Una investigación del grupo Radar, difundida por el diario “El País” el domingo 3, da cuenta de las inclinaciones discriminatorias de la sociedad uruguaya frente a las minorías. Según ese estudio el segmento que rechaza a los judíos es del orden del 20% aproximadamente; le siguen los peruanos, luego los chinos, los armenios y felizmente los que registran muy poco rechazo son los negros y los españoles (que ya han dejado de ser las víctimas propiciatorias de los llamados “cuentos de gallegos”).
Se comprobó que es mayor el antisemitismo en los más viejos que en los más jóvenes, no hay diferencia entre hombres y mujeres y el mayor porcentaje de rechazo se encuentra en el nivel socioeconómico bajo, donde prende con más facilidad la novelesca historia de los judíos dueños del poder económico y aspirante a dominar el mundo.
En Uruguay existe una ley, propuesta por el diputado batllista doctor Nahum Bergstein, fallecido hace cuatro años, que consagra el delito de discriminación, el que fuera ampliado unos años después. Se tipifica como la acción de difundir la incitación al odio, al desprecio o a cualquier forma de violencia moral o física contra personas, en función del color de su piel, su raza, religión u origen nacional o étnico. Fue un largo peregrinar de este distinguido jurista, que con persistencia logró ese avance en nuestra legislación humanitaria.
Poco se ha aplicado la norma, pero es preciso recordarla cuando las variantes del antijudaísmo asoman con la frecuencia que ahora aparece cuantificada. Últimamente, se ha empleado el eufemismo del “antisionismo” o “ la oposición al gobierno de Israel” para encubrir un real sentimiento antijudío. Lo hemos visto claramente en los conflictos: cuando terroristas palestinos matan indiscriminadamente, se les considera luchadores por su libertad, a lo sumo equivocados; cuando Israel se ve obligado a defenderse y mueren civiles, muchos de ellos usados como escudos por los terroristas, se lanzan clamores al cielo acusándolo de genocidio.
La empresa Radar registra que ha aparecido muy claramente una nueva modalidad de antisemitismo en los llamados “intelectuales de izquierda”. Ella se ha visto estimulada con las desgraciadas declaraciones de Mujica y Almagro, cuando el conflicto de Gaza , tiempo en que ocupaban, respectivamente, la Presidencia y la Cancillería. Este nuevo frente de ataque se añade al viejo antisemitismo emanado de la Iglesia Católica, de las derechas pro-nazis o del mundo islámico. Es evidente que el prejuicio católico del deicidio (“los judíos mataron a Cristo”) deberá seguir amainando porque todos los últimos Papas han sido, felizmente, muy rotundos en la materia. El Papa Francisco se ha referido a los judíos llamándolos “nuestros hermanos mayores” y, dada su popularidad, se espera una mejoría en la lucha contra esos prejuicios.
El director de Radar, señor Alain Mizrahi, ha aclarado que él no cree que ese porcentaje de personas que dice que le molestaría que “un integrante de su familia sea judío” resulte necesariamente antisemita. Nos permitimos discrepar. Si alguien dice que le molestaría tener un negro en su familia, es racista; quien dice lo propio de un judío, también. Lo que ocurre en nuestro país es que la conciencia liberal es muy fuerte y por eso hay una condenación social a expresar un sentimiento de esa naturaleza, pero que existe no podemos —ni debemos— ignorarlo.
En la actualidad, el factor más dañino es el que viene de los grupos de izquierda, porque ha crecido y, como muchos de ellos están en el gobierno en América Latina, se observan actitudes penosas. En el fondo, como Israel es aliado de los EE.UU., merece toda condenación para estas mentalidades que se dicen antiimperialistas pero se formaron abrevando en las fuentes del feroz imperialismo soviético (que aún les permite adorar a los regímenes cubano y venezolano). Obama puede entrevistarse con Castro, pero a estos efectos nada cambia.
El señor Mizrahi dice que lo que ha cambiado es que ahora hay menos condenación social a expresarse públicamente de modo discriminatorio. Probablemente esté vinculado al factor anterior (legitimación de izquierda), pero tampoco es así: lo que ocurre es que las redes son el anonimato por definición y ahí se da toda clase de desahogos inferiores en la mayor impunidad..
El planteado es un tema muy importante de derechos humanos. Hace a los valores esenciales de nuestra República. En él, no hay margen para distraerse, especialmente en la educación, que es el escenario primero y fundamental donde debe erradicarse la maligna raíz de los prejuicios. No está nada claro que estemos haciendo, como sociedad, lo necesario. Por eso celebramos la encuesta y que se hable de ella. Para tener conciencia de un mal no hay como una radiografía.