El largo adiós del kirchnerismo

El acto del 25 de Mayo estuvo al borde del absurdo. Bien pensado por sus gestores, sin limitar sus gastos, una mezcla de atracciones de todo tipo que terminan en multitudes que simulan lealtades y pertenencias. La secuela de oficialistas emocionados y oportunistas asustados fue enorme. Los que gobiernan venían de duras derrotas en Santa Fe, Mendoza y Capital, y de un triunfo en Salta que pertenecía más al peronismo que al kirchnerismo. Ese es el rumbo que toma el proceso electoral, la supuesta izquierda kirchnerista debe retroceder y volver a juntar votos con figuras del viejo peronismo. El kirchnerismo no era la superación de nada, solo un atraso de pragmatismo impune con veleidades de izquierdas y progresismos. Y ahora el peronismo se tomara su revancha.

En Salta, Santa Fe, Córdoba, se nota el retorno al peronismo dentro del hecho concreto de que solo salgan terceros sin chances de ganar. Con los kirchneristas no lograrían ni eso. La Campora se presentó en Capital con el fracaso que se pudo visualizar. Y la Presidenta toma consciencia de que su tiempo agoniza, se despide con demasiada soberbia como para que la recuerden después. Los humildes permanecen en el corazón, los soberbios, sin poder son solo olvidados o maltratados. La Presidenta vive imponiendo el miedo y ejecutando el castigo, sin el cargo y la lapicera pasará a ser parte de un partidito de izquierda con agonía previsible. Los que imponen poder desde el cargo cuando deben elegir sucesor saben, a veces inconscientemente que están eligiendo su verdugo.

Asusta la cantidad de individuos propensos a comerse el amague, a imaginar que el Gobierno es invencible porque junta una multitud que soporta un largo discurso que confunde a la patria con el más crudo y decadente nepotismo. Como si el oportunismo invadiera mentes propensas al oficialismo permanente, veletas que debilitan a la misma democracia.

Ellos son impunes. La imagen de Boudou es una muestra gratis de una manera de enfrentar la vida, de una concepción de la impunidad del poder. Y del otro lado, pocos valientes, demasiados asustados. Demasiados de esos que caen en la trampa de los caraduras que te imponen “no va a votar a la derecha” como si Scioli y la Presidenta ocuparan el espacio del progresismo y la revolución.

Hoy el progresismo es la democracia, es una justicia independiente que no caiga en las oscuras manos de la procuradora de turno, un parlamento donde se vote con dignidad. El kirchnerismo es impunidad, tragamonedas y odio a los sectores productivos, es moneda sin valor ya que nada que ellos hagan tiene sentido ni seriedad. Los discursos presidenciales son sin límites ni ideas en juego, nos acercan más a la Venezuela del odio que al resto del continente. Vivimos un fracaso con pretensiones fundacionales, una usurpación del estado en manos de personajes sin otra motivación que la más pura ambición.

El radicalismo jugó con lucidez y se acercó al Pro, el otro camino implicaba el seguro triunfo de Scioli. Ahora todos quieren que Macri acuerde con Massa y se asegure el triunfo. Es posible que sin acuerdo entre ambos sea más difícil ganarle al oficialismo, a un oficialismo que sin duda dejará de ser kirchnerista en el mismo momento en que Cristina se baje del poder. Dime de que alardeas y te diré de qué careces, muchos leales prometen la más dura de las traiciones. La Presidenta no tuvo piedad con sus seguidores, no la van a tener ellos cuando se baje del poder. Ya lo expresó el gobernador de Salta, ella se ira a su casa.

Y el eterno conflicto de la pretenciosa izquierda ilustrada con los humildes, los votos son de Scioli, Carta Abierta pretende candidatos más jugados, justo ellos, que nunca se enteraron de la existencia de Boudou ni Lázaro Báez. Ellos, duros con los opositores mientras acarician la más obscena corrupción oficialista. Somos una sociedad donde una parte de la derecha compite con restos de viejas izquierdas para ver quién de los dos es más pusilánime.

Es el fin de ciclo. Con derrota o sin ella, el kirchnerismo desaparecerá. Y por ahora, lo más seguro es la derrota. Se están acercando a su propio final.

El tercer paso

Salta no dijo demasiado, gobierna y se impuso un peronismo no excesivamente degradado por el poder de turno. Luego, en Mendoza quedó claro que el oficialismo pierde la provincia, y en Santa Fe, con su mejor candidato, mucho más peronista que kirchnerista, quedaron terceros y fuera del debate del futuro. En Mendoza, además, el peronismo derroto al kirchnerismo.

En Capital, el PRO salió primero y segundo, Eco quedó tercero, y en el Frente para la Victoria, cuarto, todo era festejo. Lo mismo que en Santa Fe, la competencia por el ganador era entre dos que no pertenecían a la soberbia gobernante.  Y en Córdoba, los radicales y el PRO se enfrentan a un peronismo que no obedece al autoritarismo imperante. Menem había alquilado el peronismo a lo más retrogrado de la derecha, la Presidenta convocó a defender a su Gobierno a lo más retrogrado de la izquierda, a los restos del marxismo fracasado tanto en nuestro país como en el  mundo.

Las elecciones marcan que el PRO, que nació en Capital, logro consolidarse en su lugar de origen y expandirse en el resto del país.  La alianza con los radicales muestra que era la única posible para ambas fuerzas, la única que los dejaba en condiciones de desalojar al oficialismo. Los que más recurren a la supuesta ideología para cuestionar este acuerdo son sin duda los que menos entienden del tema. Primero necesitamos recuperar la democracia, luego debatir los rumbos.

La interna entre Rodríguez Larreta y Michetti se comió al resto del debate político. Algunos idiotas de turno imaginaron que la libertad de que una línea interna lo enfrente a Macri expresaba debilidad, como si la autoridad política se asimilara a la militar. No sé si los del PRO  planearon el éxito de este enfrentamiento o les salió de casualidad, en todo caso el resultado es el mismo: el Pro expresó en su seno el principal  debate por el cual valía la pena concurrir a votar, o al menos el más convocante.

Y los que imaginaban un golpe en contra de Macri se quedaron con las ganas, ganó su candidato y permitió elecciones libres. Además, se acercó al cincuenta por ciento de los votos. El Gobierno terminó festejando con bombos y platillos el tercer puesto tercero -cuarto si asumimos que el macrismo ocupa el primer y segundo resultado en votos.  Los discursos del PRO festejaban un éxito indiscutible, el de Recalde parecía el de un opositor que no le avisaron que gobernaban hace rato. El oficialismo promete obediencia y luego imagina adversarios, como si no tomaran conciencia de que no nos dejan en otro lugar que en el de enemigos.

Hace unos meses acompañé al gobernador de Córdoba a un acto político en Paraná, Entre Ríos. Al otro día me asombró el hecho absurdo de encontrar  que De la Sota no figuraba en ninguno de los dos diarios de esa capital. Pudimos comprobar que para Uribarri la presencia del gobernador De  la Sota no merecía aparecer en los diarios y se reservaba el derecho a impedirlo. Hace unos días hablé en un acto en Chajarí, el mismo clima de persecución al disidente amenazaba a medios y empleados públicos. En Entre Ríos, la dictadura del proletariado imponía sus efluvios de persecución autoritaria. Como en los medios oficiales y oficialistas que avanzan invadiendo la libertad. Pero no logran demasiado, al menos si lo medimos en votos. Hubieran tenido mejor resultado si hicieran obras en lugar de propaganda.

Sobre la unidad del peronismo

Hay una intención reiterada de convocar a la unidad del peronismo, de todos aquellos que alguna vez ocuparon cargos en su nombre, como si todos juntos pudiéramos acercarnos a algo parecido a un partido, a una construcción que le sirviera a la sociedad. Buscan recuperar el nombre y su estructura. Ellos imaginan que el final del kirchnerismo va a dejar un tendal de caídos que, al juntarlos tal vez podrían rehacer algo que les permita seguir discutiendo sobre el poder.

El peronismo, en el retorno a la democracia, fue el instrumento que sirvió a un sector de la derecha para privatizar en tiempos de Menem y luego para estatizar en tiempos de los Kirchner. Usado por la derecha y la izquierda, sin siquiera sufrir demasiadas deserciones y, en muchos casos, como el de YPF, la misma gente sirvió para el negocio de privatizarla primero y para el de estatizarla después.

El peronismo sería el nombre de un conglomerado de gobernadores e intendentes que junto a una multitud de burócratas viven muy bien de administrar un Estado que termina haciendo vivir muy mal a los que caen en el error de votarlos. Vendría a ser la enorme estructura que vive de la herencia de un líder y un pensamiento que ni siquiera se siente en la obligación de respetar. Ayer los que destruían el Estado de bienestar lo hacían en su nombre; hoy los que edifican una burocracia infinita también lo usan cuando necesitan votos, tanto como dejan de respetarlo cuando se entregan a restos de viejas izquierdas gorilas que nunca nos entendieron.

Nada menos casual que el acercamiento del Gobierno con Rusia y China, países que ayer soñaron el socialismo y hoy apenas transitan el capitalismo de las burocracias que limitan las libertades. Es la vieja excusa de justificar dictaduras sólo para enfrentar al imperialismo. En realidad, enfrentan la democracia porque no pueden sobrevivir a la voluntad de los votantes. Luego viene la defensa de Cuba y Venezuela, variaciones sobre un mismo tema, el socialismo como propuesta y el autoritarismo o la dictadura como realidad.

Los movimientos surgen de una necesidad de los pueblos, nacen en su rebeldía y agonizan en manos de los que usan su memoria al servicio de sus ambiciones. El peronismo nació en la clase trabajadora, el kirchnerismo es un fenómeno de capas medias intelectuales y marginales necesitadas. Antes se integraba a todos a la sociedad, hoy se convierte la pobreza en clientela electoral. Si en su nacimiento el peronismo fue confrontativo, en su retorno el General buscó pacificar. Las viejas izquierdas suelen vivir incentivando el conflicto. Son dos formas opuestas de hacer política.

El actual Gobierno logró unir oscuras mafias con restos de viejas revoluciones, pero de esto no salimos juntando ex funcionarios cuyo pasado es el origen y el gestor de este presente.

El Maestro Marechal decía que sus enemigos habían descuartizado el cuerpo de Megafón y que sus discípulos lograron reunir todos sus restos, pero nunca encontraron su miembro viril. Estamos obligados a gestar propuestas de futuro y eso se logra convocando ideas y pensadores. En la voluntad de trascender está la propuesta y, en las ideas, su virilidad.

El poder kirchnerista tiene fecha de vencimiento

Somos una sociedad marcada por las modas. La última sería la del “analista político”, una persona que tendría una mirada original sobre la realidad. Hay algunos -pocos- que lo logran, generalmente pertenecen al mundo del periodismo. También hay otros -varios, demasiados- que son beneficiarios de algún apoyo oficial que los lleva a hablar de temas trascendentes, o mejor dicho, de tirar la pelota fuera de la cancha para no malquistarse con el mejor pagador, el Estado.

Demasiados opinadores dan por sentado que el poder kirchnerista seguirá siendo vigoroso en el próximo Gobierno al margen de quien sea el candidato ganador. No soy un analista pero me animo a decirles que están equivocados. Confunden poder del Estado con lealtad. En una sociedad como la nuestra el poder del Estado es tan desmesurado que únicamente tienen libertad las provincias más grandes: Capital, Córdoba y Santa Fe. La gran mayoría de las otras son tan solo feudos administrados por delegados del poder. Es por eso que son todos oficialistas. Se dicen peronistas o cualquier otra cosa: son empleados públicos con un simulado poder territorial. Y tanto ellos como sus diputados y senadores van a apoyar mayoritariamente al Gobierno que venga. Son todos muy democráticos, se apresuran en apoyar al vencedor.

Ya nada tienen de peronistas los gobernadores que ni siquiera se animan a opinar, como los de Formosa o San Juan, los de Jujuy o Tucumán. Menem se animaba a enfrentar a Alfonsín. Kirchner lo enfrentaba a Menem. Hoy queda De la Sota como peronista, Capital y Santa Fe como centro derecha y centro izquierda; el resto expresa una dependencia económica que les impide la libertad política. Y seguirán obedeciendo al Gobierno que venga. Eran menemistas, son kirchneristas y van a ser del que gane en la próxima, sea quien fuere.

Vivimos uno de los peores absurdos, un gobierno de derecha, marcado por los negociados más corruptos y defendidos por restos oscuros de antiguas izquierdas gorilas. Y digo “gorilas” porque ese término define a la gente que se cree superior a otros y los desprecia. Eso fueron gran parte de quienes integraban la guerrilla; eso fueron casi todos los del partido comunista y varias escuelas de aburrido marxismo. Eso son los seguidores de la Presidenta, personaje que se cree superior a los demás, aplaudida y apoyada por los que usufructúan de esta coyuntura de degradación institucional.

Gracias a Lorenzetti que no somos Venezuela, si en su lugar estuvieran Zaffaroni o Gils Carbó, dejábamos la libertad para ingresar a la dictadura de la burocracia. Demasiados personajes menores imaginan que toda limitación de la libertad es abrir un camino hacia la justicia social. Esa mezcla absurda donde el poder de los negocios impone un rumbo a los viejos peronistas de la prebenda y se suman como aporte ideológico los restos de derrotadas izquierdas. Todo eso junto no puede dar un perfil político durable. Más aún cuando el centro del poder son los negocios o, mejor dicho, los negociados que despliegan en torno al juego y la obra pública.

Entre la enorme masa de medios oficiales o financiados por el Estado y los muchos que opinan sin querer lastimar los oídos del mejor pagador, entre ambos, nos cuentan la historia de un Gobierno con enorme apoyo y mucho futuro. Todavía para demasiados no es negocio asumir que la Presidenta pierde en todas las coyunturas, que este invento absurdo llamado kirchnerismo no va a tener demasiada vigencia el próximo año.

Un poder sin herederos cuyo núcleo duro carece de la más mínima chance electoral, un gobierno que sólo puede ser continuado por Daniel Scioli, que es el mejor posicionado por ser el que menos se les parece. Por un corto tiempo van a seguir alquilando encuestas y asustando distraídos; de cualquier forma que lo miremos están transitando su etapa final.

Si lograban imponer el miedo, ganaban ellos. Se inicia el tiempo donde el pánico lo comienzan a sufrir ellos. Son un poder pasajero, una burocracia prebendaria enamorada de la renta que generan los cargos y de lo fácil que es la vida siendo funcionario del Estado. Años subsidiando trenes para recibir retornos, ahora amenazan con cerrar el negocio.

Gane quien gane, todos los que nos sentimos amantes de la libertad debemos construir un espacio donde no necesitemos un salvador que nos conduzca, sino que de una vez por todas aprendamos que cuando los gobiernos parecen débiles es que los pueblos son fuertes. Que el próximo Presidente exprese la libertad de la democracia; será apoyado por el más fuerte de los partidos, el que podemos integrar entre todos.