Tenembaum y Zlotogwiazda acosaban a Sergio Berni por haber sido duro con los que cortaron la ruta. Y luego siguieron con los extranjeros: ese turismo que incitamos -a partir de que se puede robar sin castigo- seguro que lo convoca la Secretaria del área… Daban datos tontos de organismos absurdos que intentan condenar a los policías en defensa de los delincuentes. Los extranjeros detenidos son pocos, dejemos ingresar al turismo delictivo, es un permiso que nos evita ser de derechas…
Cortar calles es condenado en La Habana y en Miami, pero hay un sistema intelectual progresista dispuesto a defender el caos convencido de que el orden es de derechas. De los Zaffaroni y las Garré el Gobierno necesitó recurrir a los Berni y los Granados. La idea de ser duros con los empresarios y tiernos con el delito no era un camino al socialismo de amigos sino tan sólo a la degradación de este capitalismo frustrado en el que vivimos.
Hacer una Ley de Medios para lograr – entre el Estado y los ricos oscuros que beneficia – quedarse con todos los Medios, no unificaba la opinión pública sino sólo a una caterva de alcahuetes aburridos. Y lo mejor de todo, que esos periodistas defiendan al permisivismo en un medio privado, sabiendo todos que ninguno que no piense y opine aplaudiendo con los lóbulos cerebrales puede concurrir a las iglesias de la alcahuetería oficial. Y dejo en claro que Tenembaun y Zlotogwiazda son de lo mejor que tenemos; no coincido en este tema, pero desde ya merecen todo mi respeto.
El Kirchnerismo edificó una alianza con restos de izquierda fracasados y extraviados, que iniciaron un camino hacia el sueño de un feudalismo de avanzada. El debate se clausuró en las palabras de la Presidenta, personaje que odia a Perón, convencida de que tiene comprada una cuota de gloria futura, como si el eco extendiera en el tiempo el sonido monótono de los aplaudidores.
Esta idea de los dos demonios y el talento heroico de la guerrilla, este fundamento sin ideas nos fue marcando el devenir. Una cuota de odio al peronismo aprovechando que la mayoría de sus seguidores necesitan vivir del Estado. Una cuota de odio a todo uniformado a partir de no asumir la derrota sufrida en la peor de las formas. Una concepción de la vida y del orden que no se sostiene en ninguna realidad bien gobernada. Y una apuesta al caos como camino hacia una revolución tan infantil como irracional. Si toman todas las fábricas y cortan todas las calles, no habrá llegado el tiempo de los obreros sino el momento donde el fascismo se imponga en la conciencia de los burgueses asustados. Sienten que tomaron el palacio de invierno, no para cambiar el sistema político sino tan sólo para instalarse ellos en sus aposentos.
Todo resulta raro, complejo, demasiado mezclado como para entenderlo en la primer mirada. Los ricos amigos sacan fortunas desmesuradas del país mientras restos de izquierda explican cuáles son los beneficios de los necesitados. La moneda se disuelve mientras después de demasiado tiempo de gobierno lo justifican explicando que todavía quedan algunos más prósperos que ellos. Es un esquema original, donde lo importante del Estado está en manos de ejecutores prebendarios y el resto, lo no esencial, al uso y explotación de supuestos miembros de un partido justiciero. Eso sí, todos conservan en común una evidente incapacidad de ejecutar.
El Kirchnerismo fue apenas un collage de fotos del pasado que acarició y apañó frustraciones en la misma medida en que engendró fracasos y divisiones. Nos dejan sin moneda ni combustibles, y en sus miserias sólo pueden elegir al candidato que como Scioli sobrevive por expresar que los imita y fracasar en el intento. Cuando Forster nos dijo que Scioli no los representa, debería haber agregado una explicación. Para mí es simple: “un capitalismo de amigos sin histeria no permite justificar una inclusión empoderada de los viejos sobrevivientes de la izquierda”.
En los mapas del mañana, las rutas del dinero van a quedar mucho más marcadas que las de la revolución. Es que lo robado se fue y la revolución no llegó. El problema que tenemos no se resuelve al debatir el pasado y a Roca, el problema sigue estando en la necesidad de superar definitivamente este nefasto presente.