El peronismo nunca asumió la lucha de clases como un camino hacia la justicia social, por el contrario, siempre opino que la integración era el único rumbo hacia una sociedad más justa. Esta definición nos llevó a ser acusados de reformistas, bonapartistas, y demás etiquetas que la izquierda marxista repartía en su marcha agresiva e inexorable hacia su propia derrota. La lucha de clases era un clásico del marxismo que se había convertido en dogma de fe para las iglesias que encuadraban a los revolucionarios. Lo cierto es que los proletarios del mundo ni se unieron ni se sublevaron, claro que tampoco fue la mano invisible del mercado la que condujo a la felicidad de los pueblos. En este punto quiero insistir en la diferencia entre ambos pensamientos, la confrontación necesitaba la destrucción del otro en la misma medida que lo consideraba enemigo y en consecuencia no podían convivir, y la noción de adversario, concepción reformista como eligió el peronismo, imponía dentro de ese mundo convulsionado la obligación de respetar al adversario. Continuar leyendo