la de ser kirchneristas.

Resentidos y dogmáticos

Pareciera que la impotencia de convertirnos en una sociedad se asienta en los dogmas que definen el ayer. Hay una frase del Evangelio que nos negamos a hacer nuestra: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Todos somos dueños de un pasado de glorias sin que nadie tenga nada que ver con el terrible fracaso que habitamos. Si todos tenemos razón y la culpa fue del otro, tendremos que pasar por lo peor. Lo más difícil de aceptar y asumir es que el paso del tiempo no sirvió para aprender absolutamente nada. Y entonces, seremos eternos habitantes de un fracaso compartido; eso sí, con el premio consuelo que estaremos constituidos por varios grupos, todos ellos dueños de una rebuscada y sofisticada explicación que demuestra que la culpa, la tuvo el otro.

Uno no imagina qué hubieran hecho los países de Europa después de sus guerras atroces si no hubieran tenido la grandeza de imponerle al futuro más pasión que a explicar, condenar o justificar los errores y los odios del pasado. Lo nuestro es habitar un camino para transitar la eterna inmadurez. Cada tanto -demasiado seguido- surge un talentoso pensador que impone toda la culpa al populismo, al peronismo, al liberalismo, a la dictadura, a la guerrilla, a la violencia, a la oligarquía, al imperialismo, al marxismo y siguen las firmas. La editorial “El culpable es el otro” es desde siempre, la primera en ventas. Finalmente, el mensaje es simple: “el que no odia no vive”. En ese ejercicio de cultivo del enemigo soñado, el último gobierno fue -sin duda- de los más especializados. Después de ellos resulta complicado entender la enorme distancia que hay entre un soñador y un vengador.

Es como si participáramos cada uno del Partido Culpar al Otro donde una vez elegido el enemigo puedo estar tranquilo de haber encontrado mi identidad. Ahora la palabra “populismo” es tan eficiente y abarcadora como lo eran antes el viejo trauma con el “imperialismo”. Compartiendo enemigos se estructura una secta. Se trata de un mundo cerrado dentro del cual participamos de algo parecido a una ideología o concepción política, hecho absolutamente falso porque nada es posible de ser desarrollado si se lo basa en el resentimiento.

Existe la fábula según la cual pudimos llegar a ser un gran país y no lo logramos porque nos lo impidió la democracia y la revolución industrial. Esa fábula es tan inasible como olvidar el detalle de que carecemos de clase dirigente, de burguesía industrial y entonces siempre terminaremos marcados por el fracaso. Hilvanan una historia sin inmigrantes ni hijos de la tierra y bautizan como populismo a todo aquello que no sigue los cánones sagrados de las leyes milagrosas del mercado. Siempre me pregunto qué hay del otro lado del tan mentado “populismo”; sin duda está habitado por el ancho espacio de la virtud, de esa que ni siquiera se ocupó -hasta ahora- de forjar un Partido y apasionarse por la política. O mejor dicho, recién ahora pareciera que lo han logrado y son gobierno.

En fin, cada vez que alguno le echa la culpa al pasado ajeno no está recuperando el propio, está tan solo impidiendo que forjemos juntos un mañana digno de ser vivido.

Me causa asombro y me da bronca la manera en que para explicar a los Kirchner recurren al Perón anterior al golpe. Es como si en los EE.UU. fueran a buscar a Luther King para cuestionar a Obama. El Perón del retorno y del abrazo con Balbín es el que corresponde a la historia; acompañar a Osvaldo Bayer a reinstalar la “Patagonia Rebelde” es simplemente ser un retrogrado, no asumir que la historia evoluciona aun cuando algunos mediocres se nieguen a acompañar los signos de los tiempos. Y regalarle a los Kirchner un sentido histórico que nunca tuvieron es tan erróneo y define y expresa la peor voluntad al asignarle al error una dimensión que no le corresponde.

El peronismo fue la expresión de los trabajadores; la guerrilla de los setenta junto con el estalinismo trasnochado de los Kirchner nada tienen que ver con aquella historia, solo que los extremos, tanto de izquierda como de derecha, tan necios como ciegos tratan de juntar todo para ayudar a que no se entienda nada.

Necesitamos superar el autoritarismo de izquierda y de derechas -que en rigor siempre termina siendo el mismo- y convocar a un encuentro donde nadie se crea dueño de ninguna verdad, donde todos tengamos asumido que si lo hacemos con humildad, todos y cada uno tiene algo que aportar. Ese camino no será grandioso, pero sin duda es el único que nos permite salir del pantano del pasado. Y eso es sin duda lo que estamos necesitando.

Un perro policía al desnudo

El anunciado libro de Gabriel Levinas sobre Horacio Verbitsky, titulado “Doble agente”, desnuda a un individuo y con él a todo un conglomerado de personajes semejantes. Asombra a los neófitos una realidad que era por todos conocida entre los militantes. Digo militantes y me refiero a los de verdad, a los que enfrentaban al poder y no a los empleados del mismo.

Hubo tiempos donde se entregaron vidas y hoy, hay vidas que viven sólo de explotar la memoria de aquellos tiempos. ¿Cómo hubiera podido salir Europa de la guerra o más cerca aún, Alemania de la caída del Muro de Berlín, si hubiese existido un sector dispuesto a vivir del dolor de los recuerdos? Las sociedades progresan cuando convierten el dolor en experiencia y no en una forma de vida. Y es ahí donde Levinas desnuda a un personaje central en el cultivo del odio y el resentimiento, alguien cuya vida estuvo dedicada a la supuesta revolución del resentimiento.

Fui muy amigo de Rodolfo “El loco” Galimberti, un valiente como pocos, un aventurero que nunca se tentó con ser militante. La diferencia entre un militante y un aventurero es enorme; donde uno sueña el anonimato, el otro arriesga todo por la gesta que lo encarama, cualquiera ella sea. Galimberti decía de este personaje hoy desnudo: “¿Qué hablás vos si la dictadura no te tocó ni el timbre?”. Y Jacobo Timerman supo opinar que “de él se puede decir cualquier cosa menos que sea una buena persona”. Y podría agregar opiniones de gente digna de respeto hacia este poco respetable personaje. Por ejemplo, que escribió un aburrido libro “Robo para la corona” acusando a la anterior dinastía, como si la actual, que en esos menesteres la supera ampliamente, no mereciera ser denunciada sólo porque él fue habilitado en el ejercicio del poder.

Cuando el ex presidente Kirchner venía “por todo”, intentaron acallar la rebeldía de la Iglesia y el personaje menor se prestó a escribir un libro acusando al Cardenal Bergoglio. Recuerdo que me consultó, con esa cara de prócer malo que sabe poner cuando asume su papel de meter miedo. Él juntó a un par de imbéciles de la misma calaña e intentaron dañar la imagen del ahora Papa en el Vaticano. Nunca olvido el odio que me surgía cuando me consultaban sobre Francisco periodistas de distintos países y terminaban siempre con la misma curiosidad: “¿Qué piensa de la denuncia de…?” Por eso aprecio tanto a Gabriel Levinas, porque los biógrafos del hombre más importante del presente en la humanidad ya no tendrán que consultar las memorias de quien acusa a los otros de ser iguales o parecidos a él. Eso sí, no le quitemos méritos, escribió un libro contra un Cardenal y lo hizo Papa, no debe de haber muchos casos parecidos en la historia. Si sigue escribiendo contra Macri puede convertirlo en Presidente. Veleidades de un imbécil que se cree lúcido.

Los Kirchner nunca se ocuparon de los Derechos Humanos cuando eso implicaba valentía y riesgo, cuando no era rentable. Cuando bajaron el cuadro de Videla era como pegarle al campeón del mundo en el geriátrico. Los Zaffarrni fueron parte de la Dictadura y este supuesto “Perro” jugaba un partido con la camiseta del contrario. No nos dejan salir del pasado al que deformaron para convertir en venganza rentable. No asumen sus errores que fueron muchos, demasiados, construyen impunidad para sus delitos y una justicia vengativa para sus enemigos. Deforman el pasado, degradan el presente y terminan estos supuestos revolucionarios votando candidatos que no se les parecen en nada. ¿O será que sólo cuestionan el espejo de sí mismos que tanto niegan?

A este”Perro”, muchos lo creían un doberman, otros lo considerábamos un simple Chihuahua. Ahora sabemos la raza: es ovejero alemán, esos que la gente llama por su nombre común, “perro policía”.

Y el kirchnerismo, que es una secta, lo necesita, es imprescindible pertenecer a un coto cerrado para poder decir que las denuncias carecen de valor porque provienen del bando contrario; es una forma de volverse invulnerable a la verdad, a esa que si la asumen los deja al desnudo, tan pobres de pasado como de presente. Desnudos.

Aplausos y sumisión

Ellos aplauden y yo me enojo, ellos se ríen y yo me irrito. Los discursos de la Presidenta no solo no me llegan sino que además me generan un profundo rechazo, siento que no tengo nada que ver con ella. Ellos saben por qué aplauden y además deben imaginar por qué me irrito, se me ocurre que aplauden por lo bien que les va y en consecuencia ni les importa escuchar lo que intenta decir el discurso de la Presidenta. A mí la vida se me complica, o mejor dicho la capacidad de comprensión, hay algunos con los que compartí el sueño de un país solidario, y aplauden y dicen que ellos lo están haciendo, y hay otros, muchos, a los que siempre desprecié por su egoísmo, y esos aplauden siempre, mientras se enriquece su egoísmo.

Hay rebeldes del ayer convertidos en sumisos de hoy. Muchos de esos a los que nada les conformaba y ahora todo les parece digno de ser aplaudido. Hasta alguno que enfrentó a Perón porque le resultaba reformista y ahora se apasiona por la Presidenta porque le resulta progresista. Estos rebeldes de ayer convertidos en sumisos de hoy, dando explicaciones propias de intelectuales, de esas que parecen inteligentes porque cuesta entenderlas, o simplemente no se las puede entender. Y me pareció quem para muchos, un gobierno resulta progresista desde el momento que le entrega un pedazo de poder a los progresistas. Antes, de jóvenes, nada parecía conformarlos, hoy, ya maduros, pasado el tiempo de la revolución soñada se dan por bien pagos a cambio de un cargo y sus agregados, secretarias, chofer, viajes en ejecutiva, parientes asimilados a la planta permanente del Estado.

El pasado, ese de la dictadura que se utiliza para que acusen a cada enemigo, ese pasado es también propiedad de la corrupción del presente. Se inventaron un pasado heroico un montón de personajes que siempre fueron lo mismo que ahora, oportunistas. Ni los Kirchner ni los Zaffaroni, ni los Verbitsky, ni tantos otros fueron perseguidos ni expresaron heroísmo en las difíciles. Cuando Alfonsín llevó adelante el Juicio a las Juntas, hasta en esos tiempos seguían ausentes sin aviso. Luego inventarían su propia epopeya. Siempre digo que cuando Néstor Kirchner baja el cuadro de Videla era como pegarle a Cassius Clay en el geriátrico y en la silla de ruedas. El objetivo era dividir, forjar las consignas de una secta, negar las virtudes ajenas para imponer los rencores propios, de eso se trata “el modelo”.

Al engendrar un espíritu sectario se deja de ser objetivo y se asignan todas las virtudes a los propios mientras se imponen todos los defectos en el campo de los otros. La secta ayuda a la consigna, la consigna es la tumba de la idea, la sumisión es siempre un espacio donde agoniza la libertad. Y con solo verlo a Scioli declamando obediencia y verlos a ellos exigiendo dependencia, con solo observar ese horrible cuadro de la continuidad del “modelo”, uno imagina cuál será su final. Lo malo y terrible del personalismo es que se convierte en la manera más ridícula de enfrentar la muerte, parte el sueño del Jefe incluye transitar la eternidad, se quiere volver hereditario, y ellos, los obsecuentes, salen generosos a aplaudir a la descendencia, a descubrirle virtudes a la ya larga parquedad del Príncipe heredero.

Y supieron recurrir a los ya escasos y aburridos discípulos de Stalin, y a otros pensadores dispuestos a recuperar el sueño gastado de la “lucha de clases”. Claro que no era el enfrentamiento de los pobres contra los ricos, nada de eso, solo el resentimiento de los nuevos ricos oficialistas contra algunos antiguos ricos que se creían con derecho a opinar. En realidad, cuando salieron a enfrentar a los poderosos eligieron intentar eliminar a los mejores. A los que no hacían silencio por miedo al poder de turno, a los que intentaban reivindicar la libertad.

Confundieron a la corrupción con la revolución, a la libertad con la derecha y las “corporaciones”, y no intentaron eliminar a los ricos y poderosos, tan solo que se corran para poder ellos, los nuevos progresistas ocupar su lugar.

Ellos deben saber por qué aplauden, yo también sé por qué aplauden ellos y por qué estamos obligados a enfrentarlos y enojarnos nosotros. Porque este presente está agotado, es la peor y más horrible visión del futuro. Enfrentarlos para estar seguros de que sufran una derrota electoral.

Nunca antes los más corruptos de los negocios se asociaron a los restos de viejos sueños revolucionarios, hasta hubo un tiempo donde uno dudaba de quien ocupaba el lugar de lo importante. El tiempo es cruel, arruina a los decorados y hoy, la corrupción emerge por encima de todas y cada una de las excusas. Es el destino eterno de las burocracias, morir enfermas de corrupción.

El kirchnerismo, un autoritarismo feudal y grotesco

El peronismo existió como pensamiento, como un conjunto de ideas que intentaron modelar un país. Nadie como Perón desarrolló una estructura de propuestas escritas que resultaron en un importante cuerpo doctrinario. Perón tuvo pocos seguidores intelectuales y dos grandes enemigos, los marxistas y los liberales. Cuando definía su consigna “ni yanquis ni marxistas” lo hacía con la voluntad de tomar distancia de los dos imperialismos pero también de sus apasionados seguidores en nuestra tierra. El peronismo tiene sus raíces en la clase trabajadora, que sin duda genera una concepción cultural bastante distante de las ideologías europeas.

El último Perón intenta integrar la violencia guerrillera a su gobierno y les entrega una enorme cuota de poder, pero la cortedad mental de sus conducciones los lleva a imaginar que el verdadero poder “está en la boca del fusil”. De este error histórico deviene una de las causas de la caída de la democracia o, al menos, una justificación para la derecha golpista que ejecutará el nefasto genocidio. La imaginada “guerra de los jefes guerrilleros” se degradará en sangrienta cacería, donde entregan la vida muchos de los mejores militantes de la generación. En esta sangrienta represión encuentran su final las Fuerzas Armadas y sus duros ideólogos, esos que opinaban que al matar a la guerrilla se acababa la amenaza y que al hacerlo nos convertían en la “vanguardia de occidente”. Pretensión exagerada para premio de un genocidio. Hay pensamientos que, al separarse de la realidad, se terminan convirtiendo en una enfermedad.

El aporte de esa dictadura nefasta fue llevarse para siempre una concepción del orden y la cultura, una idea que imaginaba que la consecuencia de reprimir permitía vivir de rentas abriendo un banco en cada cuadra de la ciudad, pagando diez por ciento mensual en dólares y destruyendo todo lo productivo. La peor consecuencia de esa masacre está en la degradación de toda la sociedad y como terminan muriendo en su intento de matar y devolviéndole vigencia a su víctima, a una guerrilla que portaba la soberbia del guerrero y terminó refugiándose en las prebendas de la víctima y del perseguido. Como si la guerrilla por no ser gobierno tuviera licencia para matar.

El kirchnerismo se encontró con la reivindicación de los Derechos Humanos y la izquierda luego de llegar al gobierno. Nunca antes se había interesado en esos temas, pero descubre que sus negocios pueden ser camuflados por la convocatoria al progresismo. Un mecanismo simple, un gobierno de pragmáticos y comerciantes le cede un espacio a los Derechos Humanos también a restos de fracasados marxismos y a cambio de eso, logra una defensa ideológica de sus prebendas acumuladas.

Ese encuentro entre una concepción feudal de la política y del poder con grupos llenos de pretensiones ideológicas engendra una organización parecida a un partido pero en rigor limitada a las órdenes y los caprichos del jefe de turno. La obediencia en los negocios surge de la necesidad de las prebendas y en la política tiene dos viejas escuelas, la guerrilla y el Partido Comunista. En ambos grupos el disidente era pariente del traidor, nada explica más su fracaso que este asesinato de la libertad.

Los enormes gastos del Estado en medios y publicidad van a forjar un partido del oportunismo. Primero inventan un revisionismo histórico tan mediocre como innecesario. Pacho O´Donell va a jugar un papel en esa degradación. Luego vendrá un remedo de formaciones que persiguen a los disidentes para acusarlos, esenciales al estalinismo en su inicio; y así se instala la oscura imagen de Horacio Verbistsky. Finalmente se suma una concepción del Derecho tan permisiva y frívola que cuestiona al orden como simple vicio burgués y Eugenio Zaffaroni será un propulsor de este absurdo cambalache. Lo llamativo es que ninguno de estos personajes, lo mismo que los Kirchner, fueron perseguidos por la Dictadura, ni siquiera necesitaron salir del país. Solo coincidían en cuestionar y degradar el orden y las instituciones vigentes como si el progreso se refugiara en la simple convocatoria al caos.

Perón les resultaba molesto, lo mismo que sus seguidores. Inventaron una memoria de la Dictadura donde ellos eran la única víctima y los únicos rescatables. Transformaron la Justicia en venganza: por peores que hayan sido los genocidas, merecen los mismos derechos que todo ser humano, pero a ellos sólo les interesaba el poder y los beneficios que les generaba, inventando un pretencioso “modelo” que únicamente reivindicaba a la burocracia y defendía sus innumerables delitos. Un autoritarismo feudal y grotesco se instaló en nuestra sociedad. Nada parecido al peronismo cuyo logro se basaba en integrar los caídos al sistema, aquí solo se trata de convertirlos en clientela electoral.

Las elecciones nos van a sacar de este riesgoso relativismo cultural con saqueo económico. Es hora de que asumamos que los otros candidatos expresan a la democracia que necesitamos recuperar, y que luego vendrán los tiempos de afinar el rumbo político. Derrotarlos es imprescindible; cuando lo logremos no olvidemos quienes fueron sus gestores. Esos no son nuestros adversarios, esos son nuestros enemigos. Es imprescindible asumirlo.

Los violentos y el poder

En los setenta, la violencia de la guerrilla conduce al suicidio a una parte importante de mi generación. Digo suicidio ya que encararon una guerra en la que era imposible vencer. Y de esa voluntad desesperada va a surgir lo impensable, que fue la desaparición definitiva de sus represores. En la demencia de hacer desaparecer a la guerrilla encontraron el lugar de su propia inexistencia. La derecha, en su variante militar e intelectual, va a quedar reducida al triste espacio del verdugo; va a sufrir castigos tan excesivos como los que soñó imponer, pero no como fuerza de las armas sino como decisión de una democracia. Y contra eso no quedó siquiera ni el valor de las palabras.

Fue tan definitivo el triunfo del derrotado que tuvo espacio para inventar una supuesta teoría donde- para que nadie imaginara la existencia de dos demonios- la única violencia ilegal era la del Estado, quedando la otra unida al sueño imaginario de las revoluciones. Aún en democracia, cuando la guerrilla mataba era épico y cuando les respondían era siempre López Rega y las tres A. Una deformación de la realidad que permite desvirtuar la voluntad del pueblo, degradar a su partido, el peronismo y convertir el error de buscar la violencia suicida en el recuerdo del heroísmo revolucionario.

Nunca fui de derecha, claro que tampoco por ejercitar la violencia nadie tuvo autoridad para instalarse en la izquierda. Perón no fundó ninguna guerrilla, sólo convocó a un sector a acompañarlo en su retorno democrático y es esa misma organización, premiada con Gobernadores, Ministros y legisladores, la que decide retornar a la violencia en plena democracia. No estamos debatiendo la violencia contra la Dictadura, sino su demencia de ejercerla en medio de una democracia de la que formaban parte.

La deformación de esa historia intenta imponer el protagonismo de los guerrilleros por sobre el del pueblo, como si a Perón lo hubieran traído ellos, como si la violencia de las minorías fuera más importante que el peso enorme de la clase trabajadora. El peronismo no era ni yanqui ni marxista y eso, en un tiempo donde el marxismo parecía ser el dueño del futuro. Hoy, cuando el Gobierno se abraza a deformaciones que nos separan de las democracias y las libertades con la absurda excusa de confrontar con el supuesto imperialismo, debemos denunciar que en nada este accionar se asienta en nuestras ideas. En rigor, estuvo tan lejos Carlos Menem de nuestro pensamiento al articular sus “relaciones carnales” como absurdo es que hoy nos alineamos con sectores que jamás fueron parte de nuestra historia. Pareciera que los negocios privados de los funcionarios son más importantes que los intereses colectivos.

El peronismo tiene elementos culturales y políticos dignos de ser recuperados, por encima de la deformación derechista de Menem o de la violencia discursiva del kirchnerismo. No propongo recuperarlo para volver al poder, sino tan solo para aportar sus aciertos, criticar sus errores y para sumarlos a futuras fuerzas donde se recupere lo mejor de cada sector.

Se agota un Gobierno que utilizó el nombre del peronismo únicamente para deformar sus ideas. Es tiempo que los peronistas recuperemos nuestros aportes, para la memoria colectiva y no para ponerlos al servicio de ninguna ambición personal.

Terrorismos y barbaries

Nos duele lo de París, lastima esa demencia que no podemos entender, ese fanatismo que intenta imponer una forma de pensar, o mejor dicho, eliminar a los que piensan distinto. Y a nosotros, en especial, nos mueve a recorrer un pasado donde la violencia era un hecho cotidiano. Los vientos de la época que ayer llevaron a muchos a pensar que la violencia era un camino hacia la justicia, y hoy nos marca aquel terrorismo como una forma distante de otra cultura. La violencia contra las dictaduras se explica y justifica como una reacción lógica y en la misma medida cuando la guerrilla siguió actuando en plena democracia, merece y debe ser condenada.

Un fanatismo de moda impone dogmas y castiga debates. La supuesta teoría de los dos demonios daba por hecho que, siendo genocida la dictadura, no se podía discutir el lugar de la víctima, no se podía poner en tela de juicio a la guerrilla. La coincidencia lleva al acercamiento actual entre Cuba y los Estados Unidos y muchos -demasiados- de los que reivindican a Fidel Castro dejan de lado los años de la intención de exportar la revolución al resto del continente. Miles de jóvenes recibieron entrenamiento en la isla, miles de vidas se perdieron en una guerra absurda que no tuvo la menor posibilidad de triunfar en ninguno de los países donde se la intentó.

Cuba terminó en una dictadura que exportaba violencia. Cuando hoy escucho a tantos hablar del heroico pueblo que enfrentó al imperialismo, no tengo duda de que quienes festejan la confrontación dejan de lado o ignoran cómo la pasó el pueblo cubano o a qué costos se produjo y exportó esa revolución. Una cosa digna es enfrentar al imperialismo; otra, es justificar una dictadura a partir de esa confrontación y divulgar violencia para multiplicar la experiencia, y fracasar en todos los casos.

Viajé varias veces a Cuba, pude ver y vivir la evolución de ese proceso, la forma en que se iba perdiendo la mística a la par que se imponía la burocracia. Y en todos los hoteles se acercaba un funcionario a explicar que era necesario pagarles para transgredir las normas, al principio me irritaban y luego fui comprobando que era parte del sistema. Hablé con muchos cubanos que participaban del sueño revolucionario (nunca soporté Miami ni sus adictos), puedo decir que de Cuba me dolió y mucho su fracaso. Claro que peor que eso hubiera sido negarlo…

Ahora todos somos parte de Occidente, la violencia se asoma en otros mundos donde la religión sustituyó a la ideología, si es que uno olvida que las ideologías eran ateas pero se las vivía como si fueran una religión. Asombra ver que otros matan en sociedades donde lo que no se discute es la libertad. Y me parece absurdo que para ser de izquierda en nuestras tierras haya que hacer silencio sobre la dictadura de Castro y sobre los miles de muertos por expandir una revolución que ni siquiera tuvo éxito en su propia tierra. Y aclaro que conociendo Cuba uno entiende que la burocracia y la dictadura fueron para ese pueblo mucho más nefastas que el bloqueo del Imperio.

Se me ocurre que condenar a la distancia es más fácil que revisar un pasado cercano del que alguno de nosotros fuimos protagonistas. La barbarie que hoy vemos en religiones y fanatismos lejanos fue no hace tanto parte de nuestra realidad. Y sin duda hasta el momento no la analizamos con grandeza y sin resentimientos, con la distancia que necesitan nuestros hijos.

Cuando desarrollaban la guerrilla fuimos muchos los que les dijimos que ése era el camino equivocado. Resulta absurdo que la derrota largamente anunciada no conceda siquiera el derecho a discutir esos tiempos. Y lo que es peor, que se use ese pasado equivocado para lastimar hoy a la democracia que supimos conseguir. Hay muchos que no eran democráticos ayer cuando reivindicaban a Cuba y la guerrilla y tampoco lo son hoy cuando intentan deformar esa memoria. Muchos que ayer ejercían la violencia armada y algunos de esos que hoy la limitaron al daño de la palabra. Tiene de bueno que ya no lastiman a nadie, ya sólo se hacen daño a sí mismos.

Héctor Leis y la violencia de los 70

“No permitir que se reescribiera la tragedia de su generación en términos épicos”. Es solo una frase del homenaje que le hace Ricardo Roa en Clarín.  Fue comunista y montonero, guerrillero, preso y exiliado. Pero esencialmente un pensador, de esos que tenemos pocos, de esos que son capaces de revisar el pasado para que lo comprendan las generaciones venideras y no para que lo parasiten los fracasados de siempre. Fue un pensador, no un revisionista como tantos que se adaptan a cualquier coyuntura. Continuar leyendo

El kirchnerismo necesario

No imagino que mi pregunta sea una verdad revelada,  pero creo que  alcanza como interrogante: ¿era necesario pasar por la etapa kisrchnerista para la madurez de nuestra sociedad? Y aseguro no tener la respuesta. Pero interrogarse es necesario, uno tiene una idea de sí mismo que a veces se desploma frente a los hechos. Y a nosotros nos atacó el kirchnerismo, que no es ni remotamente la enfermedad infantil del comunismo como denominaba Lenin al izquierdismo. Nada de eso, es el pragmatismo en versión de una derecha provinciana que convoca restos de progresismos pasados. Con Menem el deslumbramiento era en su versión libre mercado. Si se dejaban fluir las fuerzas de la ambición, la justicia social florecería en todos lados. Se llevaron hasta lo que no teníamos, y luego, nace de esa misma mirada oportunista un gobierno para progres e iniciados. El kirchnerismo  podría ser visto como el prometido derrame del neoliberalismo menemista, claro que no de la producción sino simplemente del agigantado Estado.

Somos una sociedad apabullada por los oportunistas: algunos cantaban loas a la dictadura y se hicieron los distraídos apoyando a cuanto poder pasó por estos lados. Empresarios, casi todos; sindicalistas, demasiados; gobernadores e intendentes, casi siempre. Algunos, hasta  intentan justificaciones que parecen ideas; otros, aplauden y hacen silencio, cobran siempre. El gran partido de los oportunistas, el más vigoroso y numeroso, el de mayor número de militantes. Y, sin duda, el que más beneficios otorga a sus seguidores.

Menem y Kirchner fueron parecidos, hasta podrían haber cambiado la secuencia.  Recordemos que para privatizar YPF los Kirchner eran imprescindibles. Eso sí, Menem transitaba la frivolidad y los Kirchner el resentimiento, acumulando riquezas ambos para intentar eternizarse. Uno vivía como si fuera el último día, el otro, como si no se fuera a terminar nunca.  A uno se lo lleva la vida y al otro los vientos de la historia. Nada más pasajero que lo que parece lo más sólido del mundo, que es el ejercicio del poder sin conciencia. Y en ambos casos, nada más lejano a la trascendencia que ofrece el prestigio.

No era necesario el kirchnerismo para desnudar oportunistas (viven desnudos),  ni para delatar políticos con cargos (se adaptan a todo) porque  ejercen el mimetismo. Pero sí era imprescindible para terminar con el supuesto prestigio de  muchos que parecían insobornables hasta que llegó la tentación del poder sin limitaciones.  Para esos  sí, la historia tendría algo que decir, y al oportunismo lo intentaron llamar revisionismo. Los setenta fueron reivindicados por el heroísmo y valorados por los Derechos Humanos, también a veces convertidos en justificadores de injusticias y prebendas.

Demasiados que parecían insobornables cayeron en la tentación de ocupar espacios marginales del poder. Muchos de ellos terminaron atraídos por los beneficios que decían despreciar. El kirchnerismo, en su expresión despiadada de amontonar negocios y relatos, terminó convocando a supuestos intelectuales que inventaron teorías y cartas abiertas sólo para agradecer que les ofrecieran un papel secundario en el duro teatro de la realidad.  Con un cargo y una idea, con un pedazo de poder y una explicación traída de los pelos, con tan poco y demasiado, se puede edulcorar la realidad. Un empresario lo hace al servicio de la ambición, algún sindicalista de puro oportunista, pero los intelectuales pueden aportar decenas de lecturas para insuflarle heroísmo a la agachada.

Sin el kirchnerismo, uno hubiera tenido a algunos intelectuales como intocables. Finalmente, las tragamonedas y la obra pública junto al Estado…; todo fue vivido y aplaudido como un despliegue de justicia social y rebeldía revolucionaria. Los que ayer cuestionaban a Perón por reformista, hoy defendiendo a Boudou. Les parecía que Julio Cobos ejercía la traición de votar con libertad; preferían sucesores procesados por robar en libertad. Un discurso reiterado en cadenas oficiales y unos aplausos apasionados para la foto. Fue poco lo que muchos aportaron en relación a lo mucho que se llevaron a cambio.

La verdad, no sé si era ésta una etapa necesaria, pero nos sirvió para saber de sobra qué valores calza cada uno. No sólo el poder corrompe, además delata. Sé que casi todos me dirán que los daños son exagerados para tan obvia conclusión. Y acepto que es cierto, pero intento ser optimista y no es mucho más lo que se puede rescatar.

Aquelarre

Las ideas suelen entreverarse, a veces por los cambios de la etapa, otras por la voluntad de ocultar intenciones. Y eso sí, nunca como ahora. Me siento peronista y cultor del progreso. Es de sobra donde dice que se ubica el gobierno. Pero, de pronto, convencieron a varios de que pertenecemos al sector Gorila y neo liberal. Y me lo dicen ellos, demasiados de quienes tengo duros recuerdos de oficialismos eternos. Ellos, como si hubieran vivido la dictadura en la clandestinidad o en la contienda, ellos que se enriquecieron cultivando el siempre rentable oficialismo.

Y se mezclan para protegerse, empresarios y sindicalistas que florecieron en la dictadura junto a algunos perseguidos a los que asignan un papel secundario. Aparecen como un cuerpo único y coherente, como si las ideas que simulan tuvieran la solidez de las prebendas que abrazan. Ellos que acompañaron, apasionados,  las privatizaciones por los supuestos logros que prometían, nos decían que eran para todos pero sabían que de seguro solo les tocaba a  ellos. Expandieron el juego con la misma pasión que el peronismo la industria Flor de Ceibo o el Frondizismo la industria pesada. Y se iban endureciendo en sus posiciones mientras se enriquecían en sus propiedades. Cada vez más enriquecidos por las prebendas y más agresivos por las supuestas acciones “justicieras”. Empresarios, sindicalistas y políticos de probada capacidad de adaptación a  gobiernos y  modas construyendo el partido de los expoliadores del estado. Eso sí, como si los atacara una actitud culposa cada tanto distribuían dineros  para beneficiar a los que menos tienen.

El oficialismo permanente es un estado rentable del alma.

No es una agrupación apta para tímidos y vergonzosos, se necesita de espíritus duros templados en la forja de justificar lo que sea necesario o de adaptarse a todos los climas y obediencias. En el reino animal lo llaman mimetismo, en la intelectualidad autóctona lo titulan “revisionismo histórico”.  Es una manera de amoldar el pasado para permitir volver maleable el presente. El poder vale por sí.. Lo demás es solo un decorado circunstancial. Algunos fueron convocados por ser expertos en ese deporte de aplaudir al vencedor, otros tan solo se acercaron ya maduros y cansados de soportar las miserias de ser opositores. Un partido oficialista como columna vertebral y algunos cansados de confrontar, y hoy jugando de comparsa.  Todos juntos armaron el famoso kirchnerismo.

En los setenta la guerrilla ya era para la mayoría de los militantes una simple variante suicida y sin posibilidades de vencer. Pero el heroísmo de tantos de sus mártires fue convertido en bandera de derechos humanos, y en ese camino lograron degradar hasta lo más digno de esos tiempos.  No son ellos los únicos con derechos para revisar el pasado, pero son sin duda los más responsables de este desgraciado presente. Es hora de que se hagan cargo.