Kirchnerismo, la versión progresista del atraso

El kirchnerismo necesitó presentarse en su versión diluida y edulcorada para tener posibilidades de sobrevivir. El Scioli menos querido terminó siendo el candidato más necesitado. Algunos encuestadores alquilados por el poder aseguraban que la Presidente se despedía plena de afecto, pero en todo caso no dejaba bien parado al “proyecto”. La línea dura, la que iba por todo, debió retroceder y ablandar posiciones. El supuesto radicalismo de la Ley de Medios finaliza su epopeya con todos los candidatos en TN. Nadie intentó llevar el debate a 6-7-8 o al recinto oficial de Carta Abierta. Los fanáticos no son las imágenes que sirven para convocar votos de clase media, y hoy los que expresaron hasta el aburrimiento su rechazo a Scioli hacen silencio o aplauden su propio olvido. El poder tiene razones que las presuntas ideologías no tienen. Los cargos y los negociados, los acomodos y los beneficios que permite el oficialismo lo convierten en el partido mayoritario, aunque ya el sciolismo le va absorbiendo aplaudidores al Gobierno. El kirchnerismo es la versión progresista del atraso; se refugia en las provincias donde la necesidad limita el ejercicio de la libertad. En Córdoba, por poner un ejemplo, gobierna el peronismo y el kirchnerismo ocupa un espacio secundario. Esto demuestra dos cosas: cuán lejos están del peronismo y cómo a mayor desarrollo y cultura política le corresponde menor vigencia.

Las PASO dejaron muchas enseñanzas y definieron una nueva sociedad. En la anterior elección presidencial, la oposición estaba dividida y con una imagen tan debilitada que sus candidatos ni siquiera sobrevivieron a la derrota. Se impuso una mayoría absoluta decidida a convertirse en monarquía hereditaria. Ahora -por suerte- no avanzan, retroceden. Siguen usando el Gobierno para intentar ganar elecciones; ese objetivo sólo se impone en las regiones donde la necesidad convirtió al ciudadano en clientela. El resultado dejó al oficialismo sin soberbia y sin seguridad de ganar en primera vuelta; al PRO lo dejó consciente de estar pagando caro no haber buscado más una política de alianzas que un desarrollo propio y a Massa lo terminó salvando De la Sota: recuperó protagonismo, pero en una situación complicada. La sociedad se compromete y vota con más responsabilidad, no regala su apoyo; se cuida mucho de la soberbia y del fracaso.

Esta elección será diferente, hay razones para ser optimistas. Es tan poco lo que depositamos en los candidatos que ni siquiera nos van a lastimar sus fracasos. Claro que vuelve la democracia. Perdida la mayoría absoluta, habrá leyes a debatir porque el kirchnerismo destruyó la Justicia pero también el Congreso. Nunca ser diputado o senador estuvo tan devaluado, tuvo tan poca presencia y respeto de la sociedad. Ni hablemos de ser juez: este joven Julián Alvarez -secretario de Justicia- intentó instalar como juez a un mecánico amigo. Para estos limitados personajes la obsecuencia es la virtud que sustituye al talento y a la formación; para todo alcahuete que se precie su indignidad es un principio de la virtud.

El mero hecho del debate entre los candidatos ya nos ofrece una nueva sociedad. Que los candidatos abandonen la teoría del enemigo para ocupar la idea del adversario, ése sólo paso ya implica un cambio profundo. Hay un avance: para la Presidenta, los que pensábamos distinto éramos sus enemigos, representábamos al imperialismo y las corporaciones. Yo me considero amigo de Daniel Scioli. No es mi candidato, pero no puedo negar que su mera candidatura ya implica un avance. El oficialismo tenía palomas y halcones, estos últimos no pudieron imponer un candidato propio. La idea de que le tocaba a uno de esos que imaginaban que ser bruto pero leal merecía premio electoral; confundieron la política palaciega con la política en la sociedad. La secta no suele funcionar en las épocas difíciles. En la bonanza, los alcahuetes y los obsecuentes parecen talentosos; en las malas esos decadentes seguidores se convierten en un lastre que es necesario ocultar. La democracia no es tierra para fanáticos y los inteligentes no suelen sobrevivir en la obsecuencia.

Si los tres candidatos con posibilidades toman conciencia de que cada uno de ellos expresa a un sector de la sociedad, y que todos son necesarios para construir un país que les devuelva la esperanza a nuestros hijos, si ellos asumen esa responsabilidad, volveremos a encontrar un camino en la convivencia. El kirchnerismo implicó el odio y la necesidad de inventar un enemigo para definir la identidad propia. Superar esa limitación es una obligación de todos. La dirigencia puede intentar ese rumbo, pero la sociedad debe comprometerse para imponerlo. Es un buen momento. Estamos saliendo de lo peor, superando la decadencia que impuso el sectarismo. Sin negar que lo que falta es demasiado, eso ya es bastante.

Todo el poder a los conspiradores y a los más leales

Se me ocurre que a Scioli le pegaron duro, le impusieron a uno de los peores personajes del kirchnerismo, un intrigante, un encargado de impedir que la Justicia ilumine los negocios del poder.  Nunca tuve el disgusto de hablar con él, pertenece a esa estirpe de los oscuros que no nos quieren, les parece que los que decimos lo que pensamos no merecemos respeto. No le interesa ni la política ni mucho menos el peronismo, el poder es otra cosa, la ideología, solo un instrumento al servicio de la ambición. Un jefe de la especie de los conspiradores, de los que viven del poder sin decir jamás lo que piensan ni  opinan. Eso es para nosotros, los jetones según ellos, ellos son el poder real, que es oscuro siempre, mucho más en una sociedad como la nuestra.

En el retorno de la democracia volví a ser diputado, y pude observar la aparición de un nuevo personaje de la política, “el operador”, ser oscuro que maneja desde atrás, que no se muestra, que considera que lo importante es imponerse  a los que si salen a la luz, a los miembros del poder formal. Ese personaje menor fue el responsable de sacarse de encima al Procurador en Santa Cruz, ese que la Suprema Corte ordenó  reponer dos veces sin que ellos se dieran por enterados.

El kirchnerismo llevó adelante su capacidad de destrucción de las instituciones a partir del triunfo que les entregó una mayoría absoluta. Con ese número le impusieron su ley al resto de la sociedad. Esas leyes donde se intentaba instalar instituciones al servicio del autoritarismo, esa absurda imitación de Venezuela, esa idea de que toda limitación a la libertad podía ser justificada desde la revolución, ese grotesco fue fruto, entre otros,  de la mente oscura de Zannini.

En Santa Fe, más allá del papelón de festejar triunfos dudosos como si al festejarlo los convirtieran en definitivos, hubo tres fuerzas y ellas pueden ser la muestra del futuro político. Un centro-izquierda socialista, un centro-derecha con el Pro, y un peronismo de centro. Un peronismo que se recupera sin recibir la visita presidencial, al revés de Rio Negro, donde mucho apoyo y cadena oficial llevaron a la derrota hasta a un par de encuestadores. Pichetto pagó  su obsecuencia con un triste final.

Nunca un gobierno había llevado a los senadores y diputados a este punto de degradación, nunca tantos se habían dejado arrastrar por las órdenes de un poder sin límites, nunca sus miembros habían dejado al Parlamento tan al borde de no poder ni siquiera justificar la razón de su misma existencia.

Se va Pichetto y viene Zannini, se me ocurre que el peronismo comenzará a tomar distancia del kirchnerismo, al menos los que tienen ideas y algunos votos, o al menos los pocos que todavía guardan alguna noción de aquello que llamamos dignidad.

Zannini es el articulador de todo lo que se maneja al borde de lo institucional, por afuera de las normas y de las reglas, ese manejo oscuro que se impone desde el poder cuando este engendra su propia impunidad.  No hay partidos, tampoco interesa, los sustituyen por grupos, por sectas, como La Cámpora o Carta Abierta, espacios donde el poder del Estado sirve como continente y la obsecuencia que aplaude al poder de turno se disfraza de pretendida ideología.

La Presidenta acomoda todo para asegurar su continuidad en el poder, y la vigencia permanente de la impunidad. Siembran el miedo a los que sentimos que no soportamos que sigan gobernando, miedo a que se imponga este autoritarismo mediocre y enfermizo, que dice ser de izquierda o progresista, e insiste con  el cuento de “los grupos monopólicos”.

Scioli aparentaba distinto, estando solo era o parecía ser otra cosa, pero pareciera que esto de jugar al obediente le fue limando sus diferencias con la desmesura de los kirchneristas. Los duros sirven para parasitar el poder de los dialoguistas. 

La Presidenta sacó en el pasado muchos votos con su cara al lado de la de Boudou, ahora no tiene ese margen, necesita que el segundo, el Vice, le aporte las seguridades que necesita. Y Macri se inclina por Michetti, que hace poco lo enfrentó acompañado de otros ministros.

Muchos hablaron del final de la relación, ahora deben callar. Nos guste o no, el Pro se organiza con un respeto interno que les permite no caer en el autoritarismo. Para algunos, los autoritarios, esto sería un gesto de debilidad. Pienso que es muy distinto, esa supuesta derecha se muestra capaz de contener la diferencia, la otra versión, la autoritaria, termino repudiada en todo el mundo.

El poder quedó solo en manos de los operadores, las ideas ocupan tan solo el lugar de justificadoras de la ambición. La política agoniza a la par de la sociedad, los más sensibles sienten miedo, los otros imaginan que todo sigue igual. Daniel Scioli está entre ellos. Me parece que se equivoca.

Derrotas y mentiras

El Gobierno ganó en Salta, salió tercero en Santa Fe y en Capital, segundo en Mendoza y en Neuquén, y sigue alquilando mediciones que los dan en alza, en imagen, simpatía y otras virtudes de poca incidencia electoral. En Capital lo más llamativo fue el festejo, como si alguno de los encuestadores hubiera chocado contra la realidad. Y las explicaciones, todas del tenor de “no supimos comunicar”, alguien tendría que avisarles que comunican en demasía, que aburren con sus relatos, que el espejo de la realidad está los medios que ellos llaman “opositores” y “hegemónicos” y decidieron odiar. En contraposición, los medios oficialistas van engendrando una realidad demasiado parecida a la ficción. Si las democracias sobrevivieron a las dictaduras fue esencialmente por su capacidad de autocrítica. Por esa virtud que el kirchnerismo les prohibió hace rato a sus dependientes.

La noche de Capital fue jugosa, el joven Recalde contando que se puede, la hilera de candidatos con cara de “yo no fui” apilados para aparecer como iguales, la ausencia de la Presidenta, los de 678 bajando del dogma para visitar por un rato el asombro. Y salieron cuartos como candidatos y terceros como partido. Después de Mendoza, Santa Fe y Neuquén, no parece fácil seguir con la idea de que ganan en primera vuelta.

Todo parece reducirse a la Provincia de Buenos Aires, como si en ella, por contener casi el cuarenta por ciento de los votos se encontrará la ventaja vencedora del oficialismo. Si hacemos memoria, fue en esa provincia donde De Narváez derrotó al propio oficialismo yMassa se impuso a Scioli, donde primero aprendieron a morder el polvo de la derrota. Ahora la sueñan como la niña mimada que conserva los votos para terminar de hacer la revolución. El PRO todavía no tiene candidato con fuerza en esa provincia, pero cómo olvidar a Ítalo Luder esperando que lleguen los votos de La Matanza, terminó ya tarde por dirigirse a mi persona y pedirme, “puede bajar usted a aceptar la derrota”, y yo bajé con esa triste tarea en la Calle Reconquista al mil. Los esperados votos de la Matanza no cambiaban el asombro por la aparición de un desconocido de nombre Alejandro Armendáriz.

En el 2011 el oficialismo metía miedo. En la Provincia solo Jesús Cariglino se decidió a enfrentarlos, y logró ganarles. Para eso hay que tener gestión y el consecuente apoyo de los votantes. Ahora son muchos los que actúan con la dignidad de Cariglino, son tantos como para repetir la derrota que al oficialismo le impuso primero De Narváez y luego Sergio Massa. La provincia de Buenos Aires no es ya el seguro de vida del gobierno, es una expresión más del deterioro que sufren en todos los órdenes.

El acercamiento entre Massa y De la Sota puede ser importante tanto como resultar tardío. Es una digna tarea tratar de rescatar al peronismo de este kirchnerismo que imagina modernizarlo a partir de un tratamiento de rejuvenecimiento con pastillas de marxismo que están vencidas desde la caída del muro de Berlín. Una idea de avanzar retrocediendo donde nunca estuvimos, a un error de la historia que supimos superar en tiempos donde deslumbraba y asustaba al mundo, lo abrazan ahora cuando ya ni sus inventores lo consideran vigente. Marxistas aburridos y de pura explicación expulsiva de votantes, esos a los que el General llamaba “piantavotos”, esos son convocados por la Presidenta para explicar lo que ella imagina como una revolución, y termina apestando a “involución”.

Somos una sociedad con una democracia amañada y con riesgos de caer en manos de un autoritarismo de negocios con disfraz de progresismo. Una democracia cruzada por el miedo, miedo del Gobierno a perder el poder y tener que responderle a la justicia, miedo de la oposición a que el kirchnerismo no pierda y entonces ingresemos a una etapa final de disolución. No tenemos moneda ni índices para medir nuestras propias debilidades, caímos en un mundo donde por pensar distinto uno pertenece a “las corporaciones” o le dicen gorila. Un mundo donde los funcionarios se dedican a perseguir y denostar a los ciudadanos. Un mundo donde el oficialismo imagina que pierde elecciones solo porque no llega a la perfección de mostrar sus virtudes, sus logros, sus aciertos.

Imaginan que el pueblo es limitado de entendederas y necesita de la “vanguardia iluminada” para conocer los logros obtenidos. Sueñan que si hubieran eliminado a todos los medios libres solo serían ellos los narradores, y convencerían a las mayorías de las virtudes de esta sabia minoría. Olvidan un detalle, los logros son los que disfrutan ellos, al pueblo no hay que contarle como vive, saben de sobra lo duro que la están pasando. Las críticas de las supuestas corporaciones son el espejo de la realidad. Hace demasiado tiempo que gobiernan, ya nos llevaron de vuelta a la falta de moneda y al crecimiento de la deuda, ya necesitan cambiar la justicia para no correr el riesgo de tener que pagar por sus corrupciones, ya estamos iguales o peor que cuando empezaron.

Hay miedo de que intenten inventar un INDEC electoral. En lo demás, me parece que ya están sabiendo que les llegó el tiempo de la derrota. El tiempo que merecían ellos, y mucho más lo merecíamos y esperábamos nosotros.