Los restos del peronismo que sirvieron de justificación al kirchnerismo se juntan angustiados para ver cómo arman de nuevo algo que les sirva para juntar votos. El paraguas de Menem los cubrió muchos años; luego vino el paraguas de los Kirchner y ahora pareciera que se quedaron a la intemperie. Difícil situación esa de intentar juntar votos con un montón de rostros que se ocupan de espantarlos. Alguien se va a animar a hacer una encuesta que mida los votos que cada uno expulsa, los sume y, entonces sí, estaremos frente a un fenómeno popular y masivo.
Los de la Cámpora -por un lado- y los peronistas -por otro- intentan reencontrar su destino, ambos atacados por la angustia que genera una derrota para la que no estaban preparados, que nunca se animaron a considerar. Los peronistas -casi todos- todavía guardan territorio; los camporistas -casi todos- imaginan que tienen ideas transformadoras. La derrota generó un proceso de divorcio inesperado: los peronistas, o esos que utilizan la memoria del peronismo para obtener votos, fueron siempre capaces de adaptarse fácilmente. Con Menem se hicieron liberales, con los Kirchner se volvieron autoritarios; siempre fueron oficialistas.
Claro que sin paraguas necesitan generar una conducción o algo que se le parezca. La foto color sepia del encuentro para recuperar el sello del partido, igualita a la que se tomaron cuando Menem se acababa y hasta cantaron la marcha, todo eso ya no sirve de nada. No tienen figuras que merezcan respeto. Eso pasa siempre que se agota un autoritarismo, los aplaudidores no tienen otra cosa para lucir que los callos de las palmas de sus manos. Los candidatos que mencionan convocan más a la lástima que al futuro.
Se aferran al sello del partido como si sirviera para algo, como si alguna vez hubiera salvado a algún candidato extraviado. Solo vale la encuesta, esa que los obligó a elegir a Scioli -a quien no querían- pensando que todo era pasajero, que total Cristina seguía vigente. Y ahora tardan en asumir que no quedó nadie con vida política, que no tienen vigencia, que el cuento ridículo de si se fueron con la Plaza más llena o el nivel de aceptación más favorable, que todo eso no sirve para nada. Sin el poder, los nacidos en esa cuna de los beneficiados por las autoridades ya nada son. Ni siquiera entienden qué es lo que tienen que hacer.
Lo malo del autoritarismo es que no suele dejar sobrevivientes. Como se dice cualquier cosa algunos creen que Perón lo era; olvidan que estuvo rodeado de hombres excepcionales, desde Carrillo a Taiana, desde Robledo a Luder. Y que cuando lo derrocaron quedaron cuadros formados como para gestar la resistencia y recuperar el poder tras diez y ocho años. Había primero un pensamiento, luego un conjunto de personas que participaban de él. Por eso la figura de Cámpora es original, era uno de los pocos acusados de obsecuente, de exceso de obediencia, en una época en la que se imponía la rebeldía. Por eso duramos hasta ahora, gracias a los luchadores; por eso estamos hoy al borde de la disolución, por el daño que nos hicieron los estalinistas que consideraban al aplauso como la variante principal de la participación.
El maestro Marechal supo decir que los enemigos habían asesinado y destruido el cuerpo de Megafón, que sus discípulos fueron reuniendo las partes hasta tenerlo completo, pero que le faltaba el miembro viril. Esa es la impresión que nos deja ese amontonamiento de dueños de la franquicia peronista, que todos juntos no dan nada, que ya es tarde, que obedecieron más allá de lo que la dignidad les permitía y entonces sus presencias se quedaron vacías de sentido. Utilizaron tanto tiempo la cobertura de los Kirchner que se quedaron sin su propia identidad, que ya no saben quiénes son ni qué papel juegan en la historia. Y eligen a cualquiera, sabiendo que no tienen a nadie para elegir y poder mostrar como figura, como conducción, como digno de ser respetado por la sociedad.
No van a convocar a elecciones internas. No tienen ni un candidato para la unidad, menos van a encontrar un par para competir. Lentamente se van a ir pasando al lado de los rebeldes, de los que se animaron a enfrentar al kirchnerismo y sobrevivieron. Ellos son ahora los dueños del futuro, con el nombre del peronismo o con una conciencia que lo supere. Los que se pasaron de oficialistas se quedaron sin destino. Eso sí, alguno va a seguir aplaudiendo al nuevo Presidente de turno. Para eso sirven. Para la rebeldía se necesita dignidad y ya es tarde. De los oficialista nadie la tuvo.