Salta no dijo demasiado, gobierna y se impuso un peronismo no excesivamente degradado por el poder de turno. Luego, en Mendoza quedó claro que el oficialismo pierde la provincia, y en Santa Fe, con su mejor candidato, mucho más peronista que kirchnerista, quedaron terceros y fuera del debate del futuro. En Mendoza, además, el peronismo derroto al kirchnerismo.
En Capital, el PRO salió primero y segundo, Eco quedó tercero, y en el Frente para la Victoria, cuarto, todo era festejo. Lo mismo que en Santa Fe, la competencia por el ganador era entre dos que no pertenecían a la soberbia gobernante. Y en Córdoba, los radicales y el PRO se enfrentan a un peronismo que no obedece al autoritarismo imperante. Menem había alquilado el peronismo a lo más retrogrado de la derecha, la Presidenta convocó a defender a su Gobierno a lo más retrogrado de la izquierda, a los restos del marxismo fracasado tanto en nuestro país como en el mundo.
Las elecciones marcan que el PRO, que nació en Capital, logro consolidarse en su lugar de origen y expandirse en el resto del país. La alianza con los radicales muestra que era la única posible para ambas fuerzas, la única que los dejaba en condiciones de desalojar al oficialismo. Los que más recurren a la supuesta ideología para cuestionar este acuerdo son sin duda los que menos entienden del tema. Primero necesitamos recuperar la democracia, luego debatir los rumbos.
La interna entre Rodríguez Larreta y Michetti se comió al resto del debate político. Algunos idiotas de turno imaginaron que la libertad de que una línea interna lo enfrente a Macri expresaba debilidad, como si la autoridad política se asimilara a la militar. No sé si los del PRO planearon el éxito de este enfrentamiento o les salió de casualidad, en todo caso el resultado es el mismo: el Pro expresó en su seno el principal debate por el cual valía la pena concurrir a votar, o al menos el más convocante.
Y los que imaginaban un golpe en contra de Macri se quedaron con las ganas, ganó su candidato y permitió elecciones libres. Además, se acercó al cincuenta por ciento de los votos. El Gobierno terminó festejando con bombos y platillos el tercer puesto tercero -cuarto si asumimos que el macrismo ocupa el primer y segundo resultado en votos. Los discursos del PRO festejaban un éxito indiscutible, el de Recalde parecía el de un opositor que no le avisaron que gobernaban hace rato. El oficialismo promete obediencia y luego imagina adversarios, como si no tomaran conciencia de que no nos dejan en otro lugar que en el de enemigos.
Hace unos meses acompañé al gobernador de Córdoba a un acto político en Paraná, Entre Ríos. Al otro día me asombró el hecho absurdo de encontrar que De la Sota no figuraba en ninguno de los dos diarios de esa capital. Pudimos comprobar que para Uribarri la presencia del gobernador De la Sota no merecía aparecer en los diarios y se reservaba el derecho a impedirlo. Hace unos días hablé en un acto en Chajarí, el mismo clima de persecución al disidente amenazaba a medios y empleados públicos. En Entre Ríos, la dictadura del proletariado imponía sus efluvios de persecución autoritaria. Como en los medios oficiales y oficialistas que avanzan invadiendo la libertad. Pero no logran demasiado, al menos si lo medimos en votos. Hubieran tenido mejor resultado si hicieran obras en lugar de propaganda.