En la vida es por amor o por plata, y cuando los que gobiernan carecen de proyecto es porque han terminado construyendo una gran complicidad. Todas las burocracias supuestamente revolucionarias culminaron en mafias; los negocios aplastaron los sueños. Y el vicepresidente no necesita de jueces ni de causas, ya todos sabemos cómo es. Es parte de los operadores que terminaron sustituyendo al militante.
Boudou fue elegido por la Presidenta por responder a lo que ella imagina como un cuadro político: un vivo elegante, frívolo y exitoso, con nula formación política y sin ninguna limitación moral. El personaje recorrió escenarios donde la política es un simple camino al negocio, municipios y compañeros de ruta que tienen cara de ir por todo, egoístas ocupando los espacios que el Estado necesita para ejercer la solidaridad. Lo mediático existe y agrede, pero los veintidós millones de dólares de Lázaro Báez parece que vienen de los medios monopólicos suizos. Siendo ministro de Economía le factura siete millones al otro revolucionario de Gildo el Formoseño, toda gente dedicada al bien común.
Boudou es una vida que delata un proyecto, el kirchnerista, ese donde se llevan todo y cuando los descubren en algo cuentan que hicieron leyes para los pobres, como si en lugar de estarse enriqueciendo era que estaban haciendo la revolución. Todos los personajes de esta obra tienen historia y trayectoria. Cuando nos mostraba la imagen del ministro de Salud, si uno viaja a Tucumán, sabe de sobra de qué se trata. No es que uno de los funcionarios le salió dudoso. Por el contrario, es que todos terminaron formando parte del espacio del negocio, o si lo miramos desde otro lado, que fueron elegidos para transitar la complicidad.
Nos quieren volver locos. Uno no puede imaginar a un Boudou ayudando a los pobres, ni nadie lo imagina soñando por un país mejor. De solo verle la cara nos queda claro que está en camino de hacerse rico. El gobierno se ha vuelto un espacio que todo lo que cobija lo degrada. Los Derechos Humanos eran lo más puro que nos quedaba hasta que el kirchnerismo los volvió burocracia, los nacionalizó en versión de Santa Cruz. Es decir, los obligó a hacerse cargo del oscuro pasado de negocios en tiempos de dictadura que carga el kirchnerismo y los invitó a compartir la bonanza de hacer rentable la indignidad. Sé que hay algunos o muchos que luchan desde el gobierno por una causa justa, y que lo mismo que los votantes se van convirtiendo en agresiva minoría.
Una parte importante de los personajes que nos gobiernan son comerciantes corruptos que tomaron las consignas de la justicia social como cobertura de sus fechorías. Para defender a Boudou y a los demás pueden echar a los jueces que quieran, condecorar miles de Zaffaronis, someternos a la tortura de una cadena oficial por día, que la Presidenta nos vuelva a la infancia donde la maestra nos deslumbraba y a veces aburría con su solvencia y sus saberes. Pero la historia ya los marcó para siempre. Boudou es el rostro que mejor expresa al gobierno. Caradura y frívolo, mediocre y altanero, descarado cómplice de una tribu de mercachifles disfrazados de justicieros. No dejen de defenderlo, Amado Boudou es la síntesis de todos Ustedes. El kirchenrismo realmente es un movimiento revolucionario: los procesados condenan a los jueces. Eso significa una verdadera revolución.